Su tesis doctoral en la Universidad de Alicante versaba sobre el patrimonio hidráulico de la provincia y a partir de ella hizo un exhaustivo estudio sobre estas obras, publicado por la Diputación, que ha dado lugar a la mención especial en los Premios Europa Nostra. ¿Qué tiene esta temática que tanto le atrae?
Yo procedo del País Vasco y allí la agricultura y el paisaje relacionado con ella es totalmente diferente. Cuando vine aquí me fijé en los bancales construidos en las laderas, y me pregunté por qué existían. Eso me llevó a interesarme también por los sistemas para aprovechar el agua, que también están calados con todos sus elementos en el paisaje y en la gente. A partir de ahí empecé a visitar pueblos, a ver lavaderos, molinos y acequias... Y eso derivó en el estudio sobre el patrimonio hidráulico publicado en tres volúmenes.
¿Qué le llama la atención de la arquitectura del agua en la provincia de Alicante, como especialista en el tema?
Entre otras muchas cosas, su diversidad y su antigüedad; aquí tenemos presas que datan de los siglos XVI y XVII, de una época en que estaban aquí los mejores técnicos para defender las costas, y que dirigieron las obras de presas además de las de torres de vigilancia. Me parece apasionante el trabajo que llevaron a cabo, y también, desde una óptica más personal, es apasionante ir descubriendo los datos de cada obra, sumergiéndose en los archivos y hablando con la gente. Es una labor prácticamente detectivesca.
Y así transitó de la arquitectura a la geografía...
Las inquietudes se entremezclan; siempre me atrajo el monte, el campo, y sus formas de vida. No es sólo conocer una obra, sino comprender cómo funciona un molino, el porqué de los bancales y a las personas que lo hacen posible. Las anécdotas que cuenta la gente transmiten muchos datos.
¿Hay alguna tipología de obra hidráulica que le parezca especialmente relevante?
Quizá los acueductos, como el de Planes, por su capacidad para llevar el agua. Pero tampoco tengo una preferencia clara; en cualquier lugar te encuentras una balsa o una acequia que te dice algo. Ir a ese lugar y sentir la presencia de los técnicos es emocionante, igual que el solo hecho de localizar las obras... Me he perdido muchas veces [ríe].
Y habrá observado diferencias entre unas zonas y otras...
Donde llueve más, en las comarcas del norte, hay más lavaderos; en cambio, el agua del Segura se aprovecha hasta cuatro veces. El patrimonio del agua obedece al clima y por eso es una seña que tenemos que hacer nuestra y reivindicarla, y protestar cuando se atente contra ella de algún modo.
¿Cree que hay una buena política de preservación de todo este patrimonio?
Pienso que estamos aún con mucho por hacer, porque todavía no hay conciencia, no sólo por el patrimonio sino también por quienes nos dedicamos a su estudio, no se valora lo suficiente. Hace falta que los políticos, y la gente en general, sean conscientes de la importancia que tiene el patrimonio hidráulico, arquitectónica y social. Esa información debe calar entre la sociedad. A veces no se tiene en cuenta la relevancia que tiene, por ejemplo, datar la construcción de un molino.
¿Qué cree que se podría hacer para mejorar esa situación?
Los políticos, en cualquier administración, deberían tener claro que los proyectos son para el pueblo y a largo plazo, y que los monumentos se cuidan al margen de quien gobierne. Que nadie se quiera poner medallas, sino que quien esté dote de presupuesto los proyectos que hagan falta para cuidar el patrimonio. Echo en falta más visión a largo plazo en este aspecto, no hay una conciencia de que se trata de proyectos que son para todos.
