El alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, llegó a los juzgados de Benalúa con la declaración preparada y la lección aprendida para evitar una fotografía incómoda. El dirigente socialista fue puntual, escoltado por su jefe de Gabinete de Alcaldía, Lalo Díez, y el asesor de Comercio, Pedro de Gea, todos ellos investigados por el presunto fraccionamiento de contratos. A su llegada, saludó a los medios de comunicación presentes en las inmediaciones de los juzgados de Benalúa, que no eran pocos, y sin detener su marcha se comprometió a hablar a su salida. La espera duró unas tres horas.

A la entrada, Echávarri evitó pasar bajo el arco de seguridad, un privilegio ligado a su condición profesional de abogado. Dentro, donde los focos de las cámaras no podían grabar, Echávarri, Díez y De Gea ya no estuvieron tan juntos. Y es que el asesor de Comercio optó por sumergirse en su mundo, ajeno a todo y a todos, andando de un lado para otro sin parar un momento, intentando mitigar los nervios con continuos paseos por el pasillo que conducía a la sala de vistas ubicada en la planta baja del Palacio de Justicia de Benalúa. Tras declarar, le esperaba una escapada de fin de semana a Cuenca con la familia para desconectar.

En cambio, el alcalde y su jefe de Gabinete prefirieron participar -el primero bastante más que el segundo- en conversaciones, interrumpidas con continuos saludos de conocidos y amigos, para hacer más leve una espera que se hizo larga, ya que las horas a las que estaban citados los investigados no correspondieron con el momento en el que entraron a declarar. El regidor, por ejemplo, se enfrentó a la juez casi dos horas y media más tarde de la hora anunciada.

A su salida, en una actitud nada improvisada, Echávarri se hizo acompañar por su escolta habitual, que le abrió el camino y dificultó, sin ningún mal gesto, que los fotógrafos retrataran al alcalde bajo el letrero que reza «Palacio de Justicia», situado a las puertas de los juzgados de Benalúa. Superado ese primer momento clave, fue Echávarri el que anduvo los metros necesarios, alejándose de la entrada, antes de pararse ante los medios de comunicación para responder brevemente a las preguntas. Ahí también hubo dosis de picardía, ya que el alcalde se colocó de espaldas a los edificios situados frente a los juzgados. Así, en las fotografías que le hicieron mientras respondía a los medios tampoco hubo ni rastro del incómodo letrero de «Palacio de Justicia». Segundo objetivo también logrado.

Las imágenes no sólo preocupaban a Echávarri y a su entorno. También lo hicieron al técnico Diego Agulló, quien llegó en vano a los juzgados antes de que abrieran para evitar los focos y que, cuatro horas más tarde, esperó con paciencia a que saliera de declarar el concejal de Contratación, Natxo Bellido, para pasar desapercibido. El portavoz de Compromís, en cambio, no puso reparos en posar frente a las puertas de los juzgados. Es cierto que acudía como testigo.

Sobre las cuatro de la tarde, siete horas después de inicio de la jornada, con un breve receso para el almuerzo, las ocho declaraciones previstas para ayer finalizaron. Lalo Díez, el último en pasar ante la juez, se fue a pie con su abogado y con el letrado de Echávarri, abogado del PSOE y parte de la acusación particular en el caso Brugal, ambos del mismo bufete.