Una cosecha de récord. José Luis Alcaraz ha conseguido este año cinco calabazas gigantes, «cuando normalmente salen un par», explica este agricultor aficionado. Además, la mayor pesa nada más y nada menos que 176 kilos, «el máximo que he conseguido en los últimos quince años», indica.

Como cada temporada en el mes de abril planta unas semillas que trae desde Estados Unidos y es ahora cuando ha recogido los frutos. «Allí las calabazas llegan a pesar mil kilos porque tienen mucha tradición y utilizan unas cantidades astronómicas de abono. Yo uso entre tres y cuatro mil kilos para todas las que planto», afirma. De hecho, aparte de las semillas el gran secreto para conseguir una gran calabaza es el abono y Alcaraz mezcla el natural que consigue de sus gallinas y palomos con el que compra y con kilos de algas, su «pequeño truco».

«Son preciosas mis niñas», dice orgulloso. Y comestibles, aunque «algunas prefiero regalarlas a algún restaurante para que las utilicen como decoración».

Tanto disfruta cuidando sus calabazas hasta que alcanzan un gran porte que propone al Ayuntamiento de Sant Joan, donde tiene su chalé, que realice un concurso con agricultores de la huerta para elegir las mayores y mejores verduras, hortalizas y frutas. «En Estados Unidos montan auténticas fiestas y es una manera de dar a conocer los productos de la zona», argumenta. Alcaraz no sólo cosecha calabazas, tiene una gran parra que le da «más de 200 racimos de uva dulce de Calp». Y también especies más exóticas que ha conocido en sus viajes y que se encarga de conseguir para plantar en su terreno, como fruta de la pasión, tomates de árbol de tamarillo, tomates picantes, guindillas fantasma y pimientos brasileños y mexicanos. No para y ahora quiere comprar un terreno más grande para poder expandir sus peculiares cultivos.