La delincuencia ha atracado en la zona de ocio del Puerto de Alicante. Este balcón al mar de la ciudad sufre desde hace tiempo una escalada de degradación vertiginosa, que ha derivado en que este enclave turístico se haya convertido en el escenario de constantes peleas, que se suceden en largas noches de tensión permanente, donde es muy fácil encontrar delitos, sobre todo de robo o drogas.

En ese clima de degeneración, provocado en parte por los enfrentamientos entre individuos de diversos grupos étnicos (latinos, gitanos, británicos, árabes), clientes de las discotecas que funcionan hasta las 7.30 de la mañana, son cada vez más alarmantes las quejas de propietarios de locales de ocio, tanto restaurantes como discotecas, que pierden clientes cada noche, mientras abundan los desmanes y los problemas de orden público.

Dueños de negocios que se alegraron la madrugada del domingo al ver cómo la Policía Nacional desplegó una gran redada con medio centenar de agentes que tuvo como balance seis detenidos, 52 denuncias (sobre todo por venta y consumo de estupefacientes), y el levantamiento de 12 actas de sanción por infracciones graves en dos locales.

Por encima del resultado numérico de la contundente actuación policial, esta «Operación Puerto», según la denominó la Policía Nacional, llega después de meses de pesquisas e investigación por parte de las fuerzas del orden. Entre enero y marzo de este año, la Policía Nacional llevó a cabo cuatro redadas, tres de ellas en el Barrio de Alicante, para atajar el repunte de delincuencia en las zonas de ocio.

En los últimos días de verano, estas actuaciones se han trasladado al área del Puerto, donde los agentes no descartan seguir interviniendo en próximas fechas. De momento, a las cinco de la madrugada del domingo, la zona de ocio del muelle de Levante se llenó de cascos y escudos policiales.

Despliegue policial

La Comisaría Provincial desplegó un operativo formado por 52 policías de uniforme y paisano entre las 0.00 hasta las 7.00 horas para «tratar de atajar el repunte de delincuencia en esta área». Según explicaron fuentes policiales, el objetivo de la macrorredada era controlar que «la noche se desarrollara sin incidentes relacionados con la seguridad, dar respuesta inmediata a cualquier hecho delictivo que surgiera, así como comprobar que se cumplía la normativa por parte de los locales de ocio del complejo».

En los últimos meses, según la Policía Nacional, se había detectado un repunte en incidentes relacionados con la seguridad, por lo que por parte de la Comisaría Provincial de Alicante se decidió dar respuesta y establecer un plan de acción en la zona de ocio del Puerto de Alicante para poner freno a esta situación.

Hace un mes, unos agentes de paisano ya estuvieron por la zona comprobando «lo que había, y había de todo», según comentaba uno de esos policías en plena acción. En la madrugada del domingo, el operativo se llevó a cabo dentro y fuera de los locales de ocio, procediéndose a la detención de seis personas por la comisión de hechos delictivos y levantando un total de 52 actas de propuesta de sanción por la Ley de Seguridad Ciudadana, la mayoría de ellas por tenencia o consumo de sustancias estupefacientes, siendo la mayor parte de la droga incautada marihuana y cocaína.

En el dispositivo policial participaron agentes de diferentes unidades de la Policia Nacional, adscritos a Alicante y procedentes de València, integrados en el Grupo Operativo de Respuesta (GOR), la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) formada por agentes especialistas en orden público y el mantenimiento de la seguridad ciudadana, y la Unidad Adscrita de la Policía Nacional a la Generalitat Valenciana.

Por parte de esta última unidad se levantaron 12 actas de sanción por infracciones graves para dos locales, en las que se sancionó a cada local por permitir el consumo de sustancias estupefacientes; permitir la entrada de menores; carecer de seguro obligatorio; carecer de licencia; incumplir medidas de seguridad, ya que se obstaculizaba la salida de emergencia; y permitir a los controladores de acceso trabajar sin licencia.

Entre los primeros arrestados en el operativo policial, dos jóvenes de 20 y 25 años por delitos de hurto de terminales telefónicos de alta gama sustraídos esa misma noche.

Del mismo modo, sobre las 2.10 horas los agentes localizaron en las inmediaciones de la zona de ocio a un varón de 25 años en actitud sospechosa, procediendo a su identificación y cacheo, localizando en el interior de sus bolsillos cerca de 12 gramos de «cristal» y cocaína distribuida en bolsitas o dosis preparadas para la venta, por lo que fue detenido por un delito contra la salud pública.

Un varón, de 31 años, fue también apresado por quebrantamiento de medida cautelar, por tener una orden de alejamiento sobre su expareja sentimental, que se encontraba en el mismo local. Otro hombre de 32 años fue detenido por delito de robo con fuerza en las cosas.

Y el último de los detenidos está acusado de falsedad documental, un extranjero que se identificó con un permiso de circulación falso. Cabe destacar que este individuo ejercía labores de portero en uno de los locales intervenidos, que pasó de colaborar con la policía a que los agentes lo metieran en el coche patrulla detenido.

En toda la operación, las fuerzas policiales contaron con la colaboración de cuatro vigilantes de seguridad privada, que prestan servicio en la zona, y que esa noche rompieron su protocolo de actuación habitual, no por falta de trabajo, sino porque se pusieron de inmediato a las órdenes de las fuerzas especiales de seguridad.

El último reducto

Da igual que sea verano que invierno, que la zona de ocio del Puerto se ha convertido en el último reducto de la noche alicantina. Poco después de la medianoche, los escasos restaurantes y cafeterías que siguen funcionando cierran y el público cambia. Pasadas las 3.30 horas, llega la afluencia de «nuevos clientes», procedentes de la zona centro, que acuden casi «teledirigidos» a determinados locales.

Si alguien no sabe bien dónde tomar la penúltima copa, unos curiosos relaciones públicas, provistos de intercomunicador, desvían a los usuarios hasta donde ellos quieren, especialmente a los turistas extranjeros. Cada tipo de este variopinto público tiene su bar favorito, y los conflictos llegan cuando interaccionan con los presuntos delincuentes.

Un sencillo cruce de insultos, un trapicheo de venta de droga que no acaba bien, un roce mal intencionado que hace pensar que se ha cometido un robo enciende de inmediato la mecha. Y todo a la vista de los presentes. El clima de impunidad es bastante evidente, y solo los más prudentes evitan consumir estupefacientes a la vista de los demás y se esconden en la parte posterior de los locales, en las escaleras de acceso a los aparcamientos situados frente a dos hoteles de lujo.

Con vasos de cristal en las manos, fuera de los recintos de cada negocio, la noche avanza y se producen las primeras borracheras. Da igual que sean hombres que mujeres, que de golpe se deben apoyar en una barandilla o caen por el suelo por los efectos del alcohol y, posiblemente, de otras sustancias.

En torno a las 4.30 de la madrugada, un coche Lamborghini Furia comienza a dar acelerones en la calle de acceso hasta el parking, ante la estupefacción de los presentes. Pero la sorpresa es mucho mayor cuando ven cómo de ocho vehículos policiales, que llegan a las inmediaciones de los locales sin los pilotos encendidos, bajan agentes que se dirigen a toda prisa hasta dos locales. Noventa minutos después regresan a los coches con los detenidos mientras una chica, fumando marihuana, pregunta en voz alta:«¿Qué ha pasao? ¿Que ha pasao?».