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Alicante, a la cabeza en bares y cafeterías

La provincia es la cuarta del país en este tipo de negocio de restauración

Cada vez más bares y cafeterías de la provincia ofrecen formas de ocio alternativo para captar clientes. Los hay donde son habituales los juegos de mesa. PILAR CORTés

La provincia de Alicante adolece de industria pesada y ocupa el puesto número 18 en exportación pero, sin embargo, está a la cabeza en bares y cafeterías. Toda una potencia: hay uno por cada 410 alicantinos, convirtiéndose en la cuarta provincia del país en este tipo de negocios de restauración, casi a la par que Madrid, Barcelona y Valencia. Tenemos 4.447 bares y cafeterías, un sector muy relacionado también con el turismo, de ahí que estos locales abunden en las localidades costeras. Además el sector registra un repunte del empleo del 8% en un año, como destaca la Asociación de Hostelería de Alicante. Solo Madrid y Barcelona están por encima y triplican a Alicante en número de negocios. Y Valencia, con 6.375 establecimientos. Sin embargo, atendiendo a la población, la media de bares por habitante es mucho más pareja entre las cuatro provincias.

Según un estudio promovido por la Federación Española de Hostelería, la mayoría de bares y cafeterías están en la capital, 937, lo que supone 2,83 por cada mil habitantes. Le sigue Elche con 548 establecimientos, es decir, 2,41 bares por cada millar de residentes, y destaca Benidorm, con 341 bares. Se trata de una ratio muy elevada, con 5,12 establecimientos por cada mil habitantes. Supone uno por cada 200 benidormenses.

La costa alicantina cuenta con numerosos bares también en Xàbia y Dénia. Otro ejemplo es Castell de Guadalest, con ocho bares para 205 habitantes, que son los que figuran en el informe elaborado con datos del Instituto Nacional de Estadística, en el que colaboró una marca de refrescos.

Porque, ¿qué sería de Alicante sin bares? La provincia es puntera en juguete, calzado y hasta en empresas de tecnología digital. Y también en gastronomía. El perfil de negocio cambia y cada vez abren más de corte familiar y cultural, buscando la innovación en el apretado mercado de la restauración. Locales con decoración personalizada y dulces manufacturados en horno, donde cada vez acuden más familias con niños. Cuentan con talleres de ganchillo, lecturas de poesía, presentaciones literarias, juegos de mesa y talleres de yoga.

¿Qué sería de Alicante sin bares?

¿Qué sería de Alicante sin bares?

Cocina abierta

Hace ahora dos años que Sonia García y Cristina Sarrió se lanzaron a invertir en un café cultural tras conocer, por estudios de la Cámara de Comercio, que se demandaban locales de ocio diurnos como el suyo. Abrieron El Cresol, en Alicante, un establecimiento que cierra a las 20 horas, no sirve apenas alcohol -solo cerveza- y su filosofía es la interacción con el cliente. No tienen barra y la cocina es abierta. «Los niños entran a coger sus vasos, se sienten a gusto. Intentamos ser cercanas, conocer las preferencias del cliente, las tazas están personalizadas». Elaboran zumos y granizados del tiempo y ofrecen horchata natural de Tibi. Han creado un punto de encuentro de ocio familiar y tranquilo en San Blas donde los amigos acuden a merendar y las madres tienen un espacio para estar con sus niños pues también está enfocado a ellas. «Hacemos la repostería al día y el trato con el cliente es de estar como en casa». Las propietarias son filólogas y se volcaron en la restauración por «las circunstancias. A las dos nos gusta la repostería, lo natural, y el trato con los niños». Todo es casero y cuidan los detalles al máximo: desde la cerámica hasta los saleros y las aceiteras.

No solo en este establecimiento hay talleres de ganchillo, lectura de poesía y tertulias literarias. Cada vez hay más locales de ocio donde se puede pasar la tarde en cómodos sofás o tomar saludables desayunos con panes, tartas y magdalenas caseras.

En esta línea funciona la Tetería Efemérides de la calle Fotógrafa Pilar Cortés, en Carolinas, que tras 19 años se ha reinventado para evitar el cierre pasando de los bocadillos y cubatas de antaño cuando era un pub a una tetería en la que se puede merendar y cenar algo frío. «Hay juegos de mesa, para hacer tertulias, y tratamos de ofrecer cosas nuevas para ir evolucionando. El público marca la pauta», explica su propietario, José Andrés Mateos. Este establecimiento ha ido buscando el espíritu familiar. Cada vez se sirve menos alcohol y más alimentos y bebidas naturales. «Hemos pasado una crisis y la hemos superado porque el local es en propiedad y no tenía que pagar alquiler. Ahora se nota un resurgir pero hay que darle otro aire al negocio».

En la céntrica calle Quintana está Panadería-Cafetería Cristina, nombre de la pionera propietaria que abrió este negocio en 2005 y que la dueña actual, Raquel Pérez, entonces empleada, decidió mantener. Este establecimiento se nutre de vecinos y de muchos extranjeros ya que en la calle Quintana hay un hostal para estudiantes de idiomas y academias, para los que prepara cada día café y dulces hechos en horno propio. Una clientela a la que hace un par de años decidió ofrecer wifi para abundar en ese servicio personalizado y cercano. «Es lo que intentamos, que el cliente se sienta como en casa».

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