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El Monasterio de la Santa Faz es de Alicante

El 17 de julio de 1518 Alicante se reservó «el patronato perpetuo de la iglesia y monasterio», como consta en escritura que se debe conservar en el Archivo Municipal

Monasterio de Santa Faz. Pilar Cortés

La salida de las monjas del Monasterio de la Santa Faz, situado en el caserío del mismo nombre del término municipal de Alicante, y la posible intervención directa en el citado recinto del Obispado y del Cabildo de la Concatedral de San Nicolás, plantean un hecho esencial: ¿de quién es la propiedad de la iglesia y del Monasterio? Veamos lo que cuentan las crónicas y los documentos históricos.

En la «Reseña histórica de la ciudad de Alicante», escrita por Nicasio Camilo Jover y publicada en 1863, se dice: «Esta reliquia fue tan apreciada por los alicantinos que en 1489 le erigieron un templo a poco más de media legua de la población, en torno al cual se fundó una pequeña aldea llamada Santa Faz» (página 40 de la edición facsimil editada en 1978 por el farmaceútico Agatángelo Soler Llorca, ex-alcalde de Alicante). El mismo cronista relata que tras dictar el 23 de febrero de 1734 la Audiencia Territorial un fallo a favor de Alicante en el pleito que la ciudad sostenía con la de Jijona sobre la pertenencia de las aguas del río Monnegre, esenciales para el riego de la huerta de Alicante, «los mayores contribuyentes acordaron el 29 de octubre de 1763 contribuir con 490 libras valencianas de los fondos comunes a la terminación de la iglesia de la Santa Faz que se estaba construyendo a la sazón» (página 99 de la obra antes mencionada).

Pero es el capítulo denominado «La Santa Faz» de la «Crónica de Alicante», escrita por Rafael Viravens Pastor (publicada en 1876, cuya edición facsímil también editó Agatángelo Soler en 1976) donde, desde la página 69 a la 93, más datos se aportan sobre el origen de la devoción, el conocido como «milagro de la lágrima» el 17 de marzo de 1489 en un paraje a la altura del barranco de Lloixa (donde hoy se ubica el caserío y monasterio), y todos los pormenores posteriores que han trascendido hasta nuestros días.

El Concejo

Dice Viravens en su Crónica: «El Concejo de Alicante, por indicación del padre Benito -el portador de la reliquia, que conservaba el padre Mena en la iglesia de San Juan-, acordó construir un Santuario en la margen del barranco de Lloixa, y en el mismo punto donde ocurrió el primer portento de la Sagrada Reliquia para venerar en él tan estimable joya» (página 73 de la edición facísimil citada). De la modesta iglesia, a la que se le dió de nombre «Santa Verónica», se hicieron cargo «unos monjes de la orden de San Gerónim». El 6 de agosto de 1490 el papa Inocencio VIII expidió una Bula concediendo gracias espirituales a los que visitaran el templo y contribuyeran con sus limosnas a la terminación de su fábrica. Los monjes jerónimos renunciaron unos años más tarde siendo de nuevo el Concejo (lo que hoy es el Ayuntamiento) quien resolvió encomendar la iglesia y Monasterio a las madres franciscanas descalzas de Santa Clara de Gandía.

En el momento en que vienen las clarisas, de las se indica el nombre de todas las que llegaron el 17 de julio de 1518, se reserva la Ciudad «el patronato perpetuo de la precitada iglesia y Monasterio», como consta en una escritura autorizada por el notario Cristóbal Puigvert que se debe conservar en el Archivo Municipal del Ayuntamiento de Alicante. Desde entonces, y por el privilegio otorgado por una Bula del Papa de 30 de enero de 1525, «el Concejo de Alicante tomó una parte muy directa en el culto anual que en ese día (el 17 de marzo hasta que el tercer Sínodo Diocesano de Orihuela dispone en 1804 trasladar la Peregrina al jueves inmediato después de la Dominica In Albis, para que no coincidiera la romería con el tiempo de Cuaresma), se celebraba en Santa Verónica en honor de la Faz Divina, estableciendo allí una función religiosa cuyos gastos costeaba el Municipio». En el centro del prebisterio del templo se colocó en 1518 -ha hecho ahora 500 años- una lápida de mármol blanco con el escudo de la ciudad de Alicante y una leyenda en latín que dice: «Atestiguo que Alicante es patrona de esta casa, comunidad y templo».

