«Salió a subasta y se perdió sin más. Sin rencor, porque el que pone más se lo lleva. Pero es que allí hemos vivido mil aventuras y anécdotas». Quien así habla es Alejandro Fuster Bou, el último miembro de la familia alicantina que, con la ayuda de sus hijos, ha regentado el famoso quiosco situado frente a la playa del Postiguet que abrió hace un siglo.

Un referente del paseo marítimo durante décadas, que ha afrontado los embates del tiempo modificándose incluso estructuralmente. «He estado detrás de la barra los últimos años y la gente siente mucha nostalgia pero la familia también porque son cuatro generaciones en el quiosco. En mi caso es toda una vida en la playa, desde que nací. Rompeolas y Postiguet, hemos vivido mil aventuras», relató ayer Alejandro Fuster.

El quiosco, que fue fundado por su abuelo en 1918, ha sufrido varias modificaciones a lo largo del tiempo. En un principio era hexagonal, con sólo seis metros cuadrados. Después estuvo más metido en la playa, de hecho la mitad se situaba sobre la arena. Más tarde se reformó para que tuviera dos pisos y luego lo cambiaron al otro lado del paseo, a la zona en curva, y tenía también un sótano, tal y como recordó ayer el último propietario de la familia.

«Cuando Ángel Luna era alcalde hicieron el paseo nuevo y lo trazaron más recto. Fueron dos años de obras en los que el quiosco desapareció. Luego obtuvimos el permiso para hacer éste», de 12 metros cuadrados. Aunque Fuster piensa ya en emprender nuevos negocios, ha enviado un escrito al Ayuntamiento para que se quede el empleado que tenía. El nuevo concesionario pertenece, explicó, a un grupo de hostelería que tiene otros establecimientos en la ciudad de Alicante.