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El divorcio también se hace igualitario

El número de rupturas matrimoniales del mismo sexo es todavía mínimo pero crece de manera constante año tras año hasta situarse en el 1,5% del total

Al igual que ocurre con el matrimonio, el divorcio va haciéndose también cada vez más igualitario en la sociedad. Las rupturas entre parejas del mismo sexo en la provincia de Alicante son muy poco significativas en términos numéricos, tal y como ponen de manifiesto los datos publicados hace unos días por el Instituto Nacional de Estadística (INE), pero porcentualmente van suponiendo cada vez más, en una tendencia ascendente de manera lenta pero continua. El año pasado únicamente 62 de los 4.076 matrimonios disueltos eran entre dos hombres o entre dos mujeres, pero la cifra es con diferencia la más alta desde que hay datos.

Aunque el matrimonio entre personas del mismo sexo se aprobó en 2005 y, por lo tanto, también pueden darse los divorcios de este tipo desde entonces, el INE únicamente ofrece los datos desglosados por provincias desde 2013. En realidad no se ofrecen de manera específica las cifras de rupturas matrimoniales homosexuales, pero sí se distingue entre la cifra total y la de parejas heterosexuales. El resultado de esa resta ofrece cifras muy bajas, pero de manera muy clara al alza.

En 2013 hubo en la provincia 26 divorcios entre parejas del mismo sexo, que supusieron un 0,71% del total. Tres años después, el número se había incrementado a 62, frente a una cifra global de 4.076 rupturas. En términos relativos, conformaron un 1,52%. Así pues, puede decirse que la cantidad de divorcios homosexuales se ha duplicado en sólo tres años. La tendencia, además, no es exclusiva de la provincia de Alicante, sino que se repite tanto a nivel de Comunidad Valenciana como en el conjunto de España, aunque con porcentajes algo más bajos: un 1,19% en el territorio autonómico y un 1,37% nacional. Eso sí, igualmente al alza de forma continua. Además, resulta significativo el hecho de que, por primera vez, en 2016 se registraron en la provincia tres separaciones entre homosexuales. Esta fórmula, que no llega a implicar la disolución del matrimonio -y, por tanto, de alguna manera es «reversible», al contrario que el divorcio- tiende a ser cada vez menos utilizada, si bien en la demarcación alicantina el número se mantiene estable: 182 en 2016 y 170 tres años antes.

El porcentaje de divorcios homosexuales es ahora mismo la mitad que el de enlaces entre personas del mismo sexo, estabilizado en torno al 3% del total desde la aprobación del matrimonio igualitario en 2005. No obstante, conviene tener en cuenta en el caso de las rupturas el poco tiempo que estas personas llevan en general casadas, y por lo tanto el menor plazo que, a priori, puede suponer para el desgaste de la pareja. Desde colectivos de apoyo a la diversidad de orientación e identidad sexual, como LGTBI MARIola, con actividad sobre todo en el interior de la provincia de Alicante, se alude también a esta cuestión, aunque al mismo tiempo se recuerda que la existencia de divorcios entre personas del mismo sexo «es un signo de normalidad social».

«Una situación igualitaria»

El presidente de la mencionada entidad, Jordi Jiménez, destaca que el progresivo incremento de las cifras de divorcios homosexuales, aun siendo todavía muy pequeñas las cifras, «apunta hacia una situación igualitaria», puesto que el colectivo lgtbi «somos ciudadanos como cualquier otro, tenemos nuestras relaciones de pareja y nos podemos casar y divorciar de la misma forma». Además, considera que el hecho de que el índice de rupturas entre personas del mismo sexo sobre el total sea la mitad que el de matrimonios rompe tópicos, como el de «pensar que las personas homosexuales somos más promiscuas». A su juicio, si ese «prejuicio» fuera real «el porcentaje de divorcios sería más alto y aumentaría de manera más rápida» que como lo está haciendo.

Jiménez considera que, si acaso, se podría considerar «si las parejas homosexuales se casan en la misma medida que las heterosexuales», aunque de todos modos, recalca, «queda claro que el mundo no se acaba porque el matrimonio igualitario exista». Al contrario, insiste en el concepto de «normalidad» que transmite el que haya divorcios «haciendo uso de los derechos sociales que hemos logrado».

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