«Es mejor como jugamos ahora. El patio está por zonas, no estamos tan apelotonados, podemos jugar a más cosas y con más gente, no solo los del curso. Se está bien con todo el mundo y conoces a mucha gente». Nuria, de sexto curso en el colegio El Palmeral de Alicante, acababa de dejar el balón de baloncesto y se va a otra pista a jugar a las palas.

A Marta, de quinto, le encanta el baile que ha introducido el jefe de estudios y profesor de Educación Física, Miguel Ángel Sarabia, en el proyecto innovador «patios inclusivos». Y lo mismo que a Javier, también de quinto, ,le gusta mezclarse con alumnos más pequeños, como Samuel, con el que acaba de jugar al pilla-pilla.

«Hemos roto las barreras y la tiranía del fútbol, y se ha repartido el material de las actividades por aulas para que se responsabilicen los propios alumnos. En asambleas, los niños y niñas habían pedido jugar a otras cosas», señala la directora, Rosa María Pinto.

La música de la zona de baile la escoge el profesor, «nada de reguetón, se cuida todo mucho. Son patios inclusivos y educadores», concreta. Los hay jugando al baloncesto, a las palas, al bádminton, al colpball o golpeo de una pelota pequeña sobre la pared, o al pilote con bolas sensoriales.

Llama la atención que entre tanta actividad y cantidad de alumnos, hasta 500 al mismo tiempo en la hora de recreo desde los 6 a los 12 años, los roces son los menos y lo que prima es la sonrisa, como reza el lema del centro al entrar.

Huerto

El huerto escolar se incluye en la actividad de patio también. Los niños recogen en cestas los restos orgánicos del almuerzo como cáscaras de fruta, para aprovecharlos como abono. Y en pocas semanas, cuando baje el calor, el centro instalará una zona de teatro «para que puedan actuar, además de mesas de pic-nic, en el área más tranquila». Todas las actividades se trabajan previamente en las aulas para que cualquiera pueda elegir entre todas las posibles en los tres patios abiertos.

No hace tanto, el recreo casi se limitaba al juego del fútbol para los niños y, alrededor, las niñas charlaban comiendo su almuerzo y, como mucho, jugaban al pilla pilla. «Había más conflictos y no se relacionaban», concluyen.