Moda, tendencia, afición y una fuente de ingresos que, hoy en día, puede llegar a ser muy lucrativa. La creación de manualidades ha superado muchas etapas en las ultimas décadas. A mediados del siglo XX era una de las pocas alternativas de ocio que tenían muchas familias, especialmente entre las mujeres. En los años 80 se convirtió en una asignatura escolar (la Pretecnología de la EGB). Y en contra de lo que cabía esperar, los avances del siglo XXI no han acabado con el gusto por estos artículos. Lo que sí ha cambiado es el rendimiento económico que se consigue con ellos. La pasión por los objetos de regalo hechos a mano ha alcanzado un volumen tan elevado que ya hay muchas personas que dedican su tiempo casi en exclusiva a esta labor. Cada vez es más frecuente que la afición se convierta en profesión. Otro asunto es quien decide dar el salto y convertirse en «empresario de las manualidades», en un autónomo que declara sus beneficios y justifica sus gastos, una fase que queda muy lejos para la mayoría de las personas que hacen negocio con lo que crean con sus propias manos.

Este crecimiento de «profesionales de las manualidades» no ha pasado desapercibido para la administración. Desde el Servicio Valenciano de Empleo y Formación (Servef) son conocedores de la existencia de este «mercado sumergido», pero aseguran que «no hay establecido ningún tope máximo» de beneficios para tener la obligación de convertirse en empresa. Fuentes del Servef inciden en que «cualquier actividad de la que deriven rendimientos regulares, obliga a darse de alta y cotizar». Sin embargo, consideran que «hay muchas actividades de las que se obtienen rendimientos pequeños, en economías de subsistencia, que no se declaran porque suele resultar mayor el coste del Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) que lo que se obtiene por la actividad». Ante este panorama, el Servef planea diversas fórmulas para fomentar el emprendedurismo, pero su aceptación en este sector artesano no es muy exitosa.

Una de las variables que se pueden tener en cuenta para calibrar el volumen de negocio que mueve el mundo de los artículos artesanos son las ventas de los almacenes o tiendas que suministran el material necesario para elaborar multitud de artículos. En 2009, dos hermanas y la pareja de una de ellas abren en Alicante la tienda Scrapy Manualidades. Sólo uno de los tres tenía en ese momento cierto contacto con las manualidades (vendía artículos por internet a través de Ebay) y en nueve años, el negocio dispone de tienda física y online, cuenta con siete trabajadores y ofrecen cerca de 6.500 referencias distintas (4.500 referencias en abalorios y más de 1.900 en el resto de productos de otras técnicas artesanas).

Un biólogo con dos masters, Mourir El khattabi, es el encargado de la tienda. Comenzaron en un local pequeño y a la vista de la demanda que comenzaron a tener, trasladaron el negocio a la actual ubicación, con más espacio aunque siempre insuficiente para la gran cantidad de «tendencias y gustos que cambian continuamente».

Por este motivo, es más fácil detectar cuando se compra materia en mayores cantidades para obtener un rendimiento económico. En este caso, del 60% de los clientes reconocidos que la tienda sabe que no elabora manualidades como mera afición, al 80 % se les considera mayoristas y piden factura (con IVA e IRPF desglosado). En cambio el otro 20% solo pide tícket de caja, aunque luego revendan el material o el producto final.

Si queremos estar a día de las últimas tendencias, deben saber que las cuatro líneas de producto que más se llevan en la actualidad son el scrap (basado en recortes de papel, procedente de Estados Unidos, como la mayoría de aficiones que ganan adeptos), los complementos para bebé (chupetes, alfileres, sonajeros), la personalización de objetos (pulseras, marcapáginas para libros, chapas identificativas) y los abalorios, la técnica que más perdura, aunque va cambiado continuamente el estilo de las pulseras y collares.