Experimentar los estragos de un divorcio, la culpabilidad asfixiante por desear apostar a todas horas o la adicción a las drogas como un calvario del que difícilmente se puede huir. Tres situaciones diferentes que, en muchos casos, desembocan en un mismo desenlace: una vorágine de melancolía, alteraciones del bienestar emocional y desórdenes neuronales. Los divorcios, la ludopatía y las drogas han disparado las enfermedades mentales graves en la provincia de Alicante, que ya han alcanzado los 30.000 casos.

Según los expertos consultados, cualquier adicción o hecho traumático puede producir episodios de ansiedad, pánico, tristeza o depresión que, si no se cura a tiempo, puede acabar en un trastorno mental severo. Además de los factores genéticos y ambientales, hay una tendencia al alza de problemas vinculados a entornos caóticos y a procesos que dejan profundas y dolorosas huellas.

La esquizofrenia, la bipolaridad o el límite de la personalidad son los trastornos graves más frecuentes que se tratan en los centros específicos de salud mental de la provincia. En general, se caracterizan por una combinación de alteraciones del pensamiento, la percepción, las emociones, la conducta y las relaciones con los demás.

Las consultas realizadas en las distinas áreas de Atención Primaria han pasado de 295.793 en 2016 a 310.324 casos en 2017. En lo referido a problemas mentales severos, los centros de salud mental de las distintas comarcas aseguran que el número de pacientes se está disparando. Así lo ha confirmado la asociación Adiem (para la defensa e integración de las personas con enfermedad mental grave), cuyo servicio de valoraciones duplica cada mes sus propias cifras, lo que está provocando listas de espera.

El gerente de Adiem en Alicante, Francisco Canales, ha reconocido que los casos están aumentando considerablemente en la mayoría de municipios y que en estas enfermedades influyen factores como la falta de apoyo de la estructura familiar, el aumento de las separaciones, las drogas, la genética, los modelos de aprendizaje o el juego: «Hemos notado más casos de problemas mentales graves por la adicción a las apuestas, a las máquinas o a los videojuegos. También afecta en gran medida un divorcio o el consumo de drogas. Esto no quiere decir que toda persona que viva una situación como esta vaya a enfermar, sólo que puede ser un factor influyente».

En rupturas sentimentales donde imperan los desastres emocionales o ante los primeros síntomas de adicción a los estupefacientes o el juego, es fundamental pedir ayuda a tiempo a los servicios sanitarios y sociales.

Lorena Girona, quien trabaja para conseguir la integración social y laboral de los pacientes, también ha querido hacer hincapié en que una depresión que no se atiende a tiempo «puede desencadenar en una esquizofrenia u otro trastorno grave», por lo que es muy importante recibir apoyo social y buscar la estabilidad a través de los mecanismos que sean necesarios.

Alto desempleo

De las 30.000 personas con enfermedades mentales graves de la provincia, sólo un 6% tiene empleo. Los expertos quieren romper prejuicios y barreras para que las personas con problemas de salud mental dejen de ser invisibles en el mercado laboral. Estereotipos y etiquetas discriminan muy a menudo a estos pacientes, que sufren en sus carnes la exclusión social, lo que los hace descender todavía más a su propio infierno por no poder aportar luz a las falsas creencias que se tiene sobre la bipolaridad, la esquizofrenia o los límites de la personalidad.

La Asociación Adiem ha puesto en marcha el servicio Silfe, cofinanciado por la Unión Europea. Se trata de una iniciativa que preferentemente atiende a personas con grado de discapacidad mayor del 33% y con valoración situación o riesgo de exclusión social que estén empadronados en alguno de los municipios de la provincia.

El efecto transformador del proyecto se basa en la integración sociolaboral de personas con enfermedad mental, basada en un modelo integrador que los capacite y prepare para acceder al mercado laboral y que, en última instancia, le permita la consecución de un puesto de trabajo, su adaptación al entorno y el mantenimiento del mismo.

La trabajadora social de Adiem Candela López-Peña ha recordado que el empleo está considerado como una de las áreas de la vida de la persona necesarias para su bienestar: «La pertenencia a un grupo o la consecución de logros mediante su desempeño laboral son necesidades que todo ser humano tiene. La entrada al mercado de trabajo para las personas con enfermedad mental todavía tiene una barrera existente y estas personas precisan un apoyo, un refuerzo y un trabajo de campo que les lleve al camino que les conducirá a cubrir el área socio-laboral que les permita estar más cerca del entorno cotidiano y de la integración».

La trabajadora social ha añadido que «la sociedad a veces puede pensar que son peligrosos cuando no es verdad y la realidad es que están totalmente capacitados para trabajar».

En este centro alicantino se les enseña a hacer entrevistas, ganar confianza, perfeccionar las tareas o técnicas para aceptar el estrés laboral. Además, Adiem establece alianzas con las empresas para su sensibilización. En estos momentos, los usuarios están intentando acceder al mercado laboral en puestos relacionados con conserjería, limpieza, mantenimiento, supermercados o tiendas de ropa.

Para López-Peña, existen muchos recursos para aportar motivación: «Son personas que llegan en situación de vulnerabilidad porque no confían en sí mismos. Hay que desmontar la idea que la sociedad tiene de ellos, todos somos iguales. Ellos pueden hacer su vida normal y no hay por qué recibir tanto prejuicio».

Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra el miércoles 10 de octubre, Adiem ha organizado multitud de actividades en su sede social de Alicante.

En primera persona

A sus 36 años, Mario tiene dos carreras y varios cursos de la tercera. Nunca ha conseguido trabajar como ingeniero, pese a estar altamente cualificado. En sus entrevistas, recibe todo tipo de negativas cada vez que admite que sufre esquizofrenia paranoide.

El mismo trastorno padece Jesús, quien acepta su vida con un tremendo sentido del humor, comentando su dolencia con una sonrisa contagiosa en el rostro: «Somos ciudadanos de primera, como cualquier otro. Cumplimos en puntualidad y responsabilidad y durante el tiempo que he trabajado nunca he dado problemas. No somos gente agresiva, somos corderitos». También Sergio, con trastorno esquizoafectivo, y Eva, con trastornos psicóticos, esperan una integración laboral y un trabajo que les permita normalizar sus vidas.

Ellos y el resto de sus compañeros reconocen que los talleres de habilidades sociales y la búsqueda de empleo que han desarrollado en el programa Silfe les han hecho reencontrarse con su potencial, tener más autoestima y darse cuenta de que «somos gente válida».