Antonio Fernández Valenzuela, político, empresario y uno de los escasos referentes de toda la provincia que han marcado una época del socialismo y el empresariado de la provincia, falleció ayer a los 70 años de forma repentina en su casa de Alicante. Por lo inesperada, su muerte causó, nada más conocerse sobre la una de la tarde, un fuerte impacto entre quienes le conocieron bien e incluso entre aquellos que no le habían tratado tanto. Tal fue su impronta.

Fue el político total. Concejal en el Ayuntamiento de Alicante, presidente de la Diputación Provincial (1983-1991) y máximo mandatario de la Cámara de Comercio de 2002 a 2009. En una trayectoria salpicada tanto por éxitos como por fracasos y a menudo envuelta en desagradables polémicas (todavía se recuerda, siendo aún presidente de la Diputación, su agresión al entonces alcalde de Alicante, José Luis Lassaletta, durante una asamblea del PSOE en febrero del 91), la irrupción de Antonio Fernández Valenzuela en la vida pública se produce con su afiliación al PSOE en 1976, su entrada en la ejecutiva de Alicante un año más tarde y su elección en 1979 como concejal en la lista encabezada por Lassaletta, con quien se estrena como edil de Tráfico.

Nacido en 1947 en Campillo de Llerena (Badajoz), se instala con 10 años en Alicante al quedarse huérfano y pasa su infancia en el Hogar Provincial. Se forma como encuadernador en Barcelona y a su regreso a Alicante en 1970 abre con su suegro Encuadernaciones Moscú, algo más que un nombre comercial para la imprenta. Con ese apodo, «Moscú», continuaba siendo recordado ayer.

En torno a su mandato como presidente de la Diputación (donde sucedió a Luis Díaz Alperi) y pese a la estructuración por comarcas del PSPV, Valenzuela se convirtió en la voz de referencia del partido más allá de l'Alacantí. Su biografía más o menos oficial le atribuye como gestor de la institución provincial la creación del Hospital de la Vega Baja, la transformación del Hospital Provincial, la puesta en marcha de los planes de obras de la Diputación, el lanzamiento de Instituto Juan Gil-Albert y el impulso en 1989 de Fundeun, la fundación nacida a partir de aportaciones de la Diputación, la Cámara de Comercio, la patronal Coepa, la Universidad de Alicante y la desaparecida Caja de Ahorros de Mediterráneo. Paralelamente, la antigua Moscú ya cohabitaba con Gráficas Díaz, la imprenta que pasó de ser una de las grandes del sector en Alicante a echar el cierre hace siete años.

Tocado, hundido y de regreso a la primera línea en varias ocasiones, su carrera política comenzó a caer en una fecha maldita. Un 23 de febrero de 1991, durante la asamblea socialista que debía elegir los candidatos a las elecciones municipales y aprobar la propuesta para la lista de las Cortes Valencianas, Valenzuela protagonizó un incidente tan grave como inédito, al propinar un puñetazo al entonces alcalde Lassaletta por diferencias algo más que políticas. La primera autoridad de Alicante, que ya no aspiraba a la reelección, sugería que el presidente de la Diputación debía acompañarle en el viaje, no sin añadir que «no por las mismas causas», ya que como alcalde se marchaba «ligero de equipaje». Lassaletta hacía alusión al caso que a la larga supondría el fin de la política para Valenzuela.

Esquerra Unida, por un lado, y el CDS, por el otro, llevaban dos años de acoso y derribo. Los primeros al denunciar la concesión a Gráficas Díaz de la impresión de las papeletas de las elecciones generales; los segundos, llevando a los tribunales que la desaparecida Caja de Ahorros Provincial de Alicante (luego diluida en la CAM y de la que Valenzuela era consejero) encargaba trabajos a esa misma imprenta y otorgaba créditos al presidente de la Diputación. Debilitado por la actuación judicial y cuestionado dentro del partido, Valenzuela finalmente es condenado por la Audiencia Provincial y obligado a dejar la Diputación. El Supremo anula la condena en 1992, pero ya es tarde para volver a la política. «La rueda de la vida no vuelve atrás», afirma el entonces presidente del PSPV-PSOE, el alicantino Antonio García Miralles. Y acertó.

Desaparecido de la primera línea durante más de seis años, en los que incluso se le ofrece quedarse con el Hércules, Valenzuela accede a la vicepresidencia de la Cámara de Comercio. Salvados los recelos del empresariado y del Gobierno del PP en la Generalitat hacia «el rojo peligroso», como acostumbraba a bromear, «Moscú» se convierte en presidente de la entidad cameral en 2002. Mantiene la institución saneada, distribuye las llamadas «antenas empresariales» y los viveros de empresas por toda la provincia, adquiere como sede el antiguo hotel Palas de Alicante y tras años de devaneos, la Cámara vuelve a tener una voz autorizada entre el empresariado alicantino. Tras dejar el cargo en 2009, intenta en 2010 tomar de nuevo el liderazgo del partido con la candidatura a la Alcaldía, pero pierde en primarias contra Elena Martín, apoyada por el aparato socialista que aún domina Ángel Franco.

Ya no era «su» partido y para Valenzuela ya era tarde. Caído en primarias y romo en los negocios (dejó de ser directivo de su empresa en 2011), Valenzuela se mantuvo en los últimos años lejos de los focos, pero no fuera de la actividad social. Quién buscó en él un consejo, lo encontró hasta el final. Las recentísimas elecciones en la Cámara de Comercio pueden atestiguarlo.