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Juan R. Gil

El PSOE vuelve a liarse

Hay que reconocer que, desde que el PSPV-PSOE fue secuestrado en Alicante y hecho desaparecer en València, el partido se ha convertido en la mejor plataforma de entretenimiento a la que uno puede aspirar si no quiere o no puede pagar la cuota de Netflix o de HBO. Las demás formaciones políticas no es que no tengan lo suyo. El PP, por ejemplo, aún no ha limpiado la sangre de la guerra civil entre sorayistas y casadistas y ya se apresta a otra carnicería, la que se sustanciará en las candidaturas municipales y autonómicas, con la incógnita abierta de si Pepe Císcar los matará a todos o entre todos matarán a Pepe Císcar. Podemos pretende competir, pero no sabe: se ha convertido en algo previsible, que vive en la misma continua pelea en la que vegetaban los partidos clásicos que tanto denostó, y ha reducido aquellos famosos círculos a simples cabezas de alfiler. Ciudadanos sigue siendo, así en Alicante como en el Cap i Casal, un borrón en papel carbón: sacarán lo que Rivera, o Arrimadas, saquen; serán lo que Arrimadas, o Rivera, sus carteles universales, quieran; pero es difícil encontrar una cosa más aburrida, menos atractiva que esta que se llevan aquí entre manos los Argüeso y compañía. Compromís ha perdido fuelle, el paso por el gobierno del Botánico (del tripartito de Alicante, mejor no hablamos) le ha quitado magia: sacaron la rebeldía de las calles pero no la llevaron al Diario Oficial de la Generalitat sino que la confinaron en Twitter o la ciñeron a la lengua, y ahora a ver con qué promesas enamoras de nuevo al personal. Esquerra Unida vuelve a ser Pavón, y con eso está dicho todo.

Ese es el mapa. No es alentador. Sobre todo en Alicante, que es la que resume todos los males que lastran a las fuerzas políticas en la provincia y en la Comunitat. Pero ninguna de ellas es capaz de rivalizar con el Partido Socialista en capacidad de sorprender, de no atender ninguna lógica, de enredarse permanentemente en líos que sólo entienden ellos y, lo que es peor, que sólo a ellos importan. Lo malo es cuando, pese a todo, gobiernan de carambola y lo que previamente hicieron mal lo sufren los ciudadanos, en forma de gestores que no sirven para el desempeño de la función pública. Me estoy refiriendo a Gabriel Echávarri, cuya Alcaldía duró tres años pero frustró la esperanza de muchos ciudadanos que esperaban un gobierno distinto en el que ellos, los vecinos, fueran lo único que realmente importara. Echávarri, por cierto, ha tardado poco en sobreponerse a la pájara e intentar volver. De momento, ya anda mofándose del president de la Generalitat cada vez que algún corrillo le atiende. Dentro de poco, pasará a mayores, ya verán. Si se trata de hacer de francotirador contra el Partido Socialista, siempre hay auténticos socialistas dispuestos a enrolarse.

Los socialistas gobiernan en estos momentos nada menos que el Estado y la Autonomía. En clamorosa minoría en Madrid y en sociedad con Compromís y Podemos en València. Pero las presidencias son suyas y, por tanto, el socialista es el primer partido. Bueno, pues ni por esas son capaces de ponerse de acuerdo en Alicante. En lugar de afrontar la próxima campaña como un partido victorioso, han conseguido aparecer como una organización fracasada y ensimismada, a la que muchos ciudadanos sin duda votarán por lo que representa, pero de la que esos mismos ciudadanos no quieren saber nada como tal organización, ni mucho menos participar en ningún proyecto que sus dirigentes propongan.

La cúpula del PSPV-PSOE se desentendió de Alicante en la confección de la listas para las elecciones anteriores. Estaba convencida de que ni en el peor momento de la escandalera del PP el PSOE alcanzaría la Alcaldía, así que permitió los manejos de Ángel Franco que acabaron en un dislate como el que supuso Echávarri. No andaban los dirigentes socialistas desencaminados. Si Podemos, que entonces sí era fuerte, se hubiera implicado en aquella campaña, Guanyar habría obtenido más votos que el PSOE. Pero no fue así y a pesar de obtener el peor resultado de su historia, Echávarri fue alcalde. El mismo día en que cogió la vara de mando, la distancia con la dirección del partido se hizo aún mayor: la realidad era mucho peor de lo que habían pensado. Así que, cuando Echávarri aún estaba calentando el sillón consistorial, cuando aún no había dimitido, los jerarcas socialistas ya empezaron a buscar un «mirlo blanco» que lo sustituyera.

El empeño se ha demostrado hasta aquí estéril. Ni Ximo Puig ni Ábalos, el secretario federal de Organización que también tiene obligaciones e intereses en esto, ni ningún miembro de sus respectivos equipos han entendido que no hay nadie con dos dedos de frente en Alicante que quiera arrimarse al avispero en que se ha convertido el PSOE. Uno tras otro, todos los nombres que han ido poniéndose encima de la mesa (muchas veces, sin el consentimiento de sus titulares) se han autodescartado o simplemente se han mantenido alejados de cualquier tentación: así ha ocurrido con el presidente de la Autoridad Portuaria, Juan Antonio Gisbert; con el rector Manuel Palomar, con el catedrático Jorge Olcina o con la también catedrática y directora general de Universidades, Josefina Bueno. El PSOE, el partido que gobierna en esta comunidad y en España, está en oferta y promoción, filtra todos los días que busca candidato para Alicante pero sigue sin encontrar a nadie. Con ser inaudita la situación, no es sólo eso lo que da la medida del fracaso. También lo es que tanto desde el Palau como desde Ferraz se empeñen en que no se celebren primarias en Alicante y de inmediato salten al campo dos candidatos, Eva Montesinos y José Asensi, anunciando que quieren disputarlas. Eso es autoridad, y lo demás tonterías.

Decía antes que el PSOE no responde jamás a ninguna lógica. Ni tampoco planifica ya nada a más de una semana vista. Nunca arregla un problema: se limita a parchearlos. Y los parches se le suelen reventar siempre a la vez y en el peor momento. Con la dimisión de Echávarri, nombraron a un secretario general en Alicante, Miguel Millana. Pero como solo lo hicieron para salir del paso, llegado el momento clave, que es el de la candidatura y la lista, Millana es el secretario fantasma, aquel a quien nadie echa cuentas. De haber nombrado entonces un secretario general de verdad, y no una marioneta, ahora las cosas serían distintas.

También después del último congreso, que Puig superó a los puntos frente a los embates de Pedro Sánchez, el PSPV nombró presidencia nueva. La escogida para el cargo fue la exdiputada Juana Serna, veterana del partido con un currículum diáfano. Bueno, pues ahí la tienen: con un perfil capaz de atraer el voto femenino (y el feminista, que no es lo mismo), el cultivado, el de la franja de votantes de mayor edad pero también el de los más jóvenes, que no en vano entre jóvenes trabajó quinquenios. Pero, sobre todo, de vuelta ya de guerras, tanto internas como externas, y con capacidad de transmitir lo que el PSOE más necesita en estos momentos: serenidad. En unas circunstancias como las presentes, y después de que mujeres como Carmena ya demostraran que lo que importa no es la edad, sino la actitud, no van a encontrar fuera mejor candidata que la que ellos mismos ya convinieron que era una figura de respeto dentro del partido. Otra cosa es que el PSOE se respete a sí mismo. No lo hace. Les pierde el espectáculo. Deberían crear un canal propio.

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