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Análisis

La que tenían preparada los dioses

Con tres ministras a la vez en Alicante, el PSOE perdió otra oportunidad histórica para frenar la imparable caída que le pregonan las divinidades y las encuestas

La que tenían preparada los dioses

El sábado en el ADDA, el PSOE de Alicante no vivió un acto sino dos, como si fueran dos vidas irreconciliables destinadas a no encontrarse nunca. En la primera de ellas, una militancia socialista procedente de toda la provincia asistió enfervorecida a diversas mesas redondas cuajadas de gente de primera fila sobre los desafíos de este milenio que se nos viene encima: escuchó al exrector y catedrático Andrés Pedreño pidiendo a todos los partidos políticos que «se obsesionen» en formar a los jóvenes en la inteligencia artificial porque de lo contrario este país quedará descolgado de todas las prosperidades posibles; participó en un debate en el que se advirtió de que esas nuevas tecnologías están muy bien, pero que deben llegar también a los pobres de la tierra en un pensamiento que avaló la profesora Nuria Oliver cuando advirtió de que la mayoría de tanto conocimiento científico está en manos de las grandes corporaciones; por supuesto, de ahí se pasó a proclamar que sólo la socialdemocracia y su ética son capaces de velar por el bienestar de todos frente al férreo marchamo de los mercados y su falta de conciencia; y todo ello quedó eternizado aludiendo a literatos, poetas y filósofos: la ministra de Sanidad, Carmen Montón, nombrando a Adela Cortina -«La ética sirve para descubrir la diferencia» -, o a José Saramago -«La alternativa al neoliberalismo es la conciencia». El mensaje final proclamó la más sólida fe en el futuro de la izquierda a pesar de que, como dijo quizás a modo de advertencia la portavoz del Gobierno y ministra de Educación, Isabel Celaá «sólo a los dioses les es permitido adivinar el futuro»Isabel Celaá, un oportuno verso de Kavafis al que volveremos más tarde.

Una atmósfera pues de entusiasmo, muy de los tiempos dorados de las rosas y los puños, muy de la era de Olof Palme, no en balde el político de cabecera del president Ximo Puig. Pero bajo tanta fe, venía soterrada una atmósfera mucho más turbia, impregnada de las cañerías de los partidos políticos: el marrón de la candidatura socialista a la Alcaldía de Alicante. Ahí, las almas se afearon.

Especialmente, la del propio Puig, como demostró al comparecer ante los periodistas: comenzó alegre como alegre era la mañana bajo el crisol de tantos sabios, pero el rostro se le fue torciendo conforme la canallesca le preguntó sobre la materia. Ya mucho más frío, optó una vez más por los mensajes en clave: ése «en Alicante no queremos repetir las épocas del pasado», lo que viene a significar que de momento la cúpula del PSPV no apoya a la edil Eva Montesinos como alcaldableEva Montesinos porque forma parte de esos tiempos pretéritos tan repudiados.

El problema es que, mientras tanto, los socialistas no encuentran a su candidato ideal porque por el momento nadie acepta tan peligrosa aventura -el portazo del rector Manuel Palomar es bien significativo-, máxime cuando, de momento, las encuestas pintan que la aventura concluirá en naufragio. De este modo, en el ADDA, el PSOE perdió la excelente oportunidad de unir esas dos vidas paralelas de las que hablábamos al principio: de fusionar los discursos de los expertos y también de las ministras (vaya cartel desaprovechado: Montón, Celaá y Carmen Calvo el viernes) con un proyecto ya concreto para la ciudad de Alicante del que pudiera hablarse con la misma alegría, anclado en esos principios éticos, en Kavafis y en la ética, en Saramago y la conciencia.

Pero no están las cosas en la casa del pueblo para esas piruetas. Máxime porque mientras Puig y su cúpula no encuentran el candidato que sueñan, Montesinos, que sí quiere ser candidata, está viviendo una situación cada vez más gélida, sabiéndose que ya sólo podrá ser segundo plato y eso si no acaba en los postres. O ni en ellos. Qué capacidad para repetir la misma historia de autodestrucción una y otra vez. Y otra más.

Y qué gran oportunidad perdida. Qué poco podía imaginar el Partido Socialista Obrero Español que este 2018 sería así cuando hace tres años Gabriel Echávarri abrazó la vara de mano para que la izquierda al fin pudiera aplicar sus recetas y sus sueños en una ciudad que cargaba con lustros de gobiernos del PP. La que le tenían preparada esos dioses capaces de adivinar el futuro a los socialistas alicantinos cuando Echávarri (y Montesinos) creían estar tocando ya el olimpo con las yemas de los dedos.

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