La «Crónica» de Viravens relata que hubo de protegerse en Los Ángeles el conocido como «Pi Sant» porque las gentes se llevaban trozos del mismo expoliándolo, que «la Ciudad acudía con solícito interés a procurar medios de subsistencia a las religiosas» del Monasterio de Santa Verónica, que el Municipio incluso administraba las rentas propias de la comunidad de monjas, a quienes procuraba asistencia en sus enfermedades. Fue el Municipio quien construyó, con sus fondos, la torre de piedra que se levantó para refugio de las monjas en caso de invasiones berberiscas. El Ayuntamiento construyó en 1590 el retablo del actual altar mayor y reparó a principios del siglo XVII todo el edificio, dañado por una avenida de aguas del barranco de Lloixa.

De 1636 es el decreto que da al Ayuntamiento la custodia de una de las llaves -la otra quedó en manos de la comunidad de monjas- con la que se guardaba la Reliquia. Esa medida, plasmada en unos Estatutos que se conservan también en el Archivo Municipal, se dictó ante el abuso de expolio del lienzo «hasta el extremo de que las monjas cortasen de él pedacitos para satisfacer las indiscretas exigencias de las personas ilustres que los pedían». Desde entonces, el Ayuntamiento no solamente es Patrono del templo y del Monasterio, sino también custodio de la Santa Faz, es decir, garante de la integridad y conservación del relicario que encierra el lienzo que trajera mosén Mena desde Roma a la población de San Juan de Alicante.

En 1669 el rey Carlos II dicta una Real disposición estableciendo para el gobierno de la Ciudad las formalidades que el Ayuntamiento debe cumplir en esa función de custodio. Son las formalidades que se mantienen desde entonces: es el Ayuntamiento Pleno quien acuerda extraer la custodia y quien nombra al concejal-síndico para la apertura del camarín donde se guarda. Al concejal-síndico se le entrega al llegar al Monasterio las llaves que se guardan en la caja fuerte del Ayuntamiento: ahora son dos las que tiene el Ayuntamiento y otras dos que estaban hasta el sábado pasado en manos de las monjas clarisas. Son las llaves que se utilizan para sacar y guardar la custodia con la reliquia tras su exposición al público. Es el secretario del Ayuntamiento quien levanta acta oficial del hecho. Recuerdo que fui síndico en 1989, cuando, con motivo del quinto centenario, la Santa Faz visitó casi todas las parroquias de la ciudad. Al entrar en la Misericordia, primera estación en el casco urbano, el párroco anunció a los fieles mi presencia como representante del «poder civil moderador» en la custodia de la Reliquia. Cada día acudía a un templo a primera hora de la mañana y a última hora de la tarde para que un sacerdote extrajera y guardara la custodia, que permanecía dentro de una hornacina de metacrilato cerrada con cuatro candados. Las llaves de los candados las conservaba conmigo durante las 24 horas del día.

En la citada «Crónica» de Viravens se relatan muchos más hechos que prueban que la Santa Faz es del pueblo de Alicante, cuya representación y gobierno corresponde al Ayuntamiento de la ciudad. Ni el Obispado ni el Cabildo de la antes Colegiata y hoy Concatedral de San Nicolás tenían más responsabilidad que el de su participación en las celebraciones religiosas.

Averiguar

Ante los sucesos de estos días, el Ayuntamiento debe desempolvar los documentos que acreditan a la ciudad de Alicante el PATRONATO PERPETUO de la iglesia y el Monasterio. Si al amparo de las inmatriculaciones en toda España de bienes públicos a nombre de las jerarquías de la Iglesia Católica alguien hizo lo propio con la Santa Faz de Alicante, recúrrase para impedir no sólo un posible traslado de la Reliquia, sino un uso distinto del de custodia religiosa de unas edificaciones que pagó desde hace más de cinco siglos el Ayuntamiento y el pueblo de Alicante, como acreditan otros documentos, por ejemplo cuando Fernando VI, en 1748, asignó de los fondos de la Ciudad destinados al Rey la cantidad necesaria para una de las varias reconstrucciones del templo.

Tiempo habrá, después, de averiguar si algún alcalde de los últimos veintitantos años conoció la posible inmatriculación del templo y Monasterio de la Santa Faz y si, por ignorancia, neglicencia o complicidad, toleró o consintió para que se inscribieran en el Registro de la Propiedad todos esos bienes a nombre de una persona jurídica distinta del Ayuntamiento.

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