El objetivo, humanizar los entornos hospitalarios y conseguir que los niños pierdan el miedo a los médicos. El Hospital General de Alicante y la Facultad de Medicina han emprendido distintas acciones para acercar la medicina a los más pequeños, siempre desde el lado más amable.

En el caso del Hospital General, recientemente se ha decorado toda el área de los quirófanos infantiles, que además incluye la unidad de cirugía sin ingreso. Cada año, una media de 700 niños de toda la provincia son intervenidos en el centro sanitario. Los pequeños se enfrentan así a situaciones desconocidas, que en muchos casos les generan ansiedad y estrés. Desde hace unas semanas, los pequeños entran a un entorno más amable, decorado con colores vistosos y con elementos reconocibles por ellos, como barcos, aviones, o animales. La decoración del bloque quirúrgico, financiada por la Fundación Curarte y por una empresa distribuidora de gases medicinales, es solo una parte de la política de humanización del centro sanitario hacia sus pacientes más pequeños. «En el caso de una operación, permitimos que los padres estén con sus hijos casi todo el tiempo, sólo se separan de ellos en el momento de la intervención y el despertar inmediato», explica Jerónimo Gonzálvez, responsable del servicio de Cirugía Pediátrica del Hospital General de Alicante. A los padres, también se les aconseja «que expliquen claramente a los niños qué les van a hacer, que nunca les traigan engañados».

Por su parte, la Facultad de Medicina de la Universidad Miguel Hernández se transformó el viernes en un hospital nada convencional, donde medio centenar de niños de 5 años del colegio Lo Romero llevaron a sus peluches preferidos para ser operados, curados o para pasar una simple revisión médica. A través de pequeños talleres un grupo de estudiantes de Medicina explicaban a los más pequeños nociones básicas de primeros auxilios, hábitos saludables o anatomía. En uno de los talleres, los pequeños se podían poner en la piel de los cirujanos, ataviados con batas, máscaras y gorros de quirófano. Cuchillos de plástico simulaban bisturís con los que operar a sus muñecos y con cuellos de botellas se improvisaron mascarillas de oxígeno. Vendarlos fue la parte más estimulante para los niños y hasta una muñeca con forma de sirena terminó con la cola tapada con una gasa, mientras otro niño pedía que curaran a su perro «porque se ha roto la cola».

En otro taller los niños se familiarizaban con un triángulo que verán mucho a lo largo de su vida, la pirámide de la nutrición. Y aunque de momento su importancia se les escapa a la mayoría, todos entendían que en la base de ese triángulo están los espaguetis, el pan o el arroz que tanto les gustan.

La anatomía también tuvo protagonismo con un taller en el que los pequeños demostraron que se saben muy bien los distintos órganos del cuerpo. «El cerebro sirve para que no se me olviden las cosas», le explicaba una niña a una de las estudiantes de Medicina. «¿Y qué hace el corazón?», «no para de moverse», respondía otro niño.

En una improvisada consulta, los pequeños veían como los médicos hacían a sus muñecos las mismas pruebas que ellos tienen que pasar en el pediatra. Con un fonendoscopio escuchaban el corazón, le ponían el termómetro y hasta una inyección, si el peluche estaba muy grave. La Asociación de Estudiantes de Medicina IFMSA es la encargada de desarrollar este proyecto con el objetivo de que los niños pierdan el miedo a los médicos, «algo esencial porque todo el mundo, antes o después vamos a tener que ir a un hospital o a un centro de salud», explica Guillermo Forner, vicepresidente de la entidad.