Manu Velasco (Toreno, León, 1982) se define a sí mismo como «maestro con los pies en la tierra y la cabeza en las estrellas». Ejerce la docencia en la Institución Teresiana en la capital leonesa y es autor de dos populares blogs, «El blog de Manu Velasco» y «Ayuda para maestros», en los que comparte recursos pedagógicos de todo tipo y herramientas para mejorar el aprendizaje, tanto para alumnos como para profesores. Participante habitual en jornadas y seminarios sobre docencia, este sábado estuvo en Alicante con una conferencia titulada «Los alumnos son superhéroes».
P ¿En qué consiste esa heroicidad de los alumnos que reivindicó en su conferencia?
R Es muy importante que pensemos que todos nuestros alumnos son maravillosos, pero más aún que ese mensaje se exprese y llegue a ellos. Tenemos que hacerles sentir personas realmente valiosas, superhéroes capaces de cambiar el mundo. En el momento en el que miramos a los niños como si fueran un auténtico tesoro, les estamos haciendo sentir que son especiales y excepcionales. Para conseguir ver a estos superhéroes y poder disfrutar de sus superpoderes hay que realizar dos sencillas acciones en el aula: mirar y escuchar para encontrar lo mejor de cada niño, y tener ilusión y pasión para despertar el deseo de aprender.
P ¿Piensa que el sistema educativo actual pone en valor de manera adecuada las capacidades de los alumnos?
R Creo que en estos momentos estamos saturando la educación de metodologías, materiales y aparatos tecnológicos que dejan poco espacio. Poco espacio para la creatividad, para crear los vínculos emocionales necesarios para potenciar el aprendizaje y las capacidades y para mirar a los ojos. La saturación normalmente genera un bloqueo emocional y un alumno o un maestro emocionalmente bloqueado, también lo está intelectualmente. Yo en ocasiones siento este bloqueo.
P ¿Qué se puede hacer para que el alumno desarrolle todo su talento dentro del aula y lo lleve también a su vida personal?
R Pues intentar lo que estamos intentando todos, ser buenos docentes. Para mí un buen docente es aquel que se esfuerza todos los días por dar lo mejor de sí mismo a sus alumnos, que los comprende tal y cómo son, sin imponerles un ideal de lo que piensa que deberían ser, y que con gestos muy pequeños es capaz de hacerles sentir muy grandes. Aquel que aprende a leer las miradas de sus alumnos, que sabe que a nadie se le da todo bien, pero que a todos se les da bien algo y que se esfuerza por descubrirlo. Hay que impulsar su autonomía y no invadir su campo competencial, ayudando y colaborando con compañeros y familias. Y también los propios docentes debemos aprender de las críticas constructivas y de los errores.
P ¿Echa en falta alguna o varias materias para el estímulo de todas esas capacidades?
R Echo en falta que los políticos y las administraciones en vez de empeorar la educación, la mejoren. Que no se den cuenta que es imposible innovar o avanzar en algo que nos están cambiando cada cinco minutos. Y que no sean responsables en el cumplimiento de acciones como facilitar a los centros educativos los recursos y las condiciones óptimas para poder realizar cambios significativos e innovar. Sin esa base, es imposible que cambie la foto.
P ¿Qué otras medidas harían falta en el sistema educativo?
R Reducir la ratio de alumnos y aumentar el número de docentes, facilitar los recursos tecnológicos y no tecnológicos necesarios, tratar la educación como el tesoro que es y no como una mercancía política y preocuparse por el bienestar y la imagen social de los docentes, sabiendo que ese bienestar repercute en las familias y en los alumnos. También es necesario dar más autonomía a los centros y cuidar las infraestructuras. Y escuchar de verdad a los docentes, a las familias y a los alumnos. Una vez que se aborden estos y otros temas fundamentales, quizás podamos empezar a hablar materias, áreas y horarios.
P ¿Y cómo se puede mejorar el aprendizaje y el desarrollo cada día con todos esos déficits?
R Debemos valorar el gran recurso que posee nuestro sistema educativo: docentes maravillosos que sin los mimbres necesarios continúan creando cestos increíbles día a día. ¡Nos faltan mimbres y estamos innovando por encima de nuestras posibilidades!
P ¿Cuál es el compromiso que debe asumir el docente para conseguir que el alumno se desarrolle?
R Me gustaría destacar los compromisos que yo me he marcado y que considero importantes para mí. En primer lugar, saber querer a cada uno de nuestros alumnos como se merecen y que ellos lo perciban. Segundo, organizar el proceso de enseñanza y aprendizaje en función de sus necesidades e intereses. Tercero, buscar sus puntos fuertes para que a través de ellos lleguen a los contenidos mínimos del currículo, utilizando para ello la autorregulación del aprendizaje y fomentando su autonomía. Cuarto, intentar que se diviertan aprendiendo y que el aprendizaje les quede grabado por las experiencias vividas dentro y fuera del aula. Y quinto, desarrollar su competencia digital, ya que considero que es básico en su crecimiento personal teniendo en cuenta el mundo en el que van a vivir. A todo esto añado, y dándole una gran importancia, lo que mi mujer, Gaëlle Vargas, ha bautizado como las otras TIC: ternura, interés y cariño.
P ¿Cree que los planes formativos de Magisterio hacen posible que los futuros docentes desarrollen también su creatividad y la puedan plasmar después en las aulas?
R Considero que se están produciendo cambios en esos planes formativos, pero que aún faltan mucho camino por andar. Esos planes formativos deben llevarnos a una educación basada en evidencias y en experiencias, no en ocurrencias o en tendencias. También deben tener muy presente que más vale poco para aplicar que mucho para adornar.
P ¿Qué consejos suele dar a los compañeros que se dirigen a usted a través de su blog o de las redes sociales?
R Pocos, la verdad. Nadie puede decirle a un docente qué hacer con sus alumnos en su contexto, ya que él es el que mejor lo sabe y el que mejor conoce lo que necesitan sus alumnos y sus familias. En educación hay cosas que no existen y que, por lo tanto, no deberíamos creer en ellas: recetas perfectas, soluciones mágicas y llaves maestras. Lo que sí suelo decir es que siempre busquen que sus alumnos sepan mucho, pero sobre todo y, en primer lugar, mucho sobre sí mismos.