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Fernando Ramón

La hora de la conciliación

Si las pretensiones de la Comisión Europea se cumplen, los países de la UE deberán decidir antes de abril qué horario quieren mantener tras la decisión de suprimir los cambios de hora cada último domingo de octubre y de marzo. Hasta entonces seguiremos asistiendo a un largo y proceloso debate sobre ventajas e inconvenientes de estar encuadrados dentro de uno u otro huso horario, de lo que puede suponer para el ocio, para el turismo, por qué optan las comunidades autónomas y seguro que la dialéctica, al menos en España, no será pacífica. Pero independientemente de la decisión que adoptemos, no estaría de más aprovechar la situación para luchar por asimilarnos también a Europa en eso de las jornadas laborales por aquello de intentar hacer mucho más accesible la conciliación familiar. La Comisión Europea, tan dada a exponer y cuestionar los temas, pero a resolver con cierta lentitud, se ha autoimpuesto en esta ocasión un plazo corto para que los países miembros decidan, cada uno de forma completamente independiente, la hora que implantarán en sus respectivos territorios, por lo que deberíamos seguir esa estela para acompasarnos también en eso del horario laboral a nuestro compatriotas europeos. Empresarios y sindicatos se han manifestado en numerosas ocasiones predispuestos a ello y en diferentes momentos también nuestros gobernantes han hecho una declaración de intenciones en el mismo sentido, por lo que sería más que deseable que el propósito de adaptarnos a los tiempos europeos no se quedara en el baúl de los recuerdos. Seguro que progresaríamos, y mucho, en una cuestión tan fundamental como es la conciliación familiar, reivindicación que muchas y muchos llevan anhelando desde hace ya tanto tiempo que algunas y algunos ni lo recuerdan.

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