Pedro es uno de los más de 300 usuarios con los que trabaja el centro cada año. Vive en la calle, es drogodependiente y ve en el CIBE un espacio en el que se siente acogido. «Aquí me sirven un café caliente, me puedo duchar y lavar la ropa», explica Pedro.

En este centro, que trata con personas en severa exclusión social, trabajan un equipo formado por siete personas, entre las que se encuentran una médico, una enfermera, una trabajadora social, una técnica en actividades socioculturales y una psicóloga, que llevan a cabo un plan de intervención multidisciplinar con las personas que acuden al CIBE.

«A las 5 de la mañana estoy dando vueltas al campo de fútbol para calentarme. Y a las 8, cuando abren el centro, me pego una ducha caliente», cuenta Pedro. «El CIBE es una media solución para la vida que llevo, la otra media es no venirte abajo en el día a día».