n «No noto las manos, me voy a hundir». Éstas fueron las primeras y dramáticas palabras que escucharon los bomberos que se desplazaron ayer hasta una vivienda en la calle Concha Espina (en el entorno de Vistahermosa), tras recibir el aviso de que una mujer, de 80 años de edad, se había precipitado a un pozo situado en el jardín de su vivienda.

Cuando los bomberos llegaron al lugar de los hechos, sobre las 9.30 horas de la mañana de ayer, la octogenaria llevaba al menos unos veinte minutos en el interior de una antigua fosa séptica, que tenía el nivel del agua a unos seis o siete metros de distancia respecto al suelo de la parcela. La víctima estaba flotando, agarrada a una manguera de riego y a una escalera que le había lanzado su jardinero, que fue quien la encontró en el interior del pozo al buscarla por la parcela tras darse cuenta el marido, de unos 90 años, que llevaba varios minutos sin ver a su mujer. «La señora, al parecer, estaba echando veneno para las hormigas en el jardín cuando pisó la tapa del pozo, que se partió, lo que precipitó su caída al agujero. Ha tenido mucha suerte al caer en vertical, porque un mal golpe hubiera podido ser definitivo. Si cae en cualquier otra posición, es posible que el final hubiera sido otro distinto», explicó ayer Luis, el jefe del equipo de rescate de los Bomberos que llegó hasta la vivienda, donde ya se encontraban dos unidades de la Policía Local.

Urgencia

Al contemplar el escenario, y tras escuchar las palabras de desesperación de la persona, el mando ordenó saltarse el protocolo habitual ante la urgencia de los hechos. «Un bombero, Noé, bajó enseguida porque la mujer decía que no aguantaba más, que ya no sentía las manos ni los pies. Le echó mucho valor», prosiguió ayer el jefe de la unidad.

Así, ante la urgencia, el bombero descendió de inmediato por la escalera [no había tiempo ni espacio para cambiarla por una escalera de Bomberos] que le habían lanzado previamente a la mujer, que presentaba síntomas de hipotermia, ya que en total llevaba en torno a media hora sumergida en un «agua que estaba bastante fría». Ya en una situación más tranquila, los compañeros del bombero le lanzaron una cuerda, que le sirvió para asegurar a la mujer a través de un improvisado arnés. «Cuando llegué a ella, me di cuenta que la mujer estaba exhausta, no aguantaba ya mucho más. Le aseguré con una cuerda que me lanzaron», relató ayer Noé, el bombero que se convirtió en el salvador de la octogenaria, que permaneció en todo momento consciente, según confirmaron los bomberos. «Cuando la vi, sólo tenía algunas rozaduras en la pierna y en el brazo, nada más. Yo le miraba la cabeza, pero nada. Es sorprendente tras caer unos seis metros», explicó el bombero que devolvió a la mujer a la superficie.

Hasta el lugar de los hecho se desplazaron dos ambulancias. La mujer fue trasladada al Hospital de Sant Joan, donde ayer quedó hospitalizada en Observación con contusiones en una pierna.