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El pleno de los cheques

El pleno de los cheques

Si el filósofo y matemático español Jesús Mosterín viviera todavía, habría tenido la dicha de comprobar cómo algunas de sus tesis, expuestas en su libro de filosofía La Naturaleza Humana, sirven para entender lo que sucedió en el pleno de investidura del Ayuntamiento de Alicante, en el que entró como alcaldesa accidental la socialista Eva Montesinos y salió como alcalde investido el popular Luis Barcala, gracias al decisivo voto en blanco de la concejal tránsfuga Nerea Belmonte, exGuanyar, lo que tuvo como consecuencia que ésta tuviera que salir del pleno escoltada por dos policías, por razones de seguridad, mientras recibía del portavoz de Guanyar, Miguel Ángel Pavón, los calificativos de «vendida» y «sinvergüenza».

Barcala -tras los socialistas Gabriel Echávarri y Eva Montesinos- se convierte en el tercer alcalde de Alicante en tan solo tres años, un hecho sin precedentes difícil de igualar en el panorama político patrio. Aunque el primer edil del PP trató, en su discurso de investidura, de alejarnos del quid de la cuestión con un: «Hemos llegado hasta aquí y aquí estamos. No importa ni el cómo ni el porqué, sino el para qué»; es obvio que no contestar el cómo y el porqué deja sin sentido el para qué.

Belmonte, quien fue una más de los 15 del tripartito, expulsada a los pocos meses de iniciado el mandato por adjudicar contratos menores a empresas de su entorno, votó en blanco porque demandaba un sueldo como concejal en el Ayuntamiento que la normativa municipal vigente no le permite debido a su condición de tránsfuga. No creyó en las vagas promesas del PSOE y Compromís, siendo consciente de que Guanyar solo estaba dispuesto a reformar el reglamento para permitirle presentar mociones y asistir a comisiones. Nada más.

Belmonte culpa a Pavón de lo sucedido, pero se equivoca. No estaba solo en esto Pavón. Para sus excompañeros de partido, Guanyar, darle un sueldo a una tránsfuga es una línea roja que no están dispuestos a cruzar. Para la concejal, según dijo, el sueldo era una cuestión de «dignidad» y «honor», dos términos contra cuyo uso ético y moral advierte el racionalista Mosterín por la cantidad de crímenes contra las mujeres que se cometen en nombre del honor y porque también en nombre de la dignidad se justifican guerras y opresiones de todo tipo.

Ahora serán muchos quienes afirmen que lo que ayer pasó en el pleno se veía venir, pero cuando empezó a las 9:30 de la mañana, con puntualidad prusiana, los afectados -PSOE, Compromís y Guanyar- creían haber cedido tanto que era imposible que Belmonte no apoyara a Montesinos. El hecho de que la edil no contestara a sus llamadas tras la última reunión que mantuvo con los socialistas en la noche del miércoles, que no les diera una respuesta a la última oferta realizada en esa reunión, que les dejara plantados en la mañana de ayer y acudiera directamente al pleno con un gesto serio y un semblante de una palidez cadavérica no fueron considerados como síntomas de lo que se avecinaba.

Los peores presentimientos de una asesora de uno de los partidos del extinto tripartito, expuestos con nerviosismo minutos antes de que comenzara la sesión, -«Todo ha ido tan mal hasta ahora que no hay que descartar que pueda ir a peor»-, empezaban a confirmarse nada más iniciado el pleno de investidura cuando Nerea Belmonte rehusó intervenir para explicar lo que iba a votar. «¡Madre mía!», se le escapó a una invitada sentada entre el público con una entonación de susto.

¿Solo Nerea Belmonte sabía lo que iba a pasar? A posteriori, con la perspectiva que dan los hechos consumados, la afirmación del también tránsfuga Fernando Sepulcre, exCiudadanos, en su intervención antes de la votación, no parece inocente. «Esto es la guinda de un recorrido lleno de baches y con un peaje caro de pagar». Él, quien se reconoció sin ideología, niega tener conocimiento previo, pero, a estas alturas, pocos le creen. La misteriosa sonrisa, al más puro estilo de La Gioconda de Da Vinci, de la concejal del PP María Dolores Padilla durante buena parte de la presentación de las candidaturas y la intervención inicial del candidato del PP, Luis Barcala, más propia de un discurso de investidura, unido al hecho de que los populares ni se inmutaron cuando se produjo el voto en blanco de Belmonte son susceptibles de interpretación a la luz de los hechos.

Cuando se habla de votos y sueldos es imposible no pensar en algo turbio, aunque no lo haya. Sepulcre, en cualquier caso, fue el primero en sacar a colación un término de pago, «peaje», en tan sensible sesión plenaria. A partir de ahí, Natxo Bellido, portavoz de Compromís, habló de no dar un «cheque en blanco»; mientras la portavoz de Ciudadanos, Yaneth Giraldo, criticó a los concejales que solo se preocupan de «qué es de lo mío» y reveló que se habían producido «presiones confesables e inconfesables para que dejemos de hacer lo que la ética nos manda. No pidan cheques en blanco», espetó a los socialistas.

Y llegó el turno de Pavón. Tras recitar una lista con los proyectos acordados que desarrollaría Montesinos, que solo un titán podría desarrollar en un año; en dirección a Belmonte, aseguró que se incluía «restituir los derechos de los concejales» y confió en que a buen entendedor con pocas palabras basta. Fue el momento en el que Montesinos, en su escaño, se permitió la primera sonrisa abierta, dirigida a su compañero de filas Carlos Giménez, lo que se tradujo como que Pavón había cumplido con lo convenido. Y la socialista remató renegando de la herencia de Echávarri al «pedir perdón por decisiones equivocadas que nos hayan llevado a esta situación». Podría referirse a muchas cuestiones, pero como la candidata del PSOE no concretó, con toda probabilidad a conciencia, Belmonte podría, de haberlo querido, considerar que se refería a su expulsión del tripartito en 2016 por razones «de ética y estética».

De nada sirvió. Tres minutos antes de las once de la mañana, el PSOE perdía la Alcaldía de Alicante por el voto en blanco de Nerea Belmonte, quien seria y visiblemente demacrada lo mostraba a las cámaras. ( «En circunstancias excepcionales, evaluadas individualmente, podemos decidir sobreponernos al impulso congénito y hacer lo que pensamos que nos conviene, aunque nos duela», sostiene Jesús Mosterín en La Naturaleza Humana).

No se escondió, pero hubo quien le negó la valentía del gesto y consideró que una medida de estas características suele responder a algún tipo de exigencia por parte de terceros. El inmediato voto nulo de Sepulcre, al votarse a sí mismo sin poder ser candidato por su condición de tránsfuga, fue más tarde analizado por unos como una falta de respeto hacia los presentes y, por otros, como un ardid para quitarse de en medio, dejando a Belmonte sola en este trance. Él también mostró su voto.

En paralelo al voto en blanco de Belmonte, ediles populares recibían mensajes del PP de València, según relataron más tarde, ya acabado el pleno, fuentes presenciales, abonando las tesis de la conspiración que volaban por un recinto que ya había abandonado apresuradamente la edil tránsfuga, mientras una persona del entorno del PP mantenía en la zona de los invitados un rifirrafe con un socialista. El primero le dijo al segundo: «Esto es la democracia», mientras el socialista replicó con una peineta, al tiempo que afirmaba: «Sí, por aquí».

A pocos metros, un agente de la Policía Local de paisano y un policía uniformado trataban de parar una pelea entre dos invitados. «Aquí no se pega a nadie», repitió en varias ocasiones con firmeza el agente de paisano a un corpulento invitado que optó por la retirada. Los móviles hervían y un militar respondía a una llamada: «Aquí estoy, en medio de un cambio de alcalde que no sé cómo va a acabar».

Hubo mucha expectación, tensión, asombro y lágrimas. Unos de alegría, otros de tristeza. Aunque muchos no lo crean, Miguel Ángel Pavón se limpió con discreción las lágrimas, mirando de soslayo a los medios de comunicación para asegurarse de que no le hubieran visto. Barcala intervenía, ya como alcalde, y Pavón escuchaba con los ojos cerrados y las manos cruzadas presionando la boca. Eva Montesinos mantuvo el tipo públicamente, mientras la procesión, aseguran, iba por dentro. El color se le fue del rostro a la concejal de Compromís María José Espuch, mientras el de Natxo Bellido enrojecía hasta un tono próximo al púrpura. El alcalde ofrecía públicamente a Ciudadanos el abrazo del oso de gobernar juntos en el año que queda de mandato («Ni de coña» dijo una persona de Cs al ser preguntado), al tiempo que los socialistas parecían noqueados en sus escaños y los ediles de Guanyar permanecían cabizbajos, menos Víctor Domínguez que lanzaba al frente una mirada vacía.

Terminados los himnos de Alicante y de la Comunidad, obligatorios en este tipo de actos, el edil popular José Ramón González relajó la tensión acumulada como presidente de la Mesa de Edad ante un emocionado abrazo con un amigo a la salida del pleno, sin poder evitar que se le humedecieran los ojos. Y Luis Barcala, tras abrazar a su mujer y a sus dos hijas, salió con unos enrojecidos ojos del Salón de Plenos en el que unos minutos antes había jurado su cargo como alcalde de Alicante ante el desprecio de su propio partido que no le arropó como cabría esperar en semejante momento. Fueron muchas las ausencias destacadas que quizá lamenten hoy no haber estado presentes, teniendo en cuenta que Barcala no solo es desde ayer alcalde de Alicante, sino que, precisamente por serlo, queda bendecido como candidato del PP a la Alcaldía para las elecciones de 2019. ( «La racionalidad es la estrategia para maximizar la consecución de nuestras metas y la satisfacción de nuestros intereses». Jesús Mosterín).

Tras lo ocurrido, una de las preguntas sin respuesta de inmediato es si Nerea Belmonte proseguirá con sus intenciones de presentarse a una oposición para lograr una plaza en el sector de la Enseñanza como pretendía, según aseguran. En el PSOE, Compromís y Guanyar la sitúan en algún prestigioso despacho de abogados. El tiempo dará y quitará razones, como señalaba un veterano militante socialista, quien concluyó que «evidentemente las cosas las hemos hecho mal porque si no, no habríamos llegado hasta aquí».

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