Tras casi una semana de dura travesía y centenares de millas náuticas a sus espaldas, los 106 inmigrantes a bordo del Aquarius vieron ayer por primera vez territorio español. La imponente sierra de Tramuntana, el murallón pétreo que guarda la isla de Mallorca apareció en el horizonte y su visión desató un torrente de emociones a bordo. Mientras los cooperantes se afanaban en explicar que esas montañas no eran el final de su camino, la noticia de que ya solo faltaban horas para llegar a València corrieron como la pólvora entre el agotado pasaje.

Desde de los primeros momentos de tensión -cuando el ministro del Interior italiano, el ultra Matteo Salvini, y el Gobierno de Malta dejaron bloqueado al buque, que por entonces transportaba a 629 inmigrantes socorridos tras un agónico rescate en alta mar-, hasta la jornada de ayer, muchas cosas han cambiado a bordo de esta embarcación gestionada por la ONG francesa SOS Mediterranée y Médicos Sin Fronteras (MSF).

El presidente de MSF en España, David Noguera, aseguraba ayer en el centro de prensa instalado en el edificio Veles e Vents que el clima a bordo era «razonablemente bueno», teniendo en cuenta que los inmigrantes llevan muchos días de travesía y tensión contenida. «Lo más duro fueron los primeros días», relataba, cuando «tenían miedo de regresar a territorio libio».

Durante la última semana, la odisea de la flotilla del Aquarius ha llevado a estos buques a cruzar casi la mitad del Mediterráneo en busca de un puerto donde atracar. Así, en su travesía han pasado ante las costas de Sicilia y a causa de un fuerte temporal por Cerdeña y Córcega, donde el pasaje sufrió especialmente los efectos del mal tiempo y unas olas de hasta 4 metros que provocaron mareos y vómitos. Por ello, cuando ayer avistaron tierra y un navío militar -el patrullero Vigia-, salió a su encuentro al entrar en aguas territoriales españolas, frente a Menorca, el júbilo se tradujo en rezos, gritos, abrazos, lágrimas e incluso bailes tradicionales. Un cóctel de emociones en el que tampoco faltó tiempo para pensar en el futuro que les espera una vez pongan el pie en València.

En todo caso, los voluntarios de Médicos sin Fronteras (MSF) y de otras ONGs llevan días preparando a los hombres, mujeres y niños que transporta la flotilla integrada no solo por el Aquarius, sino también por los buques italianos Datillo y Orone. Parte de esta preparación consiste en charlas a bordo sobre la violencia contra las mujeres o sobre las enfermedades de transmisión sexual.

Durante la semana de dura travesía, cooperantes e inmigrantes han compartido infinidad de momentos, incluso, apuntaba personal de MSF ayer, dos partos a bordo. Los ocupantes del Aquarius han sido durante días los protagonistas de un drama que ha estado a punto de provocar un incidente diplomático entre Italia y Francia y una amenaza de revuelta en el Gobierno de coalición alemán. Con su llegada a València se cierra una etapa, que para la mayoría de los inmigrantes empezó hace mucho tiempo en sus países de origen, y a partir de ahora empieza una nueva, con nuevos retos y a buen seguro dificultades, pero en tierra fime.