«Soy la típica chica con tacones y rimel que me pasé la vida en oficinas, como contable, y cuando me fui al paro decidí dar un giro a mi vida». Begoña Condado, cumplidos los 50, ha hecho el primer curso de soldadora. Nunca imaginó algo así pero ahora lo recomienda fervientemente «porque no es cuestión de fuerza, sino de maña, y darle al taladro percutor o a la radial es todo un arte. La primera vez se ve iban las rayas a todos lados y cuando lo consigues te sientes poderosa».
Begoña ha educado a su hijos, chica y chico, en la igualdad, así que las becas de Educación para introducir a las mujeres en ciclos formativos tradicionalmente copados por hombres le parecen la mar de bien, aunque en su caso ha accedido a la FP a través del Servicio de Empleo por estar en el paro.
«La única mujer en clase, pero después de ayudar a los demás con el programa informático los primeros días, hasta que tuvimos el equipamiento y pasamos al taller, dejaron de pensar aquello de qué hace aquí esta loca. Siempre he sido una más en las aulas de Fempa», la escuela de FP de la federación del metal.
Ayudas
Para fomentar de forma extra el acceso de las mujeres a ciclos formativos masculinizados, la Conselleria de Educación lanza una convocatoria de becas dotadas desde 378 a 600 euros -suman 250 ayudas en total- con plazo para pedirlas hasta el día 17 de octubre.
Los ciclos a los que se anima a cursar a las chicas van desde la familia de la electricidad y la electrónica a la de la fabricación mecánica, pasando por el transporte y mantenimiento de vehículos, la instalación de frío y calor, o de energías renovables y agua. Un total de 37 títulos dotados con 96.600 euros para propiciar que se matriculen mujeres.
«Se trata de ciclos con muy escasa presencia femenina pero que han experimentado una disminución de alumnado en los últimos años y que, sin embargo, presentan una buena inserción profesional. Son un nicho con elevado potencial», subrayan desde la conselleria.
A Carolina Blázquez lo que le molaría es trabajar en un taller mecánico, ponerse debajo de un coche, así que estudia el ciclo de Electromecánica. La pasión le viene de familia, su padre es profesor de Mecánica, pero no se decidía porque lo ve como un mundo de hombres y pensaba que no le iban a coger. «Con la ley de Igualdad pienso que ahora tengo una oportunidad, aunque creo que todavía es un mundo de hombres y algo machista», apunta.
Le quiero preguntar cuantas chicas son en clase y contesta antes de terminar: «Yo». La única. Se ríe. No le preocupa. Tampoco en el aula le tratan entre algodones, solo es una más. Hace años le daba mal rollo, pensaba que no le cogerían para trabajar o que le mirarían de reojo pensando si se estropearía las uñas. Me las enseña. Le gusta la escalada y las lleva siempre cortas. Y el pelo se lo recoge «para meterme en faena». No hay diferencia que valga.
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Fuente: Conselleria de Educación
Entre sus amigas cunde el entusiasmo y esperan a ver cómo le va por si se apuntan. En su casa la única reacia es su abuela. «Me dijo que si me iba a tirar al suelo a arreglar un coche». Le dijo que «sí, yaya, sí».
Antes había estudiado Auxiliar de Enfermería «por estudiar algo, pero no me gustaba», y trabaja a diario en una tienda de ropa, pero lo que está deseando es meterse bajo un coche. «Ir a trabajar en algo que no te gusta es muy duro, y como tengo que trabajar me estoy preparando en esto, porque espero poder elegir», aventura.
Electricidad
Apenas 244 alumnas cursan en toda la provincia alguno de los ciclos masculinizados que comparten con un total de 5.280 chicos. Esta notable diferencia y las elevadas posibilidades de empleo son las que llevan a Educación a convocar las becas para mujeres.
En fabricación de elementos metálicos, transporte por carretera, electromecánica de maquinaria y energía solar térmica, no hay matriculada este curso en la provincia ni una sola mujer, según los datos facilitados por Educación.
Es por eso que el Servef dirige a mujeres en paro hacia estos ciclos que también se imparten en Fempa, que igualmente beca a alumnas por la igualdad.
Allí llegó Ester Orenes al superior de Electrotecnia y Automatización. Ya hace 20 años que estudió el Bachillerato Tecnológico pero se vio abocada a trabajar en la hostelería por necesidades económicas.
De pequeña bajaba con su padre, electricista, al taller, y «le pillé el gustillo», así que como lo de la hostelería no le llenaba se lió la manta a la cabeza para retomar su vida profesional. «Yo sabía que valía y la electricidad me llama mucho la atención. Tengo ganas de trabajar en esto y en diez o quince años sentirme satisfecha de lo que he hecho».
Mientras estudia, trabaja desde hace un mes en la empresa Aludium «en acabados y producción. Láminas de alumino de diferentes espesores se reducen conforme pasan por máquina, se embalan y se cargan». Ester dirige grúas, carretillas y plataformas elevadoras. «La grúa esta suspendida y la llevas con un mando para coger el producto cortado y colocarlo», advierte.
En el Bachillerato eran solo dos chicas, la otra hizo Informática, y ahora está sola en el aula otra vez, pero en el trabajo «hay más como yo. Eso motiva más», confiesa.
