Los juzgados de Menores de la Comunidad Valenciana registraron un total de 404 casos en el ámbito de la violencia doméstica, lo que sitúa a la autonomía segunda de toda España, sólo superada por Andalucía, que registró 666 asuntos. A 268 de ellos se les impusieron medidas por conductas tipificadas como delito, según los últimos datos del Consejo General del Poder Judicial.

Estos datos unidos al goteo incesante de sucesos con menores involucrados que han trascendido este último mes, incluido el menor de 14 años que mató a su hermano de 19 de una puñalada en el barrio de la Florida, hacen preguntarse si la violencia ejercida por niños y adolescentes en el hogar es un fenómeno en aumento y a qué se debe.

Sin embargo, y pese a la alarma social generada, los números oficiales dicen que los homicidios perpetrados por personas de entre 14 y 17 años - antes de cumplir los 14 no pueden ser juzgados- han descendido. De los 79 registrados en 2000 se pasó a 36 en 2016, según destaca el profesor de Sociología de la Universidad de Alicante especializado en violencia y menores Abdón Palma. «Existe una idea generalizada de que vivimos en una sociedad más violenta y más peligrosa, pero lo que ocurre es que somos más críticos con cualquier forma de violencia. No es que se cometan más delitos, es que ahora se denuncia más», explica.

Con esta afirmación coinciden el resto de expertos consultados, el director del Instituto Alicantino de la Familia Pedro Herrero, el psiquiatra Rafael Garberí, y el psiquiatra infantil de la Unidad de Salud Mental Infantil de San Vicente del Raspeig, Tomás Cantó. Todos ellos señalan que la violencia intrafamiliar ha existido siempre, sólo que hasta hace muy poco tiempo se consideraba que debía quedar dentro de la familia y en un gran número de casos no se denunciaba. «Más que aumentar los casos, lo que ocurre es que ahora se visibilizan», indica Garberí.

En el centro que dirige, dependiente de la Diputación Provincial, atienden a 500 familias con problemas al año que les derivan desde Atención Primaria, Salud Mental, juzgados o Servicios Sociales. Su experiencia y la de su colega, la psicóloga Elena Galatsopoulon, es que los problemas más importantes en la familia son los que se derivan de los problemas de pareja y divorcios complicados, de la adolescencia y de duelos sin resolver.

«La violencia se puede dar como respuesta a una crisis, ser un episodio único, y el tratamiento puede evitar que se repita. Pero hay familias cuya forma de relacionarse es más propicia a que se desencadene la violencia y si llega la terapia familiar que realizamos aquí no sería suficiente, harían falta más recursos», señala Galatsopoulon. De hecho, de las familias que tratan sólo un 6% aproximadamente ha vivido situaciones de violencia como tal porque en general actúan cuando existen problemas serios de relación entre padres e hijos pero antes de episodios graves. Obviamente no pueden referirse al citado caso del barrio de la Florida, pero sí indican que la violencia grave entre hermanos es la menos frecuente dentro de la familia. De hecho, en terapia familiar se puede hablar de maltrato infantil y de violencia filioparental pero ni siquiera existe un término que defina la fraterna.

El trabajo realizado por el profesor de Sociología en 2015 sobre violencia doméstica en juzgados de Menores de Alicante viene a corroborarlo. De los 120 expedientes del estudio, 83 se referían a violencia de hijos a padres y17 a violencia de género, pero las peleas entre hermanos que acaban en los juzgados son cifras menores. De hecho, la principal víctima de violencia en el hogar es la madre. Los casos de agresiones de hijos a padres se dispararon entre 2008 y 2011 pero ahora y siendo aún las cifras preocupantes -4.898 casos en 2016- la tendencia es a la baja.

El psiquiatra infantil Tomás Cantó hace hincapié en que la respuesta agresiva es fruto de la suma de muchos factores y los menores con trastornos no son más agresivos que el resto de la población. «Hay personas que nacen con una mayor tendencia a responder de forma agresiva, pero es una tendencia no una determinación y depende del ambiente externo, ya sea familiar o escolar, de determinantes puramente biológicos como sufrir dolor o padecer una enfermedad y los factores psicológicos de cómo percibe uno el mundo que la balanza se incline hacia un lado u otro», indica. Y añade que el 50% de las patologías mentales debutan antes de los 18 años y el 75% antes de los 24 para señalar dónde hay que destinar los recursos.