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Una Escuela de Mediadores para formar a los jóvenes

Un grupo de estudiantes de ESO y Bachillerato enseñan a erradicar la violencia en los centros escolares donde les requieren para mediar

Miembros del grupo de formadores exponen un caso práctico. HÉCTOR FUENTES

«Me apunté a la Escuela de Mediadores porque en su día tuve un problema con una compañera de clase. La tutora nos recomendó la mediación en lugar de castigarnos y no nos hicimos amigas, no es necesario, pero desapareció el conflicto. Era cuestión de educación y cordialidad». Laura Angulo, en primero de Bachillerato en el colegio Agustinos de Alicante, forma parte de un nuevo grupo de jóvenes mediadores a los que colegios e institutos llaman ahora para que difundan entre los alumnos sus propias experiencias y conocimientos sobre la mediación.

«La mediación no se limita a reconducir situaciones conflictivas. También le sirve a uno mismo para mejorar la conviencia en general». A Laura le ha convencido de tal forma que incluso tienen intención de dirigir sus pasos profesionales el día de mañana hacia esta disciplina.

De momento cursa el Bachillerato de Ciencias, y Guitarra en el Conservatorio, y quiere hacer la carrera de Psicología y un máster en Mediación, como poco.

Desde la Escuela Europea y el Instituto Mare Nostrum ya han requerido los servicios de esta Escuela de mediadores porque cuando los estudiantes reciben claves contra los conflictos de parte de sus iguales, el efecto positivo se multiplica, aseguran.

Sentimientos

«No es fácil lograr que un niño que está en el foco de un conflico saque sus emociones», explican los jóvenes formadores, que a su vez cursan desde cuarto de la ESO a primer grado de la carrera universitaria. A Laura le acompañan Jordi del Puente, Alba Gomis, Mar Lloret, Bárbara Senia y Claudia Sandoval, formados a su vez en mediación por los profesores de Universidad Josefina Rodríguez y Valentín Martínez, y la directora de la Escuela Promediación, María Jesús Fernández.

«Unas personas somos más de imágenes, como yo, que soy más cuadriculado, y en otras prima el sentimiento. Tenemos que tener eso claro para trabajar lo más específico de cada uno y, de entrada, transmitir imparcialidad porque la neutralidad en un conflicto es clave». Jordi explica que, a continuación, hay que lograr confianza para poder ayudar desde el instante en que los niños en conflicto se abren, y por último se averigua el por qué del conflicto, las razones que llevan a alguien a sentirse mal. «No somos profesores sino iguales que ayudamos a resolver conflictos. Mejoramos la convivencia sin castigos», destaca.

Los casos más complicados entre los que han trabajado, pero que por lo mismo les han dado las mayores satisfacciones al resolverlos, se han producido cuando hay un grupo numeroso, de entre 10 y 12 alumnos, contra uno solo. «Costó que entendieran que no había ninguna obligación y que nadie debía sentirse perdedor».

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