Si nadie lo remedia, Alicante acabará contando con otro pegote urbanístico más en la que debería ser su postal más noble y, por tanto, más cuidada. Me refiero a esa Oficina de Turismo que, con sorprendente fervor por parte del secretario autonómico del ramo, Francesc Colomer, nos quieren plantar al inicio del muelle de Levante. La ocurrencia fue del PSOE pero parecía que nos íbamos a salvar del estropicio con la llegada del PP, que revisó el proyecto y amagó con tumbarlo. Pero, no. Barcala ha decidido finalmente seguir con la cosa y enredar aún más ese espacio donde ahora hay unos caballitos. Ya ven: en Londres ponen una meganoria; aquí, como somos más chulos, colocamos un tiovivo y, en cuanto que acaba la concesión, nos ponemos a levantar tabiques. Entre tanto, nadie conoce el futuro de la mejor oficina de turismo que esta ciudad podría tener, rehabilitada en su día con dinero público: el antiguo hotel Palas, luego sede de la Cámara de Comercio, posteriormente despachos del Ayuntamiento y pasado mañana no se sabe qué. Da igual que forme pórtico natural de entrada al centro histórico con la Casa Carbonell. Le ponemos otra pifia delante y la dejamos perder. Aquí somos así.