Otros elementos arquitectónicos en peligro por su desprotección son chalés singulares como los de Ciudad Jardín, ermitas y construcciones centenarias dispersas por las partidas y por la huerta como casas de labranza, hornos yesíferos, balsas de riego, depósitos de agua o chimeneas de ladrillo. «Destaquemos los casos de las impresionantes casas de Finca Morote, San Clemente, Pino y Ruaya. También es necesario revisar la protección de casas y fincas históricas de la huerta, lo que requiere de un catálogo que incluya jardines, arbolado, acequias o balsas de riego. Es decir, no sólo las torres», sí protegidas. Del mismo modo, los arquitectos consideran imprescindible revisar la protección de la arquitectura defensiva, es decir, de refugios, baterías, nidos de ametralladoras y búnkers como el de Babel. «No está protegido el Faro del Cabo, ni los mareógrafos del Puerto, ni la escuela náutica... Alicante todavía tiene muchos testigos singulares que, conservados, permitirían que la ciudad creciera manteniendo una lectura de muchos episodios de su historia, integrados y actualizados a los usos modernos, sin ninguna pérdida funcional, y con muchas ganancias culturales, patrimoniales y estéticas. En cambio, repetimos y aumentamos el ritmo de destrucción que a partir de mediados del siglo XX, desfiguró y acabó por romper la unidad y la historia de la ciudad para sustituir su arquitectura con la especulación como único pretexto», señala Bodewig.