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La política era Luisa

Llevaba la política en las venas y una pasión por su pueblo que le hizo arrasar como alcaldesa hasta que desembocó en la Diputación

La política era Luisa

Los que han estado con Luisa Pastor hasta verla expirar su último aliento cuentan que mantuvo la cabeza lúcida hasta el final, incluso después de que hace ya un par de semanas dejara de comer pensando, quizá, que el tiempo de descuento se había acabado, y tocaba dejar a hijos y nietos para ir a reunirse con José Ramón García Antón, con el que compartió una vida, por el que dejó hasta los estudios de Farmacia, y al que sólo puso una condición para formar una familia. De instalarse en Alemania, donde su novio ingeniero tenía una oferta de trabajo, nada. Acabó en Benidorm ciudad en la que sería testigo del nacimiento de una megaurbe turística antes de volver a su San Vicente natal, para transformarla en una ciudad amable, bien diseñada, desde la Alcaldía.

Llegué a Luisa Pastor a través de su marido, primero como gerente de Proaguas y más tarde como conseller de Obras Públicas en los gobiernos autonómicos de Eduardo Zaplana y Francisco Camps. "La política es Luisa, yo soy un técnico", subrayaba José Ramón García Antón cada vez que le cuestionaba -menos mal que nunca me escuchó- qué necesidad tenía Luisa de estar sometida la crítica contínua. Pues eso, que llevaba la política en la venas y una pasión por su pueblo que le hizo arrasar como alcaldesa hasta que desembocó en la Diputación, de la que terminaría saliendo casi por la puerta de atrás por las envidias de algunos de sus compañeros de partido, que no de corporación.

Frágil de aspecto físico, Luisa Pastor demostró ser, sin embargo, una roca a la que no le tembló el pulso para acabar con las canonjías que encontró en una institución acostumbrada hasta entonces a fastos y excesos. Puso orden en lo económico y se granjeó el respeto de unos y otros.

Pese a ser la presidenta de la Diputación nunca se olvidó de su pueblo al que, entre otras actuaciones, llevó el tranvía, que por algo tenía en casa, y a sus "órdenes" al responsable de la iniciativa y dio la vuelta como un calcetín a San Vicente para transformarla en una ciudad con identidad propia, lejos de su condición de urbe-dormitorio de Alicante.

Fue la primera mujer en llegar a la Alcaldía y la primera en presidir la Diputación y el Patronato Provincial de Turismo para el que trató de fichar como imagen al maestro José María Manzanares, pese a que, como a su marido, era una incondicional de José Tomás, al que cuando la agenda lo permitía seguían por las plazas de toda España.

Gran parte de su trabajo lo dedicó, junto a una legión de incondicionales, en buscar soluciones al problema del agua en la provincia, un tema sensible que había trabajado desde que a mediados de los años 70 lo vivió en directo en Benidorm. Coincidencia. Diez horas después de que parte de sus colaboradores asistieran a la firma del Pacto Provincial del Agua, Luisa nos dejaba.

Desconsuelo en la provincia, desconsuelo en el mundo del agua y desconsuelo en las fiestas de San Vicente de la que fue un pilar desde su comparsa Moros Viejos. El "Visca el Pare San Vicent" ya no será lo mismo. Durante tres días las banderas de la Diputación ondean a media asta. Hasta siempre.

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