Está en el área donde se encuentran los orígenes de la ciudad de Alicante, en la zona de yacimientos arqueológicos del Tossal de Manises y al pie de la Serra Grossa, en una ubicación privilegiada que no pasó desapercibida para los promotores inmobiliarios. Para ser una playa pequeña tiene su propio «skyline», con elevadísimos edificios y urbanizaciones que se han convertido en residencia de cientos de alicantinos a la vez que en acomodo de turistas fieles, de los que vienen todos los veranos, muchos de ellos del centro de España. Sobre todo familias con niños pequeños, muy a gusto en esta pequeña playa de 400 metros de largo y 18 de ancho, abierta, semiurbana, recogida y de aguas tranquilas, que se prolonga hacia Alicante en una zona de calas vírgenes.

Esta pequeña joya del litoral alicantino está, sin embargo, muy expuesta a las fuerzas de la naturaleza. En su seno se encuentra la salida del Barranco del Juncaret, un aliviadero al mar de las aguas de lluvia de las tierras altas de la comarca, y cada vez que hay un episodio de lluvias fuertes la tromba arrastra todo lo que hay a su paso, incluida la arena, partiendo la Albufereta en dos. Raro es el año en que esto no sucede al menos una vez, lo que obliga al Ayuntamiento a realizar constantes aportes de arena, como este mismo mes de agosto tras la tromba que cayó el viernes provocando un aluvión y el cierre de la playa al baño. El Ayuntamiento, tras unas horas, la abrió ayer por la mañana, al igual que la del Postiguet. La administración local lucha para que el Consell y Costas se impliquen en la búsqueda de una solución definitiva, llegándose a barajar la instalación de una placa de hormigón cubierta de arena a la salida del barranco, lo que facilitaría el relleno cuando el mar se la lleve.

Más de diez mil personas residen habitualmente en la Albufereta, según el padrón de habitantes, cifra que en verano se multiplica por cuatro al ocuparse las segundas residencias y apartamentos turísticos. Los que optan por la pequeña playa cruzan la avenida y bajan por las escaleras, caracterizadas por estar bastante inclinadas, y entran por el paseo marítimo. Aunque la mayoría de los bañistas no encuentran pegas y alaban sus aguas, que encuentran limpias, y su arena fina, también hay quien critica los servicios. Como que no haya duchas, el mal estado de la madera en los columpios infantiles, el paseo con baldosas rotas en el borde de la arena que causa tropiezos, y el «grave problema de accesibilidad» desde la pasarela de madera que conecta el cauce con la playa, que lleva varios meses cortada. Esto obliga a quienes llevan carrito de niño o van en silla de ruedas a bajar a la playa por el cruce semafórico de la avenida.

A nivel acuático, la Albufereta es una playa muy tranquila, poco sometida al viento de Levante. Entre sus usuarios hay vecinos de las viviendas próximas, familias con niños que pasan allí el día y bañistas que frecuentan el chiringuito instalado junto al puesto de los socorristas, siempre lleno.

La playa cuenta con hamacas y sombrillas, puesto de primeros auxilios, zona de baño para personas con discapacidad, hidropedales, aseos públicos y juegos infantiles. Hay un aparcamiento que se queda corto en temporada alta estival. La Almadraba, una playa libre de oleaje, prolonga la Albufereta en dirección al Cabo de la Huerta. Al otro lado, hacia Alicante, las calas de aguas cristalinas situadas a la altura de la Finca Adoc son una joya por cuya preservación luchan los vecinos.