Ramón Ruiz y Alicia Maillo llevan veraneando en la Costa Blanca muchos años. Primero en Alicante y, desde hace un tiempo, en Benidorm. Su medio de transporte hasta sus destino de vacaciones es el vehículo propio, que conduce este madrileño a pesar de estar a punto de cumplir 80 años. Sin embargo, ayer escogieron por primera vez el AVE para viajar hasta Alicante. Pero su decisión se convirtió en toda una pesadilla por culpa de la huelga de taxistas.

El primer problema lo encontraron en Madrid, ya que desde su domicilio, en la zona del Puente de Segovia, hasta Atocha, tuvieron que ir en autobús ya que «con la huelga no teníamos un taxi para llegar a la estación». El trayecto en AVE fue normal, llegando a la hora marcada, las 11.46, pero cuando salieron al exterior de la estación comenzó su calvario.

La huelga nos le pilló por sorpresa, pero acudieron a la parada para ver si algún taxista se apiadaba de ellos y les llevaba hasta Benidorm. «Nadie nos ha hecho caso. Tan solo nos han dicho que para llegar a Benidorm podemos coger el tranvía, así que nos toca andar».

Lo que no sabían es que la estación del TRAM más cercana, la de Luceros, estaba cerrada por obras. Así que la caminata tuvo que prolongarse un kilómetro exacto que separa la estación de Adif de la estación del Mercado. Mil metros arrastrando dos maletas, con cerca de 80 años cada uno de ellos, un 29 de julio rozando los 35 grados en la calle.

Lentos pero seguros

De forma lenta pero constante, la pareja fue avanzando. Si tenían que parar, paraban, si tenían que buscar una sombra, cruzaban la calle hasta encontrar un respiro. Pero el objetivo estaba claro y la huelga no iba a poder con ellos. Primero cruzaron por Luceros, y luego, cuesta abajo, se encaminaron por la avenida de Alfonso El Sabio, metro a metro.

Cerca de su destino final, entraron en una cafetería a comprar una botella de agua. Alicia necesitaba refrescarse al haber superado tres operaciones de corazón. Su cansancio era evidente, como también iba a más su cabreo cada vez que echaba en cara a su marido que «vaya la hora en la que se le ha ocurrido venir en AVE, cuando él conduce muy bien y siempre venimos en nuestro coche».

Casi una hora después, consiguieron llegar a la estación del Mercado. Quedaba el último esfuerzo de bajar las escaleras -caminar hasta el ascensor eran más pasos que no estaban dispuestos a dar-, y de forma sosegada se plantaron delante de la caseta para canjear sus billetes de AVE por dos tíckets de tranvía.

Personal de FGV que estaba en la estación les ayudó a tramitar este cambio y por unos segundos consiguieron subir al TRAM que esperaba en el andén. La suerte les sonrió al final. No tuvieron que aguantar media hora más, hasta el siguiente tranvía, para comenzar sus ansiadas vacaciones.