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Una activista del 15M en la Pasarela Cibeles

Contra muchos pronósticos, la concejala tránsfuga Nerea Belmonte permitió ayer que su voto en blanco devolviera al PP la Alcaldía de Alicante

Una activista del 15M en la Pasarela Cibeles

Nerea Belmonte Aliaga (Alicante, 1987) es lo que al establishment le encanta incluir entre la generación mejor preparada de la historia. No hay más que otear la página web del Ayuntamiento de Alicante para darse cuenta de que en el actual escenario laboral español sería la empleada del mes de un trabajo precario y mal pagado, uno de esos currículums que muchas empresas rechazan por abrumadores y que los millenials acaban retocando a la baja para poder acceder a un empleo de los de ir tirando. Representa todo lo contrario a Cristina Cifuentes y puede demostrarlo: abogada, másteres en derecho internacional, estudios en universidades del Reino Unido y Canadá, formación homologada en urbanismo, becada en Camboya por Naciones Unidas y coautora de un libro sobre derechos humanos, su especialidad en el ámbito jurídico y su gran pasión. Domina el inglés como un vecino de Essex.

Su tarjeta de presentación académica es tan apabullante como vacía está su agenda de contactos de los llamados «influyentes», esos con posibilidades de abrir con un par de llamadas las puertas del mercado de trabajo a jóvenes como ella y a punto de cumplir los 30, o sea: carne de cañón para las listas del paro o para engrosar la nómina de jóvenes que sobreviven con menos del salario mínimo interprofesional.

Pero eso no desanima a la Nerea Belmonte del año 2015. Hasta su breve paso por la política municipal, Belmonte constituía el modelo perfecto del caladero que nutrió la piscifactoría del 15-M y que encontró en los discursos de Iglesias y Errejón el camino que les devolvía la fe en la política, ese que los dos grandes partidos se encargaron de borrar de todos los mapas. La ruta por la que opta Nerea era casi de manual: de los derechos humanos a Stop Desahucios, y de ahí a Podemos.

Ocurre en muchos partidos de ascenso vertiginoso (Podemos, Ciudadanos, UPyD en su día): carecen en la periferia del liderazgo que consolidan en Madrid o Barcelona y que no hay tiempo para construir en provincias. La formación morada se disparaba como un cohete a propulsión con todos sus generales en la Villa y Corte (Iglesias, Errejón, Monedero, Echenique, Bescansa), pero carecía de líderes cualificados en Alicante, donde acumulaba una tropa ilusionada y sin apenas entrenamiento, a la que se encomienda formar una lista electoral en compañía de un ejército aliado, aunque en retirada, pero disciplinado y curtido en mil batallas: Esquerra Unida.

Pese al enorme tirón de los morados, Belmonte es la primera candidata de Podemos (sexta en la lista) en esa alianza llamada Guanyar. De la efervescencia de la marca a la que pone rostro Pablo Iglesias se beneficia EU en las municipales, que con cinco ediles, seis con la representante de Podemos -los mismos que el PSOE-, expulsa a Belmonte en su primer desliz como concejala de un tripartito que suma a socialistas y a Compromís.

La podemita adjudica un contrato público a la empresa de un amigo, un pecado mortal en una formación nacida del 15-M y que abandera el purismo en contra de ese tipo de políticas. El contrato era una broma al lado de conocidos casos de financiación ilegal de partidos o de los escándalos en los que se han visto envueltos PP y PSOE, pero para Esquerra Unida y Podemos se trata de un error imperdonable. Guanyar la expulsa, Belmonte se queda con el acta de concejala y el gobierno de Gabriel Echávarri pierde la mayoría absoluta. A partir de ese momento, con luchas entre los socios, una gestión errante, salidas de tono improcedentes de la primera autoridad y acciones de gobierno que acaban en los tribunales , la caída del Ejecutivo es sólo cuestión de tiempo.

Técnicamente, Nerea Belmonte no es una tránsfuga, pero la coetaneidad es caprichosa y su salida de Guanyar coincide con (este sí), un tránsfuga de libro, Fernando Sepulcre. Sin padrinos de peso en la dirección de Podemos, con sus exsocios de partido y gobierno enrabietados, desprovista de sueldo, sin trabajo estable que le reporte un salario de modo habitual y (ya se dijo) sin influencia en su agenda telefónica, Belmonte sobrevive, pero se resiste a abandonar el Ayuntamiento.

No se sabe si fue poco antes de aquello cuando se cruza en su vida Elsa Martínez, que la ha acompañado estos días a algunas reuniones de las que dependía (a falta de un voto) la conversión en alcaldesa de Alicante de la socialista Eva Montesinos. Antes de su salida del Gobierno, Belmonte se entrevistó en Madrid con una edil del equipo de Manuel Carmena y aprovechó el viaje para acudir a la Mercedes Fashion Week (antigua Pasarela Cibeles), donde disfrutó de la colección presentada por el diseñador Ion Fiz. Elsa Martínez es militante del Partido Popular de Alicante, propietaria de una agencia de comunicación, marketing y eventos, concejala en esta ciudad en los 90, exdirectora de Ciudad de la Luz en tiempos de Francisco Camps, expareja del presidente del PP local, exdiputado, popular con pedigrí y asesor en la Diputación, Antonio Peral, aliado del nuevo alcalde, Luis Barcala, en un PP alicantino sometido a las divisiones de toda la vida y en pugna (hasta ayer) por el cabeza de lista en las municipales.

Muy metida en el circuito nacional e internacional de la moda, Elsa Martínez fue en su día la mano derecha del modista alicantino Hannibal Laguna y ahora de otras primeras figuras de la costura, como Juan Vidal o Ion Fiz, el diseñador a cuyo desfile acudió Belmonte en la antigua Cibeles.

En los dos últimos años, la expodemita y Martínez se han hecho inseparables hasta cristalizar no sólo una sólida relación de amistad, sino también de asesoramiento. La militante del PP, muy conectada aún en política pero con un perfil clásico de aceptar encargos y de comprometerse en varios proyectos al mismo tiempo cuya acumulación no es la mejor aliada, se ha convertido en la asesora áulica de la concejala. Le puede la política. Martínez, que también cosechó buenas relaciones en el entorno de Echávarri, intentó sin éxito en un par de ocasiones que el apoyo de Nerea Belmonte al finiquitado gobierno de izquierdas sirviera para poner en valor su voto. La inexperiencia de la no adscrita en la negociación política y la desconfianza que Martínez generaba en miembros del tripartito truncó cualquier posibilidad de acercamiento. Ayer, muchos en el salón de plenos de Alicante se giraron hacia Elsa Martínez cuando el voto en blanco de una exconcejala de Podemos dejó a Eva Montesinos sin la Alcaldía.

Tres años después del regreso a un gobierno de izquierdas, un miembro del Partido Popular ha vuelto a posar con la vara de mando. Veremos si entre las políticas del nuevo alcalde queda algún hueco para los derechos humanos.

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