En el marco de la polémica abierta por la presunta irregularidad de másteres a representantes políticos, al margen de la exigida igualdad de oportunidades, la Fundación Conocimiento y Desarrollo que preside la a su vez presidenta del Banco Santander, Ana Botín, presentó ayer los resultados del último informe sobre las universidades referido al curso 2016-17.

El documento revela que uno de cada cuatro de los alumnos que acaban un grado, el 27,4%, sigue estudiando y se matricula en un master. Los matriculados en másteres han aumentado significativamente en los últimos tres años, hasta cuatro puntos,mientras que los que se matriculan en un grado han ido descendiendo ligeramente por causas demográficas de natalidad.

Apariencias

El catedrático de Filosofía de la Universidad de Alicante Manuel Atienza reflexiona que efectivamente la actual sociedad está inmersa en una «época de apariencias» y que, por lo mismo, la gente lo que quiere son títulos. Algo le huele mal a este especialista filosófico y crítico sobre la realidad que nos rodea: «Yo diría que lo habitual es que los másteres se compran. Si nadie suspende un máster es extraño pensar que todos son estudiantes excelentes».

La media de la tasa de rendimiento (aprobados) del alumnado de los másteres ronda efectivamente el 90%, siempre según el referido informe de las universidades, y relega el porcentaje más bajo entre los que se imparten de forma no presencial y en las universidades públicas, con el 70%.

Al rector honorario de la Universidad de Alicante, Antonio Gil Olcina, también le preocupa sobremanera el escándalo de los másteres y considera necesario que se eleve el nivel de exigencia y, por tanto, que se revisen minuciosamente los contenidos.

«Los cursos 'magistri' muchas veces hay que replantearlos y revisar los niveles de exigencia. Con eso quedaría resuelto el problema. Sin nivel de exigencia se pueden propiciar muchas cosas», sentencia Gil Olcina.

Preferencias

El señalado incremento porcentual de estudiantes de máster responde también, en cierta medida, a la obligatoriedad de cursar los que son habilitantes, es decir, que se exigen para desarrollar determinados trabajos como en la abogacía o la enseñanza. Según se desprende del informe CyD, uno de cada tres másteres son de este tipo, y el resto abarcan todo tipo de estudios sobre la salud, la sociología, ingenierías, historia y un largo etcétera.

El conseller Manuel Alcaraz, como «profesor y ciudadano crítico», confiesa asimismo su preocupación por el sistema de enseñanza a que ha dado lugar el Plan Bolonia. «Se ha instalado la angustia vital en la sociedad de que si no tienes titulaciones no eres nadie, y eso se ha hecho rebajando los contenidos», lamenta.

Por eso opina que la situación «exige una revisión global, aunque haya másteres excelentes. No hay derecho a poner en tela de juicio todo el sistema de másteres y al profesorado, ni siquiera al de la universidad madrileña, pero la integridad es cuestión de toda la sociedad», advierte.

El conseller alerta de que una vez encontrado un «agujero negro» al respecto, confía en que «se pongan las medidas adecuadas , porque un escandalo en la universidad es más escandalo, no solo por afectar a políticos de primer orden, sino porque los ciudadanos se sienten personalmente agredidos», subraya.

También llama la atención, entre los datos que se pueden extraer del último informe de las universidades, que el 48% de los másteres que se imparten en las universidades privadas son no presenciales, frente al 14% de los no presenciales entre los que ofrecen las universidades públicas.

Medidas

El rector de Alicante, Manuel Palomar, sostiene por su parte que el progresivo aumento de matriculados en másteres refleja la satisfacción del alumnado, «al margen de lo sucedido en una universidad o un instituto en concreto, sobre lo que habrá que investigar y tomar medidas».

La Universidad de Alicante, como el resto de las de la Comunidad, cuenta además con «herramientas tecnológicas que contrastan cualquier trabajo para detectar posibles plagios. La solución es la tecnología y si en un cesto hay una manzana podrida no tiene por qué afectar al resto del cesto», concluye.