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Plan A, Plan B y unas primarias

El PSPV apuesta por dar un plazo a la ejecutiva de Franco para revertir la destitución de Montesinos antes que facilitar una gestora de corte «sanchista»

Franco sigue la intervención de Ximo Puig durante el acto del pasado domingo. jose navarro

A pesar de que es consciente que Ángel Franco sigue controlando el teatro de guiñol del socialismo alicantino, el presidente de la Generalitat y secretario general del PSPV, Ximo Puig, evitó telefonear el lunes por la noche al exsenador -sin ningún cargo orgánico pero con el poder real- para trasladarle su malestar por el relevo de Eva Montesinos Eva Montesinoscomo portavoz municipal en el Ayuntamiento de Alicante. Un gesto de gran enfado. El presidente de la Generalitat tiene sus deudas con Franco. Ha unido sus votos con los de Puig en todos los procesos internos y ha servido de dique de contención contra el «sanchismo» en Alicante, especialmente, en las últimas primarias para elegir al líder del PSPV en las que el jefe del Consell se impuso tras un proceso muy duro. Pero continuar abonando esa factura, sin embargo, arrastra a Ximo Puig al abismo en la provincia decisiva para las elecciones autonómicas de 2019. Y para marcar distancias, Puig evitó una conversación que solo le concedía importancia al exsenador y le hubiera convertido aún más, sí cabe, en el protagonista de este pulso. «Es la oportunidad para cortar por lo sano y cambiar por completo la dinámica», le recetan al presidente.

El jefe del Consell sí lo intentó con Miguel Millana -de secretario general a secretario general aunque el exconseller de Joan Lerma solo pinta para lo que Franco le dice- que, sin embargo, ni descolgó el teléfono para contestar a Ximo Puig. «Tiene un cabreo infinito con la situación de Alicante», definen el estado de ánimo del número uno del PSPV que ya ha dejado claro en diferentes círculos que ya no puede pasar ni una más. No está dispuesto a tragarse una decisión que el socialismo alicantino tomó a espaldas de la cúpula del PSPV en un enclave electoral estratégico para 2019. Puig no acepta el relevo unilateral de Montesinos y obligará a la dirección local de Alicante a rectificar. Eso está decidido. Otra cosa es ver hasta donde llega el bisturí. Si sólo se queda en raspar la herida -plan A- o se tiene que entrar a fondo para intentar extirpar el tumor -plan B- que afecta al socialismo en la capital y que golpea no sólo a las siglas del PSPV en la provincia sino en toda la Comunidad Valenciana.

Tras la marcha de Gabriel Echávarri empujado por el doble procedimiento judicial que le sentará en el banquillo, Puig apostó por la continuidad de Eva Montesinos. Primero, como recambio en la Alcaldía y, una vez que se consumó el «belmontazo» que le regaló la vara de mando al popular Luis Barcala, como cara visible de la oposición. En València estaban convencidos de que con esa figura se podía construir un relato en la cita de 2019: intentar recuperar el gobierno para la persona que lo tuvo que ceder a consecuencia de la traición de una tránsfuga, como quedó claro durante el almuerzo que los socialistas celebraron el pasado domingo en Alicante.

Pero la estrategia de Ángel Franco tenía otros objetivos. Necesitaba colocar a sus asesores para mantener la llave del chiringuito. Entre otros, a su mujer, Fini Nicolás, que es la persona que le garantiza el control de los 300 militantes que suelen decantar la diferencia en la asamblea a favor del exsenador; y la hija de José Antonio López Berruti, veterano presidente local socialista y ahora aliado del «franquismo». Y además situar en la portavocía a un concejal de perfil bajo y sin aspiraciones de encabezar la futura candidatura -el recién llegado Miguel Castelló- para dar cancha a una persona de su confianza en las primarias que se convocarán, muy posiblemente, en las próximas semanas para elegir al nuevo candidato municipal. Estrategia habitual de Franco. Ya la usó mediado el pasado mandato para sustituir a Elena Martín -aspirante en 2011- por Miguel Ull en una operación que, finalmente, sirvió para ceder paso al propio Echávarri. Para todos esos movimientos, a Franco le molestaba Montesinos que, dicho sea de paso, nunca agradó al exsenador.

Hace menos de un mes, José Manuel Orengo, ahora asesor de Ximo Puig en Presidencia y uno de los dirigentes a los que apunta la trama de financiación ilegal del PSPV en 2007 con epicentro en Gandía cuando éste era alcalde, definía así a Franco en un mensaje de Twitter: «Un gran tipo que sabe más que todos sus competidores y adversarios despiertos. Para mi representa el 'seny' alicantino. He dicho». Ese sentido común al que aludía Orengo se ha traducido ahora en un ataque de Franco a la línea de flotación del propio Puig. Y eso obliga a tomar decisiones. Partidario de una solución pactada pero rehén del fracaso en la negociación para retener la Alcaldía de Alicante, el secretario de Organización del PSPV, José Muñoz, reunido ayer con las dos partes en València, quiere que sea la propia ejecutiva alicantina la que revierta la destitución de forma voluntaria. Una rectificación que evidencie la vuelta atrás. El proceso interno para destituir a Montesinos tiene las suficientes lagunas jurídicas -la propuesta ni figuraba en el orden del día, no hubo consultas con el PSPV, ni tampoco se produjo una votación- como para quedarse sin efecto. De ahí que el comité de garantías -órgano disciplinario de los socialistas valencianos- evitara ayer entrar en el fondo de la cuestión. Dejará pasar unos días antes de emitir un dictamen que elaborará sobre el terreno en Alicante. Pero ese «Plan A» para mantener a Montesinos como portavoz se quedaría, en opinión de cargos del PSPV, a medio camino. No entraría a resolver la crisis de fondo del socialismo alicantino: el control de Ángel Franco sobre la agrupación.

En el caso de que los «franquistas» alicantinos no cedan, se entraría en una segunda fase. En ese punto, el «Plan B», la comisión de garantías emitiría un dictamen que, al final, conduciría a una petición a Ferraz que podría ir desde destituir a la ejecutiva y nombrar una gestora hasta la disolución. Partidarios de Puig, sin embargo, recelan de esa salida. Supondría dejar la solución final en manos del secretario de Organización del PSOE, el valenciano José Luis Ábalos, y por tanto entregarle munición a los «sanchistas» para ganar terreno al jefe del Consell que, hasta ahora, siempre ha tenido a Franco entre sus apoyos dentro del partido. ¿Podrá más buscar una solución a la crisis de Alicante o el temor a la resolución de Ferraz?

Junto a todo eso, en las próximas semanas se tiene que empezar a despejar otro interrogante: la batalla por la candidatura socialista a la Alcaldía. Si Eva Montesinos hubiera mantenido el gobierno, el debate casi se habría acabado. Pero este episodio que deja al PSPV en la oposición, obliga a lanzar un proceso todavía sin convocar pero que, en principio, Madrid quería tener resuelto antes del verano. En la cúpula socialista dan por seguro que la apuesta de Franco por Castelló como portavoz de transición busca dejar camino libre a la diputada Sandra Martín, propuesta del exsenador para la ejecutiva de Puig, como número uno en 2019. Pero, en el caso de abortarse ese relevo municipal, ahora bloqueado sin fecha, todos los planes de Franco se alterarían. Le volvería a conceder protagonismo a Eva Montesinos. Y todo ello a expensas de otra variable más: los movimientos para intentar encontrar un independiente de prestigio que lave la sucia cara del socialismo alicantino pero que, de acuerdo al nuevo reglamento, se debería someter a primarias salvo si se convirtiera en único aspirante. Ley de Murphy. Ya saben: todo puede aún empeorar.

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