Sanidad se ha visto obligada a abrir de nuevo la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria (UTCA) a las dos semanas de haberla cerrado mandando de golpe a seis de las pacientes a casa con un informe general de «alta administrativa».

La situación de una de estas seis jóvenes se ha agravado, lo que ha requerido su inmediata hospitalización «dada su actual evolución», como consta en el informe facilitado por el Hospital de Sant Joan a preguntas de este diario. Además de esta paciente, que ha recaído -tal y como advirtieron que pasaría profesionales consultados cuando se cerró este servicio, a consecuencia de lo complicado de estos procesos-, en la UTCA están ocupadas otras tres camas con otras tantas jóvenes ingresadas tras ser derivadas de consultas externas.

El seguimiento ambulatorio semanal que han recibido las seis pacientes a las que se dio el alta forzosa el último día de julio por vacaciones del servicio ha revelado que al menos una de ellas no debía haber sido enviada a casa. Tras la segunda de estas revisiones, los propios facultativos han determinado el reingreso hospitalario de una de ellas.

No obstante, desde el hospital perciben como un éxito que «las sucesivas revisiones para control y seguimiento ambulatorio han tenido una evolución satisfactoria, sin precisar ingreso hospitalario» hasta que ya no ha habido más remedio, apenas dos semanas después de que se le mandara a casa con un alta forzosa.

Las otras tres pacientes ingresadas en la unidad recibieron el diagnóstico de su ingreso clínico en consultas externas tres días antes. El servicio, que se había destinado a casos de cardiología, vuelve a ser usado como Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria en el Hospital de Sant Joan, aunque con déficit de los profesionales necesarios, según advierte una de las pacientes que sigue el régimen ambulatorio semanal.

«Normalmente hay una psiquiatra y una psicóloga, pero la segunda está de vacaciones y no le sustituyen», apunta Andrea Carratalá, que coincidió con motivo de su seguimiento en el hospital con la joven que ha tenido que ingresar.

La propia Andrea Carratalá, que arrastra varios años esta enfermedad, advierte de que ella misma está necesitando tratamiento psicológico este mes, a pesar de todas las herramientas de que dispone por su prolongada trayectoria. «Mis padres quieren llevarme a un psicólogo privado para que no vaya a peor este mes, pero es muy duro, además de muy costoso económicamente tener que verte de la mañana a la noche con otro profesional al que tener que contarle todo lo que te pasa partiendo de cero».

La propia psiquiatra del servicio fue quien informó a estas pacientes de que la unidad de la anorexia se había vuelto a abrir, tal y como relata Andrea, «pero sin psicóloga a cargo de las chicas», se lamenta.

Fuentes del Hospital de Sant Joan indican que, al margen de la terapia que las pacientes siguen con la psicóloga o la psiquiatra, «cuando se prima el régimen de ingreso es más importante el personal de enfermería, por el control exhaustivo que llevan acabo».

También advierten de que cada caso de anorexia requiere unos u otros tratamientos hasta el punto de que mientras en unas circunstancias conviene la hospitalización, con lo que mejoran singularmente, en otros el mejor apoyo lo obtienen en casa para no aislarlas.

Profesionales consultados en el propio centro hospitalario puntualizan que si una de las pacientes ha ingresado al cabo de dos semanas parece evidente que no debía haber salido con el resto de las jóvenes el último día del mes de julio.

Se da la circunstancia de que las camas que ocupaban estas jóvenes en la UTCA hasta que se les dio el alta, fueron ocupadas días después por pacientes de Cardiología. Esta medida junto al servicio ambulatorio semanal lleva a Sanidad a insistir en que el servicio no ha cerrado en ningún momento, argumento que choca con la realidad que les ha obligado a reingresar al cabo de dos semanas a una de las pacientes dadas de alta «administrativa».