Los estudiantes de 15 años de la Comunidad, con 492 puntos, no alcanzan la media mundial de 500 puntos, ni tampoco la estatal de 496, tras la primera evaluación sobre habilidades sociales del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA).

Los 492 puntos de media global sitúan a la Comunidad la décima entre las 17 autonomías computadas, pero los resultados de las alumnas consiguen el aprobado, con 505 puntos, frente a los chicos que con 480 puntos bajan la media.

El informe educativo auspiciado por la OCDE en 32 países miembros y 19 naciones asociadas, vincula estos resultados a las últimas evaluaciones sobre Ciencia, Matemáticas y Lectura, y concluye que aunque los chicos son más eficientes al completar una tarea y encontrar la información necesaria cuanto antes, las chicas muestran un comportamiento más cooperativo, con mayor entusiasmo y mejores habilidades sociales.

A nivel mundial los mejores situados son los estudiantes de Singapur con 561 puntos, seguidos de Japón con 552, Hong Kong, 541 y Corea del Sur, 538.

Finlandia figura en séptimo lugar, con 534 puntos, y España en el puesto quince con 496 puntos no consigue aprobar, aunque se encuentra por delante de Francia, Italia y Grecia.

En todos los casos los resultados de las alumnas mejoran los de los alumnos.

Entre los países que salen peor parados en esta evaluación figuran Túnez, con 382 puntos, Brasil con 412, Montenegro con 416 y Perú con 418.

En el ámbito estatal, los mejores resultados los obtienen los alumnos madrileños con 519 puntos y los extremeños se sitúan a la cola con 474 puntos.

Las evaluaciones llevadas a cabo hace un par de años, en 2015, examinan la capacidad de los estudiantes a la hora de trabajar en grupo, saber resolver los conflictos que surjan, y velar porque cada miembro responda a la labor acordada.

Conclusiones

Las conclusiones del estudio apuntan a que la educación, tanto en el conjunto del país como en la Comunidad, sigue fomentando la memorización y la enseñanza magistral del profesor al alumno, así como la distribución de las clases con mesas individuales, lo que no contribuye al trabajo en equipo que se ha evaluado.

Como señalan los autores, falta conseguir que el entorno personal positivo -a lo que contribuye la implicación de los padres en la escuela y en casa, y la relación del estudiante con sus profesores y el resto de alumnos- se vea reflejado en una mejor capacidad del alumno para trabajar en grupo.