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Borrados de la faz de la historia

El aparato socialista de Ángel Franco reivindica la gestión de Echávarri y Montesinos al frente del Ayuntamiento pero sin nombrarlos jamás

Eva Montesinos y Gabriel Echávarri en una imagen de archivo Álex Domínguez

No exageremos. Estas cosas han pasado en todas las organizaciones políticas. En este país y fuera de él. Como por fortuna vivimos en una democracia, aquí no hemos llegado a lo que hizo aquel politburó soviético que borró la imagen de Trotski de todas las fotos de la Revolución como si jamás hubiera existido, pero no habrá sido por falta de ganas. Lo que sí hemos hecho es omitir de nuestros discursos a algunos líderes a los que algún día se lo debimos todo (nos moríamos por una llamada telefónica suya, por una breve cita en su despacho, por un guiño suyo en una recepción, por rendirles pleitesía en cualquier inauguración) y que de pronto se volvieron incómodos. O más bien peligrosos.

A ver si no, cómo se las ha arreglado Isabel Bonig para reivindicar las largas décadas de dominio del PP en la Comunidad sin aludir ni al Francisco Camps acosado por tramas y trajes, ni al Eduardo Zaplana hoy en prisión: a veces se les nombra (Bonig lo hace) como si jamás hubieran pisado un tribunal o una cárcel; pero otras se habla de sus logros presuntos (Bonig también lo hace) sin pronunciar ni uno solo de sus apellidos, como si las hipotéticas cosas buenas que dejaron hubieran nacido por generación espontánea; y se procura que no se filtren en la prensa ciertas fotos comprometedoras de tiempos pretéritos ahora gruesos como espinas, o se pasa rápido a otra cosa cuando un periodista hace una pregunta incómoda. A Bonig lo que le gustaría en realidad es hacer tabla rasa: como si el PP valenciano hubiera nacido ayer sin Zaplana ni Camps y sólo importara hablar de Ximo Puig y Mónica Oltra y de lo malos que son.

Olvidar para sobrevivir. No es el único caso. Uno sospecha que Mariano Rajoy llegó a creerse de verdad que Bárcenas nunca pisó la calle Génova de Madrid. Que se lo digan a Pablo Casado.

Pero esto no es sólo patrimonio del PP. Ha pasado en el PSOE. Durante mucho tiempo, en Ferraz -pero también en tantas casas del pueblo de aquí y de allá- José Luis Rodríguez Zapatero nunca estuvo en la Moncloa, no pasó ni una sola noche allí: a sabiendas de lo mal que el penúltimo presidente socialista lidió con aquella crisis que en teoría no era más que una desaceleración que nos desaceleró tanto que casi nos fulmina, toda alusión a su nombre desapareció de las pláticas de los aparatos posteriores del puño y la rosa, que abrazaron como único referente histórico a Felipe González; como si no hubiera sido Zapatero el que, equivocándose como se equivocó, también aprobó los matrimonios homosexuales o se enfrentó a la nación más poderosa del mundo a causa de las mentiras de una guerra.

Tales ataques a la franqueza de la memoria tienen su más reciente episodio en el PSOE de Alicante: el aparato del exsenador Ángel Franco, que domina esta casa como la dominó siempre y por los siglos de los siglos así sea, se paseó el pasado sábado por las calles de la Zona Norte repartiendo unos dípticos en los que no sólo se adjuntaban los supuestos éxitos de los gobiernos de Pedro Sánchez y de Ximo Puig, sino también los que presuntamente consiguió el gabinete de Gabriel Echávarri, sólo o acompañado, antes de su desaparición. Eso sí, la gente de Franco y su actual mano derecha, el secretario general de la ejecutiva local Miguel Millana, no nombraron ni de casualidad ni a Echávarri ni a su heredera, la portavoz del grupo municipal Eva Montesinos. Puede comprenderse a medias lo del hombre ausente. Pero sólo a medias: Echávarri erró y ha sido procesado y va a tener líos en los tribunales mucho tiempo, pero si nos gusta lo que hizo en Turismo, Cultura o Deportes, justo será reconocerlo de la misma forma que tendremos que admitir que Zapatero fue un presidente desastroso en materia económica pero ejemplar, al menos en clave de izquierda, en cuestiones sociales. Ahora bien, lo que ya no se entiende de ninguna de las maneras es lo de la mujer ausente: Montesinos no está procesada, fue la arquitecta de esa gestión (que ya digo, podrá gustar o no a la ciudadanía, pero en teoría gusta al mismo aparato socialista que le hace al vacío mientras reparte propaganda alabando sus noches de curro) y por si fuera poco quiere ser alcaldable al frente de un partido que ahora mismo sangra por no tener ninguno.

La ejecutiva de Millana (o sea, de Franco) está tratando a Montesinos de una forma infame. Pocas veces pasa que un partido margine de esta forma a una concejala propia que tuvo responsabilidades en un gobierno reciente del que fue apartada de forma tan oscura (el caso Nerea Belmonte y todo eso), y a la que, en vez de arropar con lealtad de cara a las próximas elecciones, intenta echar a un lado: nos gusta lo que hiciste pero sin que tú aparezcas. Compréndelo: queremos gente más manejable que tú.

El actual alcalde y alcaldable del PP, Luis Barcala, se debe estar riendo mucho: no en balde le están facilitando sus propios borrados de memoria, que también los tiene, Díaz Alperi, Castedo y demás.

Durante el acto socialista del sábado antes aludido en la plaza de Argel, tales muestras de esquizofrenia política se prolongaron: mientras Millana sostenía en la mano un díptico con los logros de Echávarri/Montesinos pero sin Echávarri ni Montesinos, su ejecutiva (o sea, la de Franco) difundía un comunicado en el que sólo se destacaba la presencia en este acto de la diputada autonómica Sandra Martín, curiosamente la posible alcaldable del sector del eterno exsenador en unas hipotéticas primarias; y mientras pasaba todo eso, la propia Montesinos, ajena a la ejecutiva, iba recordando a los vecinos (terraza a terraza y banquito a banquito) que ella fue la que estuvo durante el último gobierno socialista en el Ayuntamiento. Para lo malo (que hubo mucho porque así hemos acabado como hemos acabado y por eso también ríe Barcala), como para lo bueno (que algo también debió haber si luego nos dedicamos a repartir dípticos).

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