Al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, le preocupa la situación de Cataluña. Y no poco. En las últimas dos semanas decidió bajar el tono para ofrecer un mensaje prudente que no alimentara aún más las diferencias dentro de su gobierno -no sólo entre los consellers de Compromís sino también entre alguno socialista- a cuenta del referéndum independentista catalánreferéndum . Ahora bien, a partir de mañana mismo y apenas unas horas después de que se haya consumado esa nueva movilización, el jefe del Consell quiere ofrecer otra imagen y lanzar una iniciativa que facilite promover el diálogo para encontrar una solución al problema territorial de España, una crisis que tanto Puig como la líder de Compromís, Mónica Oltra, consideran que va más allá de lo que ocurre en Cataluña y en la que la Comunidad está dispuesta a participar. Quiere estar en la mesa en la que se decida hacia dónde camina ese nuevo modelo territorial como salvaguarda para intentar resolver el grave problema de déficit de financiación y de inversiones.

Mañana mismo, de hecho, el jefe del Consell tiene en su agenda una comparecencia a las nueve de la mañana -una intervención con formato de conferencia- en la que pondrá encima de la mesa que la gravedad de la crisis territorial obliga a una iniciativa potente de diálogo en la que la Comunidad está dispuesta a ejercer un papel clave. Ximo Puig entiende que el Consell no puede desentenderse de ese escenario. Hay lazos económicos muy importantes -Cataluña es el primer socio comercial de las empresas valencianas- como subrayaron en un comunicado, muy comentado en círculos políticos catalanes, los empresarios de AVE. Gustó por la clara apelación al diálogo en igualdad de condiciones y, sobre todo, por la frase final: «Catalunya, catalans, vos estimem!». Existe, obviamente, un componente de vecindad con proyectos comunes a desarrollar como el Corredor Mediterráneo. Y una relación cultural con la cuestión lingüística. Además, el presidente de la Generalitat se siente legitimado para poder ofrecer su propuesta en tanto que, incluso en estas últimas semanas, se ha convertido, quizá, en uno de los pocos responsables institucionales que, de alguna manera, ha mantenido una vía abierta de comunicación con el presidente catalán Carles Puigdemont.

Ximo Puig está convencido de que puede jugar un rol decisivo para sentar a Cataluña en la mesa de negociación. Pero antes, entienden desde el Consell, la jornada de hoy -la consulta convocada por el Govern catalán que la Generalitat Valenciana considera que no tiene validez y que está al margen de la ley a pesar de que evidenciará la fuerza de los independentistas- se tiene que resolver, pase lo que pase, sin daños. Y a partir de ahí, la «hoja de ruta» que propondrá Puig sugiere una receta ya conocida pero que, sin embargo, lleva bloqueada varios años sin que el Gobierno de España haya sido capaz de desencallarla: una revisión amplia de la Constitución sin apriorismos y con la posibilidad de reflejar que se pudiera convocar en el futuro una consulta pactada en Cataluña, una organización territorial de corte federal y, desde la perspectiva de la Comunidad, obviamente, la reforma de una vez por todas de la financiación y un reparto justo de las inversiones. La crisis catalana, de momento, ni permitirá culminar el cambio de la financiación este año ni, por ahora, facilita aprobar los presupuestos del Estado para 2018 con mejoras de la inversión, lo que significa que se prorrogan unas cuentas que están entre las peores de la historia en el trato tanto al conjunto de la Comunidad como a la provincia.

Así las cosas el jefe del Consell está convencido, una vez aplicada la ley para ilegalizar el referéndum, de la necesidad de abrir un diálogo que facilite encontrar esa solución. Tiene Puig, además, una segunda oportunidad de apuntar el camino durante los actos del próximo 9 d'Octubre, en los que se espera este año más reivindicación del valencianismo político. No creen en la Generalitat, en cualquier caso, que las diferencias que han mostrado los consellers en este debate vayan a convertirse en un obstáculo. Le restan importancia: son cosas de la pluralidad y reflejan el nuevo escenario de la política. Admiten que en Compromís hay varias almas -soberanistas, partidarios de este referéndum y otros de una consulta pactada con Madrid- pero también que en las filas de los socialistas valencianos conviven dos corrientes como se explicitó con el mensaje en Twitter a favor del derecho a decidir de los catalanes del conseller de Hacienda, Vicent Soler, un histórico dirigente socialista que procede del viejo PSPV, el partido más valencianista de los que se unieron en la refundación de las siglas del puño y la rosa hace 40 años en plena Transición política en la Comunidad.

Más complicada, desde luego, es la situación de Compromís -la otra pata del Consell del Botànic- con una disparidad de criterios que va más allá de la adscripción a uno u otro partido. Todos coinciden en la crítica a Rajoy. En el Bloc se sitúan los más próximos a los nacionalistas catalanes, como el conseller Vicent Marzà o el presidente de las Cortes, Enric Morera. Pero también en las otras patas de la coalición han surgido voces muy próximas a las quejas del independentismo catalán como las del senador Carles Mulet, de Iniciativa; la del número dos de Medio Ambiente, Julià Alvaro, de Els Verds; o la del diputado de Pego Josep Nadal, independiente y partidario de la consulta del 1-0. La intervención de Oltra pidiendo a Puigdemont la retirada del referéndum abrió un debate que ha derivado en un denominador común dentro de Compromís: el respaldo a una consulta -el derecho a decidir- pero legal. Y con ataques duros a Rajoy, todos han cumplido. Incluyendo una rectificación de Oltra. Sea como fuere, todas las almas del Botànic coinciden: el día después, una vez resuelto el referéndum, debe empezar un tiempo para la política marcado por el diálogo en el que la Comunidad debe jugar sus cartas.