España es uno de los países más longevos del mundo gracias en parte a la dieta mediterránea. Un tesoro gastronómico al que sin embargo las nuevas generaciones están dando la espalda atraídas más por la comida rápida y ultraprocesada. «Actualmente el nivel de adherencia a la dieta mediterránea en nuestro país es de un 60%. Hace tan solo una generación estábamos en un notable alto superior a un 80% de seguimiento». Así lo expuso ayer Gregorio Varela, presidente de la Agencia de la Salud y la Dieta Mediterránea, durante la primera jornada del encuentro «Dieta Mediterránea, una visión multidisciplinar en el siglo XXI», que se celebra ayer y hoy en Casa Mediterráneo. La cita, organizada por Casa Mediterráneo, Cámara de Comercio y Diputación es una actividad paralela a la feria «Alicante Gastronómica», que arranca hoy en IFA.

El seguimiento de la dieta mediterránea no es igual en toda la población, según explica Varela. «La siguen mejor la población de mayor edad, quienes tienen un estilo de vida más activo, un nivel educativo medio o superior y un nivel económico también más elevado». Por tanto «es un problema de equidad y no solo de conocimiento».

Varela lanzó ayer la voz de alarma sobre el bajo consumo que en general hay de cada uno de los grupos de alimentos que conforman la dieta mediterránea, sobre todo entre la población más joven. «El consumo de pescado aconsejado es de 80-90 gramos diarios y los más jóvenes sólo toman 50 gramos». Las frutas y verduras «deberían ser 5 piezas diarias, cuando sólo se consumen 2,8 y en el caso de los más jóvenes, sólo dos piezas».

Por último, las legumbres, otro de los pilares de la dieta mediterránea, también han salido de la cesta de la compra de los españoles. «Apenas se toma una ración semanal, cuando deberían ser tres. Parece que son aburridas y poco cool, cuando no sólo hay que pensar en potajes, también se pueden comer en ensalada o en salsas, abrazando otras culturas orientales». Otra asignatura pendiente es el consumo de alimentos integrales y rebajar la ingesta de carnes y embutidos. «Lo aconsejable es que el 50% de la proteína que comemos sea de origen animal y el 50% vegetal, cuando actualmente el 70% del consumo es proteína animal».

Las consecuencias de esta paulatina pérdida de la dieta mediterránea ya se están dejando sentir en las consultas de los especialistas, sobre todo con un aumento de los problemas de sobrepeso y obesidad «que ya afectan al 55% de la población en España y en la Comunidad Valenciana», señala Francisco Pomares, jefe de Endocrinología y Nutrición del Hospital de Sant Joan y coordinador del Plan para la Asistencia Integral al Paciente Diabético de la Comunidad Valenciana. Kilos de más en la báscula, pero también problemas de hipertensión, diabetes, apnea, hígado graso o sobrecarga en las articulaciones que termina degenerando en artrosis. Pomares hace además hincapié en las evidencias, cada vez más sólidas, que relacionan la obesidad con el cáncer. «El 38% de todos los cánceres se pueden explicar por un exceso de peso», matiza el responsable del Hospital de Sant Joan.

Estas nuevas evidencias encienden todas las alarmas. «Se considera que cuando una persona tiene cáncer, el problema ha empezado 10 ó 20 años antes. Teniendo en cuenta que asistimos a una epidemia de obesidad, de aquí a unos años esto se va a ser un auténtico problema de salud pública». Pomares lamenta en este sentido, «que seamos capaces de hablar de detección precoz del cáncer pero no de prevención precoz».

Pero, ¿cuales son las causas de que estemos abandonando la dieta mediterránea? Para expertos como Clotilde Vázquez, responsable del servicio de Endocrinología de la Fundación Jiménez Díaz, nos hemos dejado abrazar por la gastronomía y estilos de vida de otros países considerados más desarrollados. «Hemos asociado los garbanzos a una proteína pobre y lo hemos sustituido por carne, como un signo de estatus económico». En este sentido, convencer a las nuevas generaciones de que vuelvan a los platos de cuchara puede ser una labor titánica. «Cuesta mucho porque se trata de volver a algo que una generación entera no ha vivido», señala Vazquez.

Además, los intereses de la industria alimentaria pesan y mucho, a juicio de la responsable de la Fundación Jiménez Díaz. «Tienen precios muy competitivos y sabores muy conseguidos, además de que la presión que ejerce el lobby de la alimentación es enorme». En este sentido, en las jornadas de ayer se puso de manifiesto la necesidad de una regulación a nivel nacional más estricta.

Profesionales como Francisco Pomares abogan por una norma a nivel nacional que regule el etiquetado y la publicidad de los productos de alimentación y «que se impongan tasas para los productos que no sean saludables, como ya ocurre con el alcohol».

Para Clotilde Vázquez se deberían emprender además acciones concretas, como la de difundir listas de alimentos que no son sanos para los niños. La responsable de nutrición de la fundación Jiménez Díaz apremia a actuar y recuerda que el seguimiento de la dieta mediterránea en España es uno de los más bajos de su entorno, menor a países como Grecia o Portugal.