El snorkel es una de las actividades acuáticas que más adeptos ha ganado en los últimos tiempos. Bucear a ras de la superficie es atractivo, saludable, divertido y, sobre todo, no conlleva dificultades técnicas, ya que lo puedes hacer sin equipo y sin título. Una máscara y un tubo -desde hace poco vemos que ya hay modelos que se han fusionado en un único artilugio- es el único requisito que se necesita para descubrir las maravillas submarinas, aunque ya hay estudios que demuestran que el 98% de los buceadores hacen algún tipo de contacto con el fondo en sus inmersiones. Aquí empieza el problema.

El biólogo del Instituto de Ecología Litoral, Santiago Jiménez tiene muy claro que el impacto depende de «la concienciación de la gente y del monitor», si es que hay preparador. Para Jiménez, que lleva ya años inmiscuido en la protección de los fondos marinos, «el snorkel puede ser un problema si hay exceso de practicantes. Siempre es recomendable salir con guía, que debe sensibilizar sobre el cuidado de los fondos, sobre no recoger conchas, levantar piedras o usar pinchos y salabres».

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Las repercusiones son todavía mayores si el buceador aficionado utiliza aletas. El descontrol del llamado «mar de aleteos» es bastante mayor que en submarinismo porque «hay tener alguna noción para usar aletas, que te impulsan pero erosiona. El golpeo contra el fondo deja zonas limpias de fauna y algas». Es más, cuando Santiago Jiménez escucha que para hacer snorkel «todo el mundo es apto», él piensa que «no todo el mundo es apto».

Este biólogo considera que las administraciones «ya deben plantearse hacer estudios, especialmente en pequeñas grutas donde todavía no sabemos el alcance que puede tener esta proliferación de buceadores aficionados».

La Costa Blanca ofrece multitud de enclaves muy atractivos. Desde hace un tiempo se difunden muchísimas rutas por toda la provincia. Las zonas más interesantes son, obviamente, las más alteradas, como algunas cuevas del Cabo San Antonio, la reserva natural de la isla de Tabarca o los Banyets de la Reina, en El Campello. «En alguna de estas zonas podemos llegar a tener problemas», incide Jiménez.

Muy lejos quedamos de países del Caribe o de Florida, en Estados Unidos, donde se obliga a ir guiados y con chalecos y boyas de señalización. «En España eso suena a ciencia ficción», añade este experto de Instituto de Ecología.