Antonio Moya, responsable e impulsor del comedor social de San Gabriel, el único que existe en la ciudad, se echa a reír cuando se le pregunta si nota que estamos saliendo de la crisis. «Serán los ricos, porque aquí no», indica, mientras señala al centenar de personas sin recursos que esperan en la calle a que abra el comedor para garantizarse una comida caliente, y un bocadillo y una fruta para la noche.

Entre los usuarios hay gente joven, pero sobre todo mayores que deberían estar disfrutando de su jubilación pero que tienen que desplazarse al barrio de San Gabriel para comer porque sus pensiones de 400 o 500 euros no dan para todo. Es el caso de Jesús, de 66 años. «Trabajaba en la construcción pero solo coticé 13 años y medio así que tengo una pensión no contributiva de 380 euros que no me da para nada», indica, para añadir que «pago por una habitación para dormir y no me queda lo suficiente para comer, por eso suelo venir aquí».

Emilio, de 65 años, acudió ayer por primera vez al comedor social. Presenta una imagen cuidada y nadie diría que vive en la calle entre cartones, o en los cajeros de los bancos. Mientras rellena una ficha con sus datos para comer, cuenta que se ha enterado de la existencia del comedor social por un amigo. Emilio espera dejar la calle cuando empiece a cobrar una pensión. «Yo era autónomo de limpieza pero de los más bajos y tengo cotizados 16 años y siete meses. Me han dicho que tengo derecho a una pensión, aún no sé de cuánto, pero a partir de mayo. Hasta entonces no tengo nada», señala.

Noel es otro de los usuarios habituales del comedor. Tiene 68 años y al fallecer su mujer se fue a vivir con su hijo, «pero las relaciones con mi nuera no eran buenas y me fui a vivir solo». Noel cobra 500 euros al mes y vive en una habitación de alquiler por la que paga 130 euros mensuales. «No tengo vicios y tengo pocos gastos, aunque sí fumo, pero la pensión no me da para todo y por eso vengo a veces a comer aquí», indica.

Comida y cena

Antonio Moya insiste en la necesidad de que, sobre todo los mayores, coman bien, lo que garantiza con el menú completo del mediodía y el bocadillo y la fruta que da a sus «clientes» para la cena. El comedor recibe al día a entre 100 y 130 personas, pero «tenemos sitio para unos cien más porque contamos con la ayuda del Banco de Alimentos, de Mercadona y de otros suministradores», indica Moya, quien insta a los jubilados que no lleguen a fin de mes a aprovechar que tienen gratis el autobús y a desplazarse a San Gabriel para garantizarse una comida en condiciones.

Moya, presidente también de la asociación de Vecinos «La Prosperidad» de San Gabriel, considera fundamental que se ayude a los mayores desde las administraciones públicas, pero no solo a ellos. Insiste en la necesidad de que el Ayuntamiento facilite bonos a personas de cualquier edad sin recursos para que puedan coger el autobús en el horario del comedor y acudir al barrio a comer «pero nos dicen que no es posible porque sería crear un precedente ante otros colectivos, aunque yo dudo que haya otros colectivos más necesitados», señala Moya.

Efectivamente, al comedor social también acuden jóvenes sin recursos que en algunos casos tienen que desplazarse a pie casi una hora hasta el barrio de San Gabriel. Es el caso de Lorenzo, un alicantino de 37 años que volvió a España hace unos meses tras intentar salir adelante en Canadá y en Suiza pero que en la actualidad no tiene nada. «He trabajado un par de meses en la hostelería desde que volví, pero ahora no tengo nada y duermo en casa de un amigo», señala, al tiempo que asegura que en Servicios Sociales «no me dan cita hasta abril».

Desde finales de diciembre de 2014, cuando la asociación de vecinos «La Prosperidad» de San Gabriel abrió el comedor social, han pasado por aquí 1.564 personas. Personas como María, de 38 años, que vive en la calle. «Duermo en jardines, en cajeros, a veces en el albergue», confiesa, mientras toma la única comida caliente del día. Cuenta que es cocinera pero que no tiene trabajo y también ríe con ironía cuando le preguntamos si cree que las cosas van mejorando en España tras la crisis.