Ni masificación en las aulas, ni relojes inteligentes, ni salidas al baño sin supervisión. Tras la polémica que generó la prueba para conseguir una plaza de auxiliar de Enfermería hace unas semanas, la oposición para celador reunió ayer en la Universidad de Alicante a cerca de 10.000 aspirantes en una jornada marcada por el riguroso control en la realización de los exámenes.

Estaban inscritas 10.263 personas para hacer la prueba en Alicante, un total de alrededor de 32.000 en la Comunidad Valenciana que optan a 424 plazas (118 de promoción interna y 306 de turno libre), aunque hubo muchas ausencias. «En mi clase ha faltado bastante gente, las primeras dos filas estaban vacías», apuntó Carlos Arroyo, opositor, tras finalizar la prueba. «Mucha gente de la lista no ha venido», explicó Raúl Rodríguez, otro aspirante, sobre el caso en concreto de su clase.

Al comienzo del examen, cuentan los opositores, se hizo especial hincapié en las normas de funcionamiento de la prueba. Además de las instrucciones habituales, en algunas aulas se recalcaron las pautas que protagonizan la polémica existente en torno a la realización de la oposición de auxiliar de Enfermería a mediados del mes de septiembre.

Para evitar que se repitieran los problemas de hacinamiento que se produjeron en aquella cita, con numerosas críticas al poco espacio, la Conselleria de Sanidad aumentó el número y la capacidad de las aulas y contratado a un mayor número de colaboradores para que vigilaran que la prueba transcurriese sin incidencias. «Y parece que se ha aprendido», explicaron desde el sindicato CSIF, quienes aseguraron que no hubo masificación.

Los opositores vieron idóneas las condiciones para realizar el examen. En algunas aulas, tenían una butaca libre por cada dos personas e incluso en otras el espacio era todavía mayor. «Había espacio de sobra y todo ha funcionado muy bien», confirmó Diego Gascó, opositor.

«Al empezar, nos han dicho que, después de lo que pasó con la otra oposición, teníamos que tener muy en cuenta las normas», contó Patricia González, aspirante a una de las 424 plazas ofertadas. Fuera los relojes inteligentes, prohibido usar teléfonos móviles y solo salir al baño por estricta necesidad y bajo supervisión,fueron las órdenes que se dieron en el arranque, según apuntaron varias de las personas que se presentaron a la convocatoria.

Aunque no todos supieron seguirlas. En una de las 167 aulas reservadas, un teléfono sonó tras el desarrollo del examen. «Han intentado saber de quién era pero al final no se ha averiguado y hemos seguido con la prueba», apuntó Francisco Gutiérrez.

Sin embargo, esa suerte no acompañó a otro de los casos. En el aulario 2, le sonó el teléfono a un hombre que se justificó asegurando que se trataba de la alarma. Los colaboradores contratados para vigilar le dieron la oportunidad de continuar con la prueba pero le requisaron el teléfono. Una llamada entró al mismo aparato poco después y finalmente el opositor tuvo que abandonar el aula sin derecho a examinarse.

Respecto a la polémica con la oposición de hace quince día, Sanidad recibió la petición del sindicato USO para iniciar «exhaustiva investigación» sobre las circunstancias en las que se desarrolló el examen. De hecho, como informó este diario, USO pidió «la anulación del mismo» y que se convocase de manera urgente una nueva prueba «con la designación de un nuevo tribunal».