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Cadáveres y marionetas de Franco

Al menos cuatro alcaldables socialistas le deben su ascenso y su caída, al igual que un secretario general

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Los juguetes rotos, las marionetas y los cadáveres políticos de Ángel Franco

La todavía portavoz del grupo municipal socialista en el Ayuntamiento de Alicante, Eva Montesinos, se ha convertido en la «penúltima» víctima del hombre que ha manejado los hilos del PSOE en la ciudad durante los últimos veinte años, ya sea como secretario general o en la sombra de los cargos orgánicos, Ángel Franco. La ejecutiva local, que sigue controlando, la destituyó el lunes (desafiando al secretario del PSPV, Ximo Puig) como portavoz municipal días después de quedarse a un voto de sentarse en el sillón de la Alcaldía. No es la primera vez y nadie puede afirmar que vaya a ser la última. Al menos cuatro candidatos socialistas en estos años pueden agradecerle la oportunidad de serlo primero y reprocharle su caída después.

La leyenda de Ángel Franco comenzó a tomar forma tras hacerse con la secretaría general del partido en 1996. Un año antes Ángel Luna había perdido las elecciones frente a Luis Díaz Alperi y en política ya se sabe lo que ocurre cuando se pierde el poder tras 16 años. En río revuelto, ganó Franco.

Supo manejar la agrupación socialista en esos momentos convulsos y empezó a acumular poder de los militantes. Al primero al que aupó fue a José Antonio Pina, profesor de la Universidad de Alicante y diputado, al elegirlo para disputar las primarias en el seno socialista para ser alcaldable. El otro candidato era Antonio Moreno, más conocido para la opinión pública por su condición de portavoz en las Cortes Valencianas, pero Franco ganó su primera batalla importante e impuso a José Antonio Pina. Sin embargo, éste no pudo con Alperi y durante su etapa como portavoz municipal liderando el grupo se generó una grave crisis con la dimisión de Pablo Rosser y el paso de Daniel Rodríguez Vicaría al Grupo Mixto. A ello se sumaba que el PSOE estaba dividido en dos entre los partidarios de Franco y los críticos encabezados por Carmen Sánchez Brufal. Desde València intentaron que para las siguientes elecciones se presentara un único candidato tratando de solucionar la crisis y apostaron por Sánchez Brufal, quien, arropada por militantes de peso como Antonia Graells, dio un paso al frente.

Franco dejó caer a Pina y apostó por Blas Bernal, portavoz adjunto en el Ayuntamiento. La guerra del PSOE se recrudecía en medio de la hegemonía popular en las instituciones. Y una vez más ganó Franco. Además, por partida doble ya que derrotó a Brufal para liderar la agrupación primero y colocó a su candidato a alcalde después en unas elecciones que los militantes socialistas y el entonces secretario general del PSPV, Joan Ignasi Pla, tardarían en olvidar al colocarse Franco por «sorpresa» como número dos en la lista. El dirigente socialista local desafiaba al aparato en Blanqueríes al igual que hizo el pasado lunes.

Bernal perdió su asalto a la Alcaldía en 2003. Su paso como concejal en la oposición por el Ayuntamiento le supuso a Franco tropezar, que no caer definitivamente, por causa del plan Rabasa. A Bernal sí le costó abandonar definitivamente la política.

El famoso y polémico plan Rabasa suponía la construcción de 15.000 viviendas y la llegada de Ikea a Alicante de la mano del empresario Enrique Ortiz. El plan lo presentó el PP pero el PSOE lo apoyó dejando al partido al borde del precipicio. De hecho, sólo un año antes de este apoyo Franco da un paso al lado y aunque seguiría controlando la agrupación deja el cargo en manos de Juan Antonio Román, pero éste decide no pasar por el aro de Rabasa y dimite. La situación se descontrola aún más en el PSOE y desde València optan por nombrar una gestora con un histórico al frente, el senador Antonio García Miralles. La decisión contó con el beneplácito de las distintas corrientes socialistas. De todas, salvo de la de Franco que por primera vez se quedaba fuera y sin poder mover los hilos de la agrupación. Aunque fiel a su leyenda no tardó demasiado en recuperar el poder por «azares del destino».

García Miralles dejó atadas tres cosas para tratar de que el PSOE alicantino enderezara el rumbo y no terminara de naufragar frente a las costas del PP y de sus propios desmanes. Situó a Manuel de Barros, encargado del área de Educación, como portavoz municipal, al que fuera vicerrector de la UA Roque Moreno al frente del partido y a la que era en ese momento subdelegada del Gobierno, Etelvina Andreu, como candidata a la Alcaldía.

Andreu perdió frente a Alperi y poco después decidió marcharse a Madrid con su mentor y ministro de Sanidad Bernat Soria como directora general de Consumo. Tras esta renuncia, Moreno, número dos en la candidatura, asumió también el control del grupo municipal. Entonces Franco maniobró para volver al partido y ganó otra vez. Reconquistó apoyos y volvió a tejer paciente sus hilos. La eterna crisis del PSOE seguía su curso y le tocó el turno de aprovecharla a Elena Martín, a priori alejada de Franco que sin embargo terminó necesitando su apoyo para poder cumplir su sueño de ser candidata a la Alcaldía. Hábilmente Franco ya lo tenía todo preparado para cuando Martín perdiera, esta vez contra Sonia Castedo. Moreno ya había caído en desgracia tras aparecer en el sumario del caso Brugal por llamar a Ortiz para pedirle que colocara al hijo de Vicente Ronda. Franco decidió que sería Gabriel Echávarri su nuevo «delfín». Para ello, apartó a la mano derecha de Elena Martín, Gabriel Moreno, de la portavocía para que este puesto lo ocupara Miguel Ull, útil «marioneta» en esta nueva partida de ajedrez político. Tras los resultados electorales Elena Martín no podía ejercer de reina y optó por marcharse.

Sin embargo y ya con Echávarri como secretario de los socialistas alicantinos gracias a él, a Franco también acabó por salpicarle el caso Brugal, si bien no llegó a estar imputado. La Policía le atribuía el papel de mediador entre Ortiz y dirigentes a nivel nacional para desbloquear el plan Rabasa. Y la familiaridad con la que trataba al constructor por teléfono no le dejaba en buen lugar. Al final solventaron la crisis con la decisión de que Franco se diera de baja como militante de manera temporal, algo que nunca sucedió, hasta que se aclarara la situación. Sus enemigos en el seno del PSOE degustaron el plato frío de la venganza pero una vez más no les dio tiempo a hacer la digestión. En esta ocasión y pese a los malos resultados su «delfín» llegó a ser alcalde y antes de irse se aseguró de que su mujer fuera asesora en la Concejalía de Recursos Humanos que dirigía Carlos Giménez, otro de sus hombres fuertes. Exonerado de Brugal Franco reapareció en escena y tras el batacazo de Echávarri ha conseguido poner a otra persona de confianza al frente de la agrupación, a Miguel Millana. Conclusión: Franco volvió a ganar. Aunque en estos momentos está por ver si gana la batalla definitiva.

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