El catedrático de Política Económica de la Universidad de Alicante presentó anoche su nuevo libro, «Riegos de Levante, agua y energía», que recoge los 100 años de la comunidad de regantes más grande de Europa. Un clima semiárido, un suelo potencialmente fértil y el ingenio de sus habitantes muy desarrollado son los elementos que han caracterizado, desde hace mucho tiempo, al territorio y a la sociedad del sur de la Comunidad Valenciana, especialmente a la que pivota alrededor de Elche y su campo. Se cumplen ahora 100 años (el 5 de junio de 1918) desde que se trató de aportar el recurso que faltaba para una combinación exitosa. Las elevaciones de agua procedentes de la desembocadura del río Segura y sus azarbes fue el objetivo inicial de la Compañía de Riegos de Levante.
P Cuarto año ya de sequía en la provincia y con el sector agrícola al borde de un ataque de nervios. En su opinión, ¿cuál podría ser la solución definitiva para que los agricultores no se levantaran todos los días mirando al cielo?
R Antes que nada creo que debemos de ser conscientes del enorme avance que hemos tenido en el sur y la costa de Alicante en materia de agua. Las mejoras en la gestión y las conexiones con otras zonas han significado un cambio sustancial respecto al agua para el abastecimiento urbano, con una seguridad de casi el 100%. En el regadío es evidente que, con el nivel actual de las concesiones de agua realizadas por el Estado (Comisarías de Agua), la demanda supera a las disponibilidades y a los precios actualmente aplicados.
P ¿Alternativas?
R Las alternativas están claras. Continuar con la situación actual con restricciones periódicas en el agua de riego, se incrementa la importación de agua procedente de otras zonas, la desalación (a unos precios subvencionados en ambos casos), o se restringe la superficie de regadío. De todas formas en la provincia de Alicante, quien especialmente mira al cielo (o consulta las predicciones del tiempo en su móvil) no son los agricultores del regadío, sino los de secano.
P ¿Es sostenible que en algunas comarcas de la provincia se obtenga el agua a 400 metros de profundidad?
R Sabemos que no. Pero es sorprendente que sigamos en esa situación durante tantos años (los únicos acuíferos declarados sobreexplotados son de los años 80, después de la Ley de Aguas de 1985). El trasvase Júcar-Vinalopó y una gestión integrada de todos los recursos de la zona del Vinalopó y Alacantí debería ser la solución definitiva.
P ¿Es posible sustituir el trasvase Tajo-Segura por el agua de las desaladoras como plantean en Castilla-La Mancha?
R El Gobierno actuaría mal si asumiera esa estrategia. No puede estar haciendo leyes y creando expectativas para los regantes que han supuesto inversiones tan importantes en la mejora de las infraestructuras de riego para después anularlas. La alternativa de la desalación es complementaria y debiera tenerse en cuenta que el agua desalada, cuando se subvenciona, debemos de pagarla todos los españoles. Sería un doble gasto.
P ¿Considera fallido el proyecto del trasvase Júcar-Vinalopó? ¿Le ve solución?
R Todos desearíamos que este sistema funcionara y que las aportaciones procedentes del Júcar paliaran el agotamiento de los acuíferos del Vinalopó. Pero parece ser que el Estado se siente incapaz de fijar una estrategia global para articular el sistema Vinalopó-Alacantí. Hay demasiadas Administraciones (Ministerio de Hacienda, Confederación Hidrográfica Júcar, del Segura, Generalitat...) y empresas públicas (Acuamed, Taibilla) implicadas y ningún responsable que coordine qué tiene que hacer cada uno. Así, desde luego no podremos dar una alternativa razonable a una cuestión que no escondo que es muy compleja.
P Una primavera más hemos asistido a la imágenes del Ebro desbordado. ¿Se podría recuperar el proyecto de alguna manera?
R Creo que será muy difícil. El posicionamiento de los distintos partidos políticos no permite ver esa alternativa como factible en estos momentos.
