Al igual que las tres carabelas de Colón, tres son las embarcaciones de esperanza y solidaridad que iniciaron anoche su viaje a València, en lo que esperan que sea un nuevo mundo para los 629 inmigrantes que viajan en ellas. «Nos gusta España porque nos acepta», decía entusiasmada una mujer nigeriana a bordo del «Aquarius», que dejó las costas de Libia en busca de un futuro mejor. La alegría de los subsaharianos que como ella se mostraron contentos y agradecidos cuando los voluntarios de Médicos Sin Fronteras les comunicaron ayer que partían rumbo al puerto de València, contrastaba con el escepticismo de marroquíes y argelinos, quienes pese a ser minoría en el barco, son conscientes de que no está tomada la decisión de qué hacer con ellos. Temen que una vez lleguen a València sean repatriados como ocurre con sus compatriotas que como ellos llegan de forma irregular al país.

Pero ayer la prioridad era otra después de la llamada de alerta de la embarcación SOS Mediterranée y de la ONG Médicos Sin Fronteras, en la que veían imposible recorrer las 700 millas náuticas que separan Malta de València en la situación de hacinamiento en la que se encontraban.

De esta forma, a lo largo de la tarde de ayer la Guardia Costera italiana comenzó el traslado desde el buque Aquarius a los dos barcos militares fletados por Italia, donde se repartieron los 629 inmigrantes. Según explicó Aloys Vimard, coordinador de Médicos Sin Fronteras a bordo de la embarcación, un total de 400 personas fueron evacuadas a los otros dos barcos.

Así, anoche los tres barcos partieron rumbo a las costas españolas, donde se espera que lleguen el sábado por la mañana.

Sobre la situación de los migrantes, los voluntarios de Médicos Sin Fronteras destacan que éstos «están contentos de dirigirse finalmente a un puerto seguro después de ser rescatados en el Mediterráneo, pero sobre todo de no ser devueltos a Libia».