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«En los colegios hay demasiada presión, se ha perdido la naturalidad»

Un nuevo libro de la maestra especialista en Educación Infantil pone el acento en los errores que se cometen en la enseñanza actual

«En los colegios hay demasiada presión, se ha perdido la naturalidad»

Con «Infancias. Educar y educarse», Mari Carmen Díez comparte sus artículos en prensa junto a los del psicólogo Vicenç Arnaiz para trasladar su experiencia en las aulas de Infantil. «Los ejemplos me salen sin querer, de lo que me cuentan los niños. Tienen que ver con las relaciones familiares, los sentimientos, las nuevas costumbres de la sociedad, los móviles y la forma de criarles» apunta.

P Desde su experiencia ¿qué faltaría hoy en las aulas

R Todo lo que tiene que ver con la naturalidad. Poder ir tranquilo al colegio, sin la sensación de que me suspenden, de que se me ha olvidado el cuaderno, delos deberes. Hay demasiada presión y aceleración. Uno debería ir al colegio para ver qué te dice el de al lado, primar lo social y lo emocional, y de paso se aprende, no al revés. Se ha trastocado la prioridad. Con tanto hincapié en los conocimientos y las tecnologías se nos ha olvidado hablar y jugar.

P ¿Qué edad marcaría para seguir jugando en el aula?

R Con seis y ocho años son pequeños todavía y de pronto ya no pueden jugar. Se debería seguir más el ritmo de las emociones y las relaciones. El asombro es muy importante y lo estamos matando. Les damos tantos estímulos y tan pronto que se saturan. Con cuatro años han ido dos veces a Disneyland y cada domingo a un sitio distinto, y olvidan el asombro del salto de una piedra en el agua.

P ¿Qué me dice de los juguetes electrónicos tan en boga?

R Son muy bonitos de ver, se queda una pasmada, pero los niños no juegan porque el aparato lo hace todo. Se corre el riesgo de que los niños estén apáticos. Se pueden trabajar las habilidades sociales y la comprensión, sin tanta presión por empezar con la o y la i cuando no saben lo que es.

P Dígame algún ejemplo.

R Ante el cuadro de Velázquez, Venus del espejo, una niña dijo que le daba asco. Le pregunté si es que no la tocaría y explicó que si su mamá estuviera así, le daría asco. Se abrió el debate. Otros le hicieron ver que era vergüenza. También se trata de no pecar evitándoles frustraciones porque lo ven todo en la películas. No es que haya que meterles las cosas por el ojo, pero tampoco taparlas.

P ¿Recomendaría llevarles a un funeral?

R Claro que sí. No todo el rato, pero lo recomiendo enfocándolo como una despedida. Si le quieren y le han tratado tienen que despedirse. Ni el hospital ni el funeral son tan traumáticos. Se acordarán después de cualquier situación, no solo de la enfermedad, porque las imágenes no se sustituyen, se quedan todas. Si lo verbalizan es más sano que actuar como si no hubiera pasado nada.

P Los padres se hacen un lío en esos momentos tan duros sobre cómo conducirse.

R A lo mejor es un poco más incómodo cuando la muerte es cercana y duele, porque preguntan dónde está o a dónde va. Hay que ser verdadero porque decirles que se ha ido volando al cielo o que es una estrella lleva a los niños a no acostarse mirando hacia arriba porque notan su falta. Puede parecer morboso, pero hay que hacerles ver que ha terminado y se puede hacer mirando sus fotos.

P Otro tema escabroso es el bullying

R La intervención interesa que sea lo antes posible. Cuando son pequeñitos, de 3 a 5 años, ves cómo se relacionan entre sí, si se trata de una pelea o de un conflicto de poca monta que yo calificaría como un pulso, igual que hace una camada de perros que miden sus fuerzas. Entre los niños se empujan a ver quién aguanta más y a eso no le daría importancia, hay que verlo con una mirada evolutiva, para que no haya peligro.

P ¿Cómo distinguir la línea roja?

R Que jueguen a perseguirse y a empujarse no implica una segunda intención en general, pero se puede notar si hay una carga excesiva, si se pega más de la cuenta o se convierte en una manía hacia algún compañero. Cuando solo está empezando se interviene, se destapa y desaparece.

P Como lo cuenta parece fácil pero es evidente que no lo es.

R Hay que estar a la escucha para evitar lo que pueda venir. Recuerdo un caso de tres niños que se metían con otro de cuatro años que se reía como un loco, lo enfocaba como una amistad y decidí intervenir delante de todos. Burlarse y meterse con alguien no es un juego y si hace falta se ponen límites, pero ningún niño actúa de sopetón, las actitudes se ven pronto si les miramos más a ellos.

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