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Análisis

Volvo, un diamante de todos

Cuando en Alicante pasan cosas a todos nos va bien. La ciudad necesita no una, sino mil Volvos

Volvo, un diamante de todos

Cuando en Alicante pasan cosas a todos nos va bien. La primera vez que le escuché esta reflexión a un hotelero fue en las semanas previas a la salida de Volvo Ocean Race desde el Puerto en 2008. Y lo cierto es que a lo largo de estos últimos años cada vez que se celebra una nueva edición, y vamos por la cuarta, siempre la recuerdo. Qué razón tenía, y tiene, ahora que nos encontramos ya en el comienzo de la recta final para la salida de los veleros el próximo domingo.

Al margen de esos millones de euros que puede facturar Alicante y su entorno más próximo -cifras son cifras y es lícito hasta cuestionar las previsiones oficiales- es indudable que la ciudad se beneficia de la Volvo y el hecho de que la Vuelta la Mundo a Vela salga desde el muelle 14 del Puerto y no de una megadársena de Dubai, o desde la desembocadura del Tajo en Lisboa, ha aportado a la ciudad y al conjunto de la provincia un valor añadido en promoción e ingresos que no sería posible sin la regata.

Cierto es también que los 20 millones de euros de fondos públicos que tiene que pagar la Generalitat chirrían si los miramos desde la demagogia, pero la Volvo, como Wimbledon, Roland Garros, una final de la Champions o una gala de los Oscar cuestan dinero y también generan un retorno tangible e intangible para las ciudades que las acogen.

¿Mucho dinero público? ¿Los datos del retorno económico están disparados? Todas las preguntas y las dudas son lógicas y respetables pero visto lo que estamos viendo estos días en Alicante, decir que también es necesario aportar capital para disfrutar de la Volvo.

Ahora bien quizá, tras la primera edición bajo el paraguas del actual Consell, el mismo que se encontró una Generalitat arruinada, el que proclama su repulsa a los despilfarros (quién no), haya que enfocar el debate hacia otro escenario, el de la cofinanciación privada.

Alicante necesita no una, mil Volvos, pero también es razonable pensar que no todo puede salir del bolsillo de la Generalitat y, por lo tanto, si Alicante y la provincia en su conjunto quieren la Volvo, los sectores que sacan partido de la salida de la regata también deben arrimar el hombro y colaborar.

Capacidad de seducción desde el Consell la hay, como se ha demostrado con el cambio de planes de la propia dirección de la Vuelta al Mundo a Vela al renunciar a salir cada dos años, y en la que seguro han tenido mucho que ver los rectores autonómicos que, de paso, se han ahorrado los 20 millones de euros que cuesta la edición cada año. Cantidad que, incluso, puede aumentar en futuras ediciones. De ahí que todos aquellos que piden la Volvo también deban aportar su parte proporcional, o trabajar en la búsqueda de patrocinadores privados, que los hay.

Cuando en Alicante pasan cosas a todos nos va bien. De nuevo la reflexión de aquel hotelero en 2008 me vuelve a la cabeza después de un fin de semana en el que -cierto que el puente ha ayudado- en Alicante era difícil encontrar una mesa para cenar o, incluso, resultó complicado hasta poder entrar en el recinto de Volvo en horas concretas por aquello de la seguridad. Lo dicho, a todos nos va bien, a los turistas y a los propios alicantinos si en la provincia hay cosas que hacer más allá del sol y la playa, y eventos como la Volvo son los que ayudan a ganar la batalla de la desestacionalización.

Este año se cumplen 60 años de la invención de la marca Costa Blanca, ligada desde entonces al sol y la playa. Un binomio que nos permite generar 7.000 millones de euros al año, casi el 18% del PIB de una provincia que sin el turismo no sería lo que es.

Hemos pasado del turismo de masas, bendito turismo de masas de bajo precio, a necesitar ofrecer algo más que calidad, clima y buenas tarifas. Con eventos como la Volvo se puede empezar a pensar que algo más es posible. En los primeros cuatro días, más de 200.000 personas en el Village y alrededores. Gran parte alicantinos de Elda, Villena, Alcoy... ¿ y qué? Los mismos que ayudan a llenar todos los veranos los hoteles de Benidorm.

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