n Con cuarenta kilos menos, más solo que la una y sin ninguna expectación, salvo la mediática, compareció ayer en los juzgados de Benalúa el exalcalde de Alicante Luis Díaz Alperi para enfrentarse a un proceso en el que se le reclama casi una década de prisión por haber dejado de pagar a Hacienda más de 600.000 euros del IRPF y atracar su barco gratis en el puerto deportivo de Alicante en los tiempos en que era primera autoridad local.

Vestido en tonos azules con una chaqueta en la que no hubiera cabido hace sólo unos años, pero a la que ayer le sobraba una talla, quien fuera regidor de Alicante durante más de tres mandatos llegó más que puntual a su cita con la Justicia. Aunque también es cierto que lo hacía a los cinco años de haberse iniciado este procedimiento después de que el expolítico del PP perdiera su aforamiento tras dimitir como diputado y migraran del Tribunal Superior de Justicia hacia los juzgados de Alicante todos los procesos en los que estaba inmerso, con el consiguiente retraso que eso provocó. Entre los casos, y además de éste, el de los presuntos amaños en el planeamiento urbano de Alicante, donde todavía está pendiente de sentarse en el banquillo junto a su delfina Sonia Castedo, entre otros.

Con apenas un hilo de voz y el aspecto de quien parece estar aquejado de un profundo cansancio, el exdiputado del PP ocupó una de las sillas situadas en el pasillo de acceso al juzgado donde ya se encontraba desde hacía un buen rato Pablo Cardona, el abogado de su amigo y expresidente del Alicante Antonio Solana. Un profesional que, paradojas del destino teniendo en cuenta los hechos que se juzgan, se encarga de hacerle la declaración de la Renta al expolítico. «Te tengo que pasar los papeles para que me la hagas. No se preocupes, es sencillita», le indicó Alperi.

A continuación llegó Solana, al que siguieron el empresario madrileño Antonio Moreno y el responsable de la Marina Deportiva de Alicante, Javier Palacio, todos acusados. Entre ellos, saludos de cortesía, cortos apretones de manos y poco más. Nada de esos abrazos con ruidosas palmadas en la espalda con los que, en tiempos mejores, Alperi acostumbraba a saludar. Y a ser saludado.

Durante la corta sesión de ayer, dedicada en exclusiva a las cuestiones previa, el exalcalde permaneció como ausente, a ratos con los ojos cerrados y como si la feria no fuera con él. Pero va. Y por eso, para mitigar sus dolencias, a quien quería le mostraba las pastillas que llevaba en el bolsillo. «Esto además de los parches de morfina», precisó.