Los apenas cinco peces que quedaban vivos en el acuario de la Plaza Nueva viven, desde ayer, en el Oceanogràfic de València, donde ahora están en cuarentena, dentro del «protocolo habitual». El Ayuntamiento de Alicante, sin previo aviso, bajó ayer definitivamente las persianas de la instalación municipal tras trasladar los ejemplares vivos, entre peces y otras especies, a la capital del Túria.

Fuentes del gobierno local no concretaron el número de ejemplares enviados al Oceanogràfic, aunque habituales de la zona aseguran que la pasada semana solo quedaban cinco peces vivos. El traslado se realizó, según las mismas fuentes, con el visto bueno de dos veterinarios, el municipal y uno llegado desde València.

«Cuidados y garantías»

Tras veinte años de actividad en el centro de Alicante, la pecera echa así el cierre definitivo a la vida animal. La decisión se anunció desde el ejecutivo municipal, liderado por el popular Luis Barcala, el pasado mes de julio, cuando se detectó el fallecimiento de más de una veintena de peces por un problema en el sistema de refrigeración.

«A día de hoy, los técnicos no aseguran que se pueda garantizar la supervivencia de los peces, así que hemos optado por trasladar a la totalidad de los ejemplares de manera definitiva», explicó hace cuatro meses el concejal de Medio Ambiente, el popular Israel Cortés, quien anunció que llevaría a cabo el proceso bajo la supervisión de los animalistas: «Así se lo hemos comunicado ya a varias asociaciones animalistas, a las que además hemos invitado a estar presentes durante todo el proceso de extracción y transporte para observar el tratamiento, que será realizado con todo cuidado y garantías».

Ese mismo fallo en el sistema de refrigeración ya provocó la muerte de todos los ejemplares marinos durante el verano de 2015, nada más llegar el tripartito al gobierno municipal de Alicante, lo que a su vez obligó a cerrar las persianas para resolver los problemas técnicos. Veinte meses después (un largo período que provocó las duras críticas de los comerciantes de la zona), y tras una inversión de 120.000 euros, la pecera de la Plaza Nueva volvió a abrir al público. Sin embargo, la muerte de los peces tres años después reabrió el debate sobre la pertinencia de mantener especies vivas en el acuario de la Plaza Nueva.

La pecera estuvo rodeada de polémica desde su puesta en marcha, en 1998, cuando ya hubo protestas de vecinos y ecologistas, junto a quejas por la dificultad para ver los peces tras el cristal y la falta de accesibilidad de la instalación. Esas quejas fueron constantes.