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Historias en femenino

Una taxista, una conductora de camiones de la basura, una carnicera y un ama de casa relatan su lucha diaria de madres y mujeres trabajadoras

Historias en femenino

«En los seis años que llevo con el taxi he escuchado comentarios aislados por algún incidente de circulación, como 'mujer tenía que ser', de clientes groseros que entendí que los vertían por el hecho de ser mujer pero la mayoría me halaga, sobre todo por el hecho de trabajar de noche». Noelia Martínez Toledo, de 37 años, decidió hacerse autónoma cuando tuvo a su hija mayor -tiene una niña de 8 años y otra de 21 meses- para compaginar su papel de madre y trabajadora pues hasta entonces su empleo en una empresa de reparto de publicidad la llevaba a estar siempre por Murcia y Cartagena. Eligió un sector con una plantilla muy masculina y un trabajo que le obliga a mantener una estrecha relación con el ciudadano, pero afirma sentirse integrada al 100%. «Nunca me he planteado que clientes y compañeros me traten distinto por ser chica».

Por el contrario, afirma que lo lleva bien porque soy «tenaz, empática y trabajadora», y muy estricta con sus horarios, «que me pongo como obligación». Porque Noelia se levanta a las 3 de la madrugada y acaba su jornada en el taxi a las 3 de la tarde para poder recoger a sus hijas del colegio y equilibrar la jornada laboral con la familiar. «¿Cuándo descanso? A veces con dos o tres horas tengo las pilas cargadas. Puedo llevar una vida conciliada gracias a que mi marido (de profesión guardia civil) comparte conmigo tareas como cuidar a las niñas o limpiar la casa».

Los fines de semana también tiene turno de noche. Es entonces cuando, explica, algunos clientes se sobrepasan con bromas, «sobre todo si han ingerido alcohol y suben varios chicos al coche». Pero hasta ahora con un comentario seco y bajando el parasol para que vean las fotos de su marido y sus hijas no ha tenido mayor problema.

«Ahora está muy normalizada la igualdad entre ambos sexos. Es para celebrar ya que en un pasado cercano no estaba tan equilibrado», señala una mujer que no sufre la brecha salarial al ser autónoma. Más bien al contrario, cree que sobre todo las mujeres mayores que empatizan con ella le dan mejores propinas «por el buen trayecto y la conversación».

También pisa mucho la calle Cristina Zapata, que conduce camiones de baldeo cargados con 5.000 litros de agua y eventualmente vehículos de recogida de basura con capacidad para 10.000 kilos de residuos. Cristina, de 41 años, lleva 17 años en la empresa de limpieza de Alicante, en la que empezó barriendo. Después se sacó el carné de C1 y empezó a conducir camiones. «Me gusta el trabajo, limpiar plazas y parques, eliminar grafitis. La gente de la calle es muy agradecida con la limpieza, y se alegra de ver a una chica con un camión. Con mis compañeros estoy genial. Ni me miran mal ni noto machismo, soy una más. Al contrario, a veces cuando entro a las cinco de la mañana están pendientes de mí si estoy sola en una zona oscura».

Aunque destaca que las mujeres alcanzan ya el 10% de la plantilla, «que lleven el camión no hay tantas, sólo somos cuatro o cinco. Debería haber más chicas de barrido y llevando vehículos, es decir, que las mujeres tengan más opciones, también en el servicio de noche». Es el pero que pone, el que «te encasillen y no poder ascender un poco más». Por lo demás su experiencia a la hora de compaginar trabajo y maternidad es positiva. «Hay empresas que te lo hacen pasar mal. Mi hija tiene un año y medio, y jamás he tenido problema».

Aure Pérez, de 46 años, lleva 25 años trabajando en una carnicería en el Mercado Central de Alicante, en el negocio familiar que comparte con su marido Andrés, en largas jornadas de nueve de la mañana a ocho de la tarde. Con él tiene dos hijos, una chica de 20 años y un niño de 14, que la abuela cuidaba cuando eran pequeños. «Pude llevarlo todo adelante gracias a mi madre, que me apoyó a tope. Es difícil, complicado, no hay ratos libres. Los niños y el negocio ocupaban casi las 24 horas, y porque había que dormir», explica, reconociendo que lo llevaba mal cuando sus hijos «se ponían malitos o a la hora de los deberes». Ahora que son mayores «no tiene nada que ver, estoy mucho más aliviada». Aure destaca que su marido y ella han puesto todo el empeño en sacar el negocio adelante, «pero es muy sacrificado. Hay que pagar autónomos, módulos, hipoteca, pero repartimos el trabajo».

Opina que la mujer debe cobrar lo mismo que el hombre por igual trabajo, «a veces incluso está más capacitada. La igualdad llegará, debe ser así». De momento a su hija, que estudia Magisterio, le aconseja que se forme y pueda optar a un trabajo «con más calidad de vida» que la que ella tuvo.

Margarita Moreno celebró ayer su 73 cumpleaños cocinando cuscús para su marido, su hijo y su nuera. Gaditana, se fue a Marruecos con 11 años, estudió y trabajó como administrativa pero cotizó poco tiempo. Fue madre y a los 28 años se afincó en Alicante con su marido, un ebanista alcoyano. «Cuidé a mi niño y a mi suegra hasta que murió, con 99 años», por lo que no tenía tiempo para trabajar fuera. Pero el ser ama de casa nunca le hizo infeliz, «lo soy desde los 11 años porque me quedé sin madre, y me tuve que hacer cargo de mi padre y de mi hermano, pero es un trabajo que jamás estará pagado porque no nos jubilamos nunca y nos miran como ignorantes». A los 48 años, se sacó el título de corte y confección y trabajó en casa para ayudar a la economía familiar hasta los 65 años, «cuando me dije: ya no coso más». Enseñó a su único hijo a ayudarle, «y antes de irse a clase se hacía la habitación y le mandaba al súper». Va a zumba, yoga y pilates, y le gusta el ordenador. Pero si ahora fuera joven, afirma que sería arqueóloga. «Nos quedan muchos pasos que dar y eso que esto no es África. Las mujeres somos capaces. Porque empecé tarde pero me he sacado todo lo que he querido».

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