El Partido Popular ha vuelto al gobierno del Ayuntamiento de Alicante en el momento más conveniente y oportuno: a tan solo un año de las próximas elecciones municipales y cuando por primera vez durante este mandato se tendrá mucho dinero para gastar en proyectos para la ciudad, unos 50 millones de euros.

Hasta este momento, el equipo de gobierno -antes del tripartito y hasta el jueves del PSOE en minoría- se ha dedicado a pagar la lapidaria deuda que dejó la gestión el equipo de la alcaldesa Sonia Castedo (PP): 140 millones de euros del año 2015.

Desde que en 2011, año también electoral, los populares decidieron tirar Alicante por la ventana, generando un agujero negro de 177 millones de euros que dejó en quiebra las arcas municipales, el Ayuntamiento apenas ha hecho más que dedicarse a pagar préstamos. El Estado intervino las cuentas y solo se hace lo que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, autoriza.

Ahora la situación ha cambiado. Lo que se debe se ha reducido hasta los 80 millones de euros y Montoro, presionado por la Federación de Municipios y Provincias, ha decidido ser más permisivo, de manera que los ayuntamientos podrán gastar más de cara a 2019, un año en el que los alcaldes se juegan mucho en las urnas.

En este escenario llega a la Alcaldía de Alicante Luis Barcala, de quien se puede afirmar que es un hombre a quien la fortuna sonríe, políticamente hablando. Los miembros del tripartito -PSOE, Guanyar y Compromís- han hecho lo impensable, autodestruirse. Y el regidor popular ha sabido gestionar el fracaso de los partidos de izquierda en su favor, contando con la inestimable colaboración de la tránsfuga Nerea Belmonte, cuyo voto en blanco en el pleno de investidura finalmente le ha permitido hacerse con el bastón de mando.

El propio Barcala es consciente de que no es el hombre por quien apostaba el PP, pero es quien hoy ocupa la Alcaldía alicantina y, por tanto, quien tiene la certeza -si ésta existe en política- de ser el candidato de los populares en Alicante para el próximo mandato. Muchos lo anhelaban en su partido ( Carlos Castillo, José Miguel Saval), pero solo él lo ha logrado con una sabia combinación de estrategia y constancia, aderezada con una natural desconfianza que le ha convertido en el superviviente en el que se ha convertido.

Su partido prácticamente le había descartado pese a ser quien, con sus denuncias en los tribunales, llevó hasta la dimisión al alcalde socialista Gabriel Echávarri. Desde el jueves las cosas han cambiado. Barcala tiene a su entera disposición la potente y engrasada maquinaria electoral de los populares, así como previsibles inversiones procedentes de la Diputación y del Gobierno central. La consigna es que no se escatime con él.

El viernes así se lo transmitieron personalmente Juan Carlos Moragues (delegado del Gobierno en la Comunidad), José Miguel Saval (subdelegado del Gobierno en Alicante), Isabel Bonig (presidenta del PP en la Comunidad Valenciana) y José Císcar (presidente del PP en la provincia de Alicante). Lo que haga falta. En Barcala solo ven ya ventajas, siendo una de las principales que los populares se ahorran los daños de una guerra fratricida para decidir el cabeza de lista por Alicante para 2019. Ellos ya lo tienen y cuentan con el valor añadido que da ejercer la Alcaldía sobre los futuros candidatos del resto de las fuerzas políticas, en las que, a tenor de lo que ha sucedido, se esperan muchos cambios. Salvo un desastre, Barcala tiene un altavoz inigualable para reforzar entre la ciudadanía su marca personal. Y lo más importante, tiene el presupuesto y quien tiene el control del presupuesto, tiene el poder.

A partir de este momento, cada decisión que tome el alcalde se medirá nanométricamente porque deberá estar encaminada a lograr mejorar los últimos resultados electorales, en los que los populares se despeñaron desde la altura de dieciocho concejales a los ocho actuales. ¿Es verdad que Barcala ha aprendido de los errores cometidos por el PP en la ciudad de Alicante? ¿Tiene el poder orgánico que se necesita para que no se repitan, un hombre que durante los últimos tres años ha hecho una virtud de la soledad en la que le tenía su partido?

La vara de mando cambia las cosas. Ha dado alas al PP, que sueña con seguir gobernando Alicante más allá de 2019, siempre y cuando el tsunami que se aventura puede ser Albert Rivera en las próximas elecciones generales no lleve hasta la Alcaldía alicantina la candidatura de Ciudadanos. Entre Cs y el PP parece que está la batalla en Alicante. Ahora todo depende de la baraka de Barcala, en la que por el momento finge creer todo su partido.