La crónica de la acogida de los inmigrantes del buque Aquarius es la de dos relatos con un mismo final: el de 629 personas navegando rumbo a València. El final es claro, pero según quien cuente la historia, los protagonistas políticos están en Madrid o en València. Si uno indaga en las sedes de la presidencia y la vicepresidencia de la Generalitat, el relato que puede componerse empieza así: durante el fin de semana pasado comienza a sobrevolar la idea en algún grupo de wasap de ofrecer la Comunidad Valenciana como lugar de acogida. A primera hora del lunes, la idea se pone sobre la mesa en la reunión habitual de la vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra, con su equipo. Su primera llamada es al alcalde de València y compañero de Compromís, Joan Ribó. La siguiente es al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, del PSPV-PSOE, para ver si comparte la idea y le parece adecuado que la anuncien. Adelante, dice, y que él comunicará con el Gobierno central. Al fin y al cabo, la recepción de refugiados es una competencia estatal. Mientras tanto, Ribó lanza en las redes la oferta de València como ciudad refugio y realiza las primeras declaraciones. Unos minutos después, Puig ya ha contactado con la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, y ha recibido la respuesta favorable al proyecto. El resto de la historia es ya conocido y sin divergencias argumentales.

Sí las hay si el inicio del relato que viene de Madrid. Así, lo que pasó es que el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, habló la noche del domingo con Calvo para darle instrucciones sobre la necesidad de actuar y cumplir con los compromisos internacionales. A partir de entonces, la vicepresidenta movilizó a diversos ministerios para ponerse en contacto con el capitán del barco. Así lo explicaba Efe ayer citando fuentes gubernativas. Tras recibir esa información y después de comunicar con otros ministerios, el Gobierno contactó con Puig para saber si estaba dispuesto a que el barco atracara en València. Puig dio respuesta afirmativa y el resto es conocido. Ahora solo falta que el gesto solidario (de todos) no derive en espectáculo